DEMIAN
- Demian…
-¿Qué pasa Derek? – pregunté fijando mi vista en su dirección.
- ¿Quieres hablar de la razón por la que tienes esa cara de mal humor plantada desde ayer?
- No. – respondí inmediatamente y sin tener réplica alguna de su parte – Podemos hablar de cualquier otra cosa, menos de eso.
- Mamá tiene pensado regresar a Dinamarca en pocas semanas – mencionó Derek sentado en uno de los sofás de mi oficina. El día anterior ambos habíamos salido a caminar y comprar una que otra cosa con Danielle, nuestra madre. Aun cuando recién había cumplido 52 años, poseía más energía que mis hermanos y yo juntos, era fanática de las compras y siempre que tenía oportunidad corría de tienda en tienda arrastrándonos junto a ella. Aun cuando nos dejaba agotados, amábamos pasar tiempo complaciéndola.
Sentía un peso emocional, al siquiera pensar en que pasarían meses antes de poder vernos nuevamente. Ella nos aseguraba que no tenía problema en ir y venir de Dinamarca durante todo el año, a fin de cuentas toda nuestra familia, primos, tios, estaban en nuestro país natal. Y mamá se negaba a dejarlos atrás. Para ella la familia era todo.
Y en nuestro caso, nuestros padres eran nuestro todo. Por eso no titubeábamos al apoyar a papá en sus negocios y tampoco dudábamos en pasar el mayor tiempo posible con Danielle haciéndola feliz. En su recorrido por las calles de Nueva Orleans, terminamos en su restaurant favorito Napoleón House. Pensarán que es su restaurant amado por la comida que servían, lo que estaba muy lejos de la realidad. La realidad era que amaba los dulces fríos de café que vendían en el local. Personalmente me parecían deliciosos, pero no como para cruzar el mundo y querer comprarlos a como dé lugar.
Mientras Derek se quedaba con ella en las mesas al aire libre, me acerqué hasta la barra en el interior del local, para pedir nuestra comida para llevar y un par de dulces de café. Cuando me atendieron, me senté en uno de los altos taburetes mientras esperaba por mi pedido y revisaba los mensajes pendientes de mi celular. En un momento dado, me distraje al escuchar una risa suave que sonaba avergonzada en una de las mesas cercanas. Me sorprendí. ¿En qué momento me encontré viendo fijamente a Savanah?
Estaba comiendo en compañía del mismo tipo que la había reconocido en la conferencia. Se le veía muy cómoda con él, lo que me causaba un pinchazo de celos que se me hacía… desconocido e incómodo. Era ridículo. Ella y yo no compartíamos ningún otro vínculo más que el de jefe y trabajadora.
Con un cabeceo de rechazo me deshice del hilo de pensamientos inadecuados y me centré nuevamente en la realidad, mi conversación con Derek en mi oficina.
- Me gustaría que mamá quedara más tiempo, aquí en América con nosotros. Deberíamos proponérselo – le dije mirándolo fijamente mientras me cruzaba de brazos.
- Sabes bien que te dirá que no. Ella ama ir y venir en aviones. No podemos retenerla aquí. Hasta papá se resignó y dejó de insistirle – mencionó poniéndose de pie – lo que deberíamos hacer es ir por un café afuera, estoy harto de verte leer documentos.
Lo miré con irritación antes de fijar la vista en la pila de carpetas que me faltaban por revisión, con un suspiro rechacé seguir sentado escribiendo y firmando documentos. Así que con un asentimiento, tomé mi chaqueta y lo seguí fuera. Bajamos en el ascensor y cruzamos el área de recepción. A último momento a Derek se le ocurrió la maravillosa idea de ir a saludar a Megan y Savanah.
Lo seguí resignado aun cuando no me sentía cómodo viendo su intercambio “amistoso”
- Buenas tardes, hermosas damas – saludó mi hermano con chulería lo que me hizo rodar los ojos hacia el cielo. Me acerqué con gesto tranquilo y asentí en dirección de las dos chicas que nos miraban curiosas.
- Buenas tardes señores Holst – pronunció Savanah con educación aun mirándonos confundida, mueca que competía con la mirada sorprendida de Megan - ¿En qué podemos ayudarlos?
- Es más como… en qué puedes ayudarme – corrigió Derek – estoy buscando dos bellas acompañantes para tomar un café más tarde. ¿Les gustaría venir conmigo?
Lo miré alarmado mientras resistía el impulso de rezar al cielo y pedir paciencia. Siempre había pensado que mi hermano tuvo que haberse caído de cabeza durante su infancia, porque por lo general le faltaba sentido común y solía guiarse impulsivamente, lo que causaba desastres que más tarde Dominic y yo tendríamos que reparar.
- Derek. – advertí llamando su atención – están en área de trabajo. No puedes proponerles una salida, justo aquí en medio del hotel de nuestro padre.
- ¿Puedes sacar el palo que atravesaste en tu trasero, Demian? Es sólo un café.
- Y ellas son nuestras empleadas – refuté.
- Derek… - interrumpió Savanah siendo protagonista de nuestro intercambio y lanzando miradas en dirección a su amiga – agradezco la invitación pero, el Señor Demian tiene razón. Solo somos sus empleadas. Y no es correcto. Nos disculparán, pero tenemos que continuar con nuestro turno. Que tengan buenas tardes.