Rojo & Negro

31 - Opciones

     Axel acariciaba mi cabello en movimientos acompasados mientras me mantenía acostada sobre sus piernas. Sentía gruesas lágrimas deslizarse por los lados de mi rostro y perderse en el nacimiento del cabello. Estaba aterrada de lo que nos tenía preparado el futuro. En estos momentos un millar de pensamientos negativos y dolorosos atenazaban la poca fuerza que me quedaba. Megan me miraba preocupada desde el otro lado de, la que por ahora, era mi habitación. Su hermano no había dudado en sentarse a mi lado a un lado de la cama y brindarme el apoyo silencioso que a gritos necesitaba.

Era como si, toda la calidez del mundo se hubiese retirado y me hubiese dejado en este lugar donde me mantenía en un estado lleno de miedo constante, que cada vez se hacía más doloroso. Congelaba mis entrañas y me hacía anhelar un espacio donde esconderme y esperar a que lo terrible pasara.

Luego de tan indignante noticia, había regresado al área de recepción con paso tembloroso, mi madre me había puesto al corriente de las condiciones de la administración de la clínica y no eran para nada alentadoras. Añadían una razón más para sentirme inestable sobre mis pies. A duras penas había terminado mi jornada de trabajo bajo la preocupada mirada de mis compañeras de trabajo. En cuanto finalizó mi turno, corrí a buscar mis cosas y tomé un taxi con Megan que nos trajo al lugar que compartíamos. Al llegar, simplemente había pasado de largo ignorando a Axel hasta acostarme y dejarme llevar por los sollozos entrecortados que salían a raudales de mi interior. Eso había sucedido hace unas horas atrás, ahora solo me mantenía en este estado taciturno rodeada por mis amigos. Imaginaba que Megan había puesto al corriente a su hermano cuando llegamos en vista de que me negaba a hablar hasta tranquilizarme del todo.

- Savanah… nena. Tenemos que hablar de esto – susurró Axel mientras me ayudaba a acomodarme en una posición que pudiese verlo mientras se dirigía a mí. Megan tomó lugar en una de las esquinas de la cama adoptando posición de indio. – Podemos buscar una solución juntos. Tres cabezas piensan mejor que una.

- No sé qué decir, Axel. – acepté con pesadumbre – Llevo horas pensando en la mejor forma… alguna opción que sea factible que nos dé la oportunidad de solucionar esto, ese maldito seguro... Me siento tan llena de ira, tenemos años llevando a mi padre para que recibiera tratamientos y recibiendo facturas de pago ¿cómo es posible que en ninguna de ellas se indicara que esos tratamientos no entraban en la póliza? Y que simplemente se estaban acumulando allí.

- ¿De cuánto dinero estamos hablando, Sav? – fue el turno de Megan de preguntar.

- Una suma millonaria. Casi impagable para nosotros – confesé mientras me frotaba los ojos que comenzaban a hincharse - Porque a menos que de la noche a la mañana ganara la lotería haciéndome millonaria de golpe, no hay mucho que pudiésemos hacer. Porque el otro tema que se une en nuestra contra, es el factor tiempo. La clínica impuso un plazo para que pagáramos la totalidad de la deuda, es la condición si queremos que mi padre siga siendo atendido allí.

- ¿Cuánto tiempo les dio? – cuestionó el gemelo.

- Una semana. Mi madre no pudo negociar mucho más.

- Mierda… - pronunciaron ambos con disgusto.

- Savanah. Nosotros estuvimos hablando – planteó mi amiga llamando mi atención – tenemos unos pocos ahorros y queremos dártelos. Sabemos que no es gran cosa pero…

La interrumpí echándome a llorar mientras la abrazaba sobresaltándola en el proceso.

- Gracias… - susurré separándome de ella y tomando una de sus manos y una de su hermano – no tengo como agradecerles todo lo que han hecho por mí. Estoy aquí gracias a ustedes dos, par de locos. Los quiero tanto, tanto. No sé qué haría sin ustedes.

- Hablamos de otras cosas también, Savanah – indicó Axel – pensamos en que… podemos pedir un préstamo. Y luego… no sé podríamos pensar en cómo pagarlo.

- Ningún banco estará dispuesto a aprobar un préstamo por esa cantidad y sin tener garantías de que tenemos cómo pagarlo.

- Bueno… - interrumpió Megan - no pensamos exactamente en un banco. Si no en unas personas en específico. Los Holst.

- ¿Q-qué?... ¿Te volviste loca, Megan? – dije como impulsada por un resorte mientras me levantaba de la cama y comenzaba a caminar de un lado a otro.

- No. Mira Savanah, conozco bien a los Holst. Tengo años trabajando para ellos y reconozco que, aunque son personas muy adineradas, son muy bondadosos ellos no dudan en brindarle la mano a quien lo necesita. Creo que… no pierdes nada con intentar y pedirles ayuda. A fin de cuentas, no es como si te fueran a regalar el dinero. Mi hermano acaba de decirte, buscaremos la manera de pagarles.

- Creo que ya se me ocurrió una forma – proclamó Axel poniéndose de pie. – Primero, me quedaré aquí con ustedes trabajando, en alguna cosa.

- Mamá va a matarte.

- Lo superará – despachó Axell – Segundo, tienes una propuesta de trabajo en tu puerta, Savanah. Es bien conocido que los bares pagan excelentemente a sus bailarinas.

- Mierda… es cierto – acepté emocionada.

- Podrías trabajar los fines de semana – reafirmó Megan conforme con la idea de su hermano. – El problema es que, ese bar queda muy cerca de aquí y no me gustaría que hicieran conexión contigo y esa zona. Para guardar apariencias ¿entiendes?

- Podría usar peluca – plantee, había recordado que en varias presentaciones que llegué a realizar en Michigan usé pelucas y extensiones para cambiar mi aspecto así como maquillajes y atuendos un poco exóticos. Al final de la noche estaba irreconocible - estoy familiarizada con los cambios de atuendos para las presentaciones así que, no habría problema en ese sentido.

- Claro, es una maravillosa idea. ¿Recuerdas aquel antifaz negro de encaje que usaste en el teatro estatal? Quedaría perfecto en esta ocasión.




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