Rojo & Negro

32 - Reunión temprana

    A duras penas había conciliado el sueño por la noche. Y con la llegada del nuevo día, sentía correr el nerviosismo asfixiante por cada una de mis extremidades. Había estado pensando detenidamente en lo que había dicho Megan, y secretamente lo consideraba como una opción. El pedirle a Demian un préstamo. Pero por otro lado, tenía una vocecilla que me instaba a sentirme profundamente avergonzada por el simple hecho de siquiera mencionar semejante suma de dinero. Me hacía pensar en el orgullo que defendemos con ahínco hasta que llegado un punto, somos obligados a dejarlo a un lado y pedir ayuda antes de ahogarnos en el sin fin de problemas que nos presenta la vida.

También había llamado y aceptado reunirme con Lysandra este fin de semana, para conocer lo que correspondía a mi puesto como bailarina en su bar. Me emocionaba y llenaba de nerviosismo en partes iguales. No creo que ningún integrante de mi familia se alegre si se llegaran a enterar que trabajaré como bailarina exótica en un bar de lujo. Por lo que me aseguraría de ser extremadamente cuidadosa en torno a ese detalle de mi vida.

Decidí salir de casa mucho más temprano de lo que me correspondía según mi rutina diaria. Había pensado que, con suerte, pudiese reunirme con Demian antes de comenzar con mi jornada. Recorrí apresurada las calles que nos separaban de las instalaciones del hotel y cuando crucé las puertas del ascensor recé porque mi jefe no hubiese llegado aún.

Cuando el ascensor se detuvo y avancé hasta vislumbrar a Melinda, agradecí a quién sea que estuviese ayudándome desde el cielo por haber llegado a tiempo. Por lo que pude notar hacía poco que había llegado y estaba organizando su área. Antes de alzar la mirada y verme con sorpresa cuando estuve a pocos metros de su escritorio.

- Buen día, Savanah. Aun no comienza tu horario de trabajo ¿Qué estás haciendo aquí tan temprano?

- Hola Melinda – saludé aliviada – sí estoy consciente de la hora. En realidad estoy aquí por una emergencia.

- ¿Puedo ayudarte en algo? – preguntó levantando las cejas con una mueca de asombro.

- Bueno… en realidad. Si pudieses facilitarme una reunión temprana con el señor Holst, te lo agradecería el resto de mi vida – pedí juntando mis manos en un ruego silencioso. Estaba dispuesta a usar todas mis armas para poder llegar a algún lado aquel día.

- Sí, claro - afirmó con seguridad – pero antes déjame consultarle su disponibilidad.

- ¿Ya llegó? – pregunté en shock, era muy temprano y por lo general él llegaba unas horas después de que hubiésemos comenzado nuestro turno, no es que vigilara el horario en que Demian ingresaba al hotel, para nada.

- Sí, unos minutos antes que tú – mencionó mientras marcaba la extensión que la comunicaba con mi jefe del otro lado de la puerta. Tomé asiento en uno de los sofás individuales dispuestos para esperar y luego ser atendidos. Escuché a Melinda parlotear por el teléfono con Demian. Le recordaba cada una de las reuniones pendientes para el día y los documentos que necesitaría para cada una de ellas, mientras que ella colocaba pequeños post-it a lo largo de la mesa y en los bordes de su computadora como una forma de recordar lo que sea que tuviese que hacer durante el día, hasta que colgó la llamada con un sonido sordo atrayendo mi atención.

- ¿Y? ¿Qué te dijo? – pregunté en un titubeo nervioso.

- Puedes pasar, está esperándote.

- Te debo una, Mel. Te lo agradezco – me acerqué y le apreté la mano con gratitud antes de avanzar hasta la oficina de Demian.

- No te preocupes… Por ahora, apresúrate que solo tiene unas pocas horas libres antes de la próxima reunión.

Caminé hasta detenerme frente a la puerta de madera. Toqué dos veces y respiré profundamente antes de ingresar a la oficina del hombre que me ponía los nervios de punta. Di un par de pasos hasta detenerme nuevamente unos centímetros dentro de la oficina. De inmediato me golpeó el aroma del perfume que usaba Demian regularmente. Lo observé un tanto abrumada esperando a que me autorizara a acercarme. Cuando lo hizo me senté en uno de los sofás individuales mientras el culminaba con una llamada de su móvil y mantenía la vista fija en mi dirección.

- Buenos días, Savanah – saludó con una sonrisa tranquila mientras se ponía de pie y se acercaba hasta ofrecerme la mano en gesto educado – Es una sorpresa tenerte en mi oficina tan temprano.

- Hola Demian – contesté completamente avergonzada – tendrás que disculparme por haber pedido una reunión contigo con tan poco tiempo de aviso, pero como le mencioné a Melinda es una emergencia.

- Bueno… cuéntame – dijo tomando asiento en uno de los sofás - ¿qué está pasando?

- Dios… no sé por dónde comenzar – dije frotándome las palmas en la falda que formaba parte de mi uniforme - ¿Recuerdas que en una ocasión les hice mención que por causas familiares había tenido que mudarme a este lugar?

- Sí, nos mencionaste ese hecho.

- Mi padre tiene leucemia, Demian. Hace unos años que ha estado en tratamiento y a estas alturas ya no hay mucho que se pueda hacer para contrarrestar los efectos de la enfermedad por lo que lo mantenemos recluido en una clínica recibiendo los cuidados necesarios para mantenerlo con vida.

Demian me veía con preocupación mientras le relataba todas las complicaciones por las que habíamos pasado para mantener los cuidados de mi padre. Le hice mención de las hipotecas que hasta hace no mucho formaban parte de la larga lista de deudas que nos agobiaban y por último le conté de la reciente falta de información por parte de la aseguradora y la clínica. Lo que había hecho que su semblante cambiara de sorpresa a indignación.

- Savanah… no habría… no habría imaginado jamás que estuvieses pasando por tantos problemas – reconoció tomando una de mis manos entre las suyas en señal de apoyo. – No sé qué podría decirte para hacerte sentir bien y aligerar la obvia carga emocional que te embarga. Lo siento mucho, por todo. Admiro la fuerza con la que has superado todos los obstáculos, sinceramente… no sabría qué hacer en tu lugar.




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