Las semanas habían transcurrido con rapidez, había tomado cierta comodidad en la rutina que llevaba y en ocasiones esperaba ansiosa los fines de semana para dejar de ser la Savanah seria y cordial que trabajaba en la recepción y simplemente liberar la carga mental, bailando.
Cada viernes Axel pasaba por mí y nos íbamos charlando hasta el bar de Lyss. Nos habíamos hecho muy cercanos al grupo del bar, las chicas y yo compartíamos en gran medida una pasión pero en diferentes niveles. Cada noche transcurría con bromas privadas a la vez que entrabamos y salíamos frecuentemente de los privados. Hasta ahora no había tenido ningún percance con los clientes, cosa que era poco común, como bien me habían mencionado, a fin de cuentas la seguridad que nos vigilaba de forma permanente no era por mera casualidad.
En todo este tiempo no había cruzado palabra con los hermanos Holst, solo para entregar los comprobantes de uno y otro depósito que realizaba cuando la paga era buena en el bar, había notado que Derek aún se encontraba ausente en el viaje de negocios y pocas veces veíamos a Dominic en las instalaciones del hotel, cosa que causaba cierto aire de melancolía en Megan. En ocasiones trataba de sacarle conversación acerca del tema pero se cerraba a cal y canto e ignoraba el asunto.
Por otro lado, mantenía continua comunicación con mi familia siempre que podía. Había logrado hablar con papá en uno de los días buenos, lo habían despertado y aunque lo mantenían conectado a un respirador y había perdido gran parte de su peso, estaba bastante estable. Fue maravilloso ver sus ojos y esa sonrisa pacífica y un poco forzosa dirigida a mí. Hacía preguntas pausadas debido al esfuerzo que le generaba, aun así hablamos sobre mi trabajo y sobre los gemelos siendo mis compañeros de piso, le hablé sobre lo diferente que era Nueva Orleans en comparación con el pueblito de Michigan donde estaba nuestra casa, hablé hasta del calor sofocante que nunca paraba en esta zona y de cómo extrañaba las tardes en las que nos sentábamos en el porche de nuestra casa a charlar y tomar té o café. Él guardaba silencio y podía ver a través de su silencio que sentía lo mismo que yo. Me escuchaba asintiendo o sonriendo mientras que, de vez en vez, mi madre le facilitaba un vaso de agua con un sorbete para que tomara entre ataques de tos que rompían la tranquilidad.
Mamá me actualizó según lo que habían dicho los doctores. El tratamiento había ayudado en gran medida a mejorar el funcionamiento de sus órganos y aun cuando no habían posibilidades de desconectarlo de la infinidad de aparatos, podían mantenerlo despierto con bajas dosis de calmantes. Esas noticias me traían felicidad y pequeños chispazos de tranquilidad, aun cuando tendría que seguir trabajando para pagar en la deuda que me metí, me satisface saber que mi sacrificio ha tenido frutos pequeños pero necesarios.
***
Una vez llegado el día jueves regresaba mi ansiedad con fuerza. Me encontraba preparando los menús que serían entregados en los próximos servicios, los últimos días habían sido muy movidos por el lugar debido a que varios equipos deportivos habían decidido reservar en el hotel, por lo que en cada área podían verse deportistas, entrenadores y organizadores estando al pendiente de ellos.
No estaba muy segura de qué deporte practicaban, aunque por la altura era fácil adivinar. Transferí un par de llamadas a las habitaciones, y solicité un servicio de limpieza para uno de los pisos superiores, me preparé rápidamente para abandonar el lugar e ir a almorzar antes de que sonara el teléfono nuevamente.
Le hice señas a Megan avisándole que iba a almorzar hasta que me giré y choqué contra alguien detrás de mí.
- Auch… ¿cuál es la prisa?
- L-lo siento yo… ¿Derek? – pronuncié - ¡Derek!
- El mismo – sonrió encantado mientras me abrazaba efusivamente congelándome en mi lugar, estuve desorientada por un segundo o dos - ¿Cómo ha estado todo por aquí? ¿Cómo las trató mi hermanito?
- Bueno… - pestañee rápidamente saliendo de mi estupor – hemos estado un poco ocupadas pero nada fuera de lo habitual. Si te soy sincera no hemos visto al señor Holst con frecuencia.
- ¿Cuándo pararán ustedes dos con la formalidad forzada? – preguntó inclinando la cabeza, de alguna forma el tema le generaba profundo interés.
- Ustedes son mis superiores, Derek. Les debo respeto.
- Me parece que es una forma extraña de coqueteo entre ustedes dos – mencionó con una sonrisa entretenida a lo que respondí sonrojándome profundamente. Sentí mi rostro arder.
- Estas alucinando, Derek. Ese viaje te sentó mal en la cabeza, deberías ver a un médico, nada mejor que una ayuda profesional – me miró con gesto perplejo mientras yo carraspeaba con incomodidad, estaba segura de que el tono de rojo se mantenía en mis mejillas.
- Eres muy extraña, Savanah – pronunció mirándome con atención - ¿Hacia dónde te dirigías?
- Es mi hora de almuerzo.
- ¿Puedo acompañarte? – preguntó, pero sin esperar respuesta de mi parte se adelantó liderando el camino hacia el comedor, esperaba que no nos encontráramos a Demian en el camino, no estaba segura de poder tolerar otro ataque de ego frustrado.
***
Había ordenado una comida sencilla que había trasladado a una pequeña mesa cerca de los ventanales laterales del hotel. Derek por su parte había pedido un batido mixto, cuando se lo entregaron se dirigió a mi mesa bajo la mirada crítica del resto de los trabajadores presentes. Decidí ignorarlos para no atormentarme por el asunto y seguí picoteando mi ensalada, cuando estuvo acomodado frente a mí sorbiendo de una pajilla de metal, pregunté.
- ¿Cómo estuvo tu viaje? Nos dijeron que no regresarías durante un tiempo.
- Tuvimos mucho trabajo, no te lo voy a negar. Gran parte del tiempo la pasé en el hotel durmiendo a causa del cansancio o en las construcciones con mi padre – suspiró.