Rojo & Negro

43 - Pensamientos

SAVANAH

 

     Veía caer agua rojiza en el suelo de la ducha. A estas alturas, después de tantas semanas, estaba más que acostumbrada al largo proceso que resultaba retirar el tinte temporal de mi cabello. Aunque de cierto modo, era un tiempo terapéutico en el que me centraba en mí y mis pensamientos.

Aun después de horas de haber salido del turno en el bar, me sentía en un estado de shock y sorpresa incapaz de reaccionar ante lo que había ocurrido esta noche. Había comenzado mi jornada como cualquier otro día. La única diferencia es que en este día había cambiado mi presentación pública con dos de los chicos, ya que Lyss había notado que la clientela predominante era femenina.

Gran parte del turno lo había pasado haciéndole compañía a Axel en la barra, vestida con una bata y manteniendo mi antifaz en su lugar. Iba y venía desde los privados a esta zona más concurrida y menos aburrida que los vestidores. En un momento dado, los chicos de seguridad me llamaron para hacer un baile privado en una de las salas superiores.

Me trasladé al vestidor para cerciorarme que tuviese mi conjunto en su lugar y avancé a través del pasillo que me llevaría a las salas superiores. Pero al acercarme a la puerta que me correspondía ingresar, tuve una especie de presentimiento que me congeló en el lugar durante unos minutos. Louis, el chico de seguridad que me acompañaba y que se quedaría fuera de sala en caso de algún inconveniente, me observó con preocupación.

Roja… ¿Estás segura de que quieres entrar? – cuestionó mientras hacía ademán de tomar su radio para informar – te noto muy nerviosa, puedo llamar a cualquiera de las otras chicas…
 

- No, no, no. Todo está bien, Louis. – le aseguré con una sonrisa tímida – Toca dos veces cuando se acabe el tiempo ¿está bien?

- Nos vemos en un rato, Roja – dijo mientras se apoyaba al lado de la puerta dejándome tomar un tiempo y entrar.

Di unos pasos cerrando la puerta detrás de mí para luego deshacerme de la bata que me cubría. Manteniéndome en la oscuridad, tomé una lenta respiración y al levantar la mirada, me congelé un segundo. O dos.

No podía creer que de todos los bares existentes en Nueva Orleans, este hombre fuera a parar aquí para celebrar su cumpleaños. Demian. Dudé si debía continuar, quedarme aquí aun sabiendo que podría darse cuenta de quién era. Me deshice de esa idea y con nerviosismo decidí avanzar lentamente, dejándome ver un paso a la vez. Por un momento, tuve la seguridad de que se le dificultaría verme, por la oscuridad, las luces hipnóticas y mi vestimenta. Pero aun así, persistía la preocupación. El terror latente de que me reconociera, podía sentirlo allí bajo mi piel con cada respiro que tomaba. Inevitablemente me sentí temblar.

Cuando levantó la mirada, experimenté la sensación de todo encajando en su lugar. Entendí que no sería capaz de verme con claridad y con ello podía dar rienda suelta a todo aquello que me había negado y guardado dentro de mí misma durante meses. Me permití seducirlo a consciencia y jugar con su atención. En el momento que decidí acercarme, noté que me detallaba sonriente y emocionado, como si hubiese recibido el regalo que siempre había anhelado.

Bailé para él y me toqué a mí misma deseando cada vez que sus manos reemplazaran las mías. Que Demian se atreviera a tocar todo aquello que yo estaba dispuesta a darle si me lo pidiera. Cuando estuve encima de él y me miró de la manera que siempre quise ser mirada, deseosa, provocativa. Quise decirle tantas cosas, pero decidí matar cualquier idea antes de siquiera pensar en pronunciarlas en voz alta.

En el momento que me separé de él y decidí darle el toque final a nuestro encuentro, había decidido jamás olvidar esta noche y guardarla como un recuerdo preciado porque, ¿qué posibilidades habían de que nos volviéramos a encontrar en una situación similar?

Y ahora estaba aquí en casa considerando ¿cómo sería capaz de mirarlo normalmente sin recordar todo esto y no morir de vergüenza en el proceso?

En el camino de vuelta, le conté a Axel lo sucedido y se había burlado de la absurda casualidad. Ninguna persona en su sano juicio se imaginaría que yo, trabajadora de un prestigioso hotel, estaría semidesnuda en una sala y haciéndole un bailecito privado a uno de mis jefes. Por otro lado me llevaba a cuestionarme, ¿qué habría sucedido si sus hermanos lo hubiesen acompañado? ¿Habrían pasado por alto quién era? ¿O habrían sido más observadores? Haberme despedido deseándole feliz cumpleaños fue una estupidez, pudo sospechar que era alguien conocido quien le hablaba. Aunque fácilmente pudo imaginar que uno de sus hermanos lo habría comentado.

Tarde me di cuenta que estaba divagando en un mar de pensamientos caóticos que temprano o tarde, acabarían por consumirme. Intenté tomar un respiro y salí de la ducha. Tomé mi ropa y seguí el camino hasta mi habitación. Revisé rápidamente mi celular recordando que no había hablado con mi hermana o mi madre en estos días. En ocasiones me enfrascaba tanto en el trabajo, que olvidaba que fuera de todo esto tenía una vida y una familia que necesitaba de mi apoyo más que monetario, emocional.

Estaba consciente del profundo cansancio que sufría mi madre al permanecer tanto tiempo con mi padre en la clínica viendo cada día como papá dejaba atrás la persona que había sido alguna vez, así como también estaba consciente de las responsabilidades que había adoptado mi hermana, haciendo malabares entre su trabajo y la universidad. Quisiera clonarme y ser capaz de hacer más para aligerar su carga. Siempre más.

Noté también que Tyler me había enviado un par de mensajes, entre sus turnos locos y mis dos trabajos, no habíamos sido capaces de encontrar un punto medio para encontrarnos y siquiera tomar un café. Lo que me causaba pesar de cierta manera. Tyler era un hombre maravilloso y me encantaba la forma en que me hacía sentir cuando estábamos juntos. Podría escucharlo por horas y me maravillaba de las cosas que hacía en su consultorio.




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