El sonido de la alarma la saco del sueño de golpe. Cuando su mente se despejo se sorprendió de que algo tan recurrente en su vida pudiera dejarla aturdida todas las mañanas.
Te odio, pensó cuando vio el reloj marcando las seis de la mañana.
Volvió a cubrirse con sus sábanas, su cama era tan cómoda y serena como una nube. Y sabía que solo era cuestión de minutos para ser empujada lejos de ella.
Sintió su puerta abrirse y luego el peso de su hermana sobre ella. Sus pestañas rojizas le acariciaban las pecas de los pómulos. Ella trataba de mantener los ojos cerrados el mayor tiempo posible, y alcanzar otra vez el sueño lo más rápido que podía. Pero su hermana menor la sacudía cada vez con más fuerza.
_ ¡Vamos Let!_ la voz de su hermana le chillo al oído.
Su hermana dio un brinco fuera de la cama y le arranco las sábanas de un solo golpe.
_ ¡TE ODIO!_ grito Let totalmente despierta, con sus sábanas en el suelo y la risa de su hermana que corría bajando las escaleras.
Let se levantó de la cama lamentándose por su rutina diaria para despertar; pero al mismo tiempo medio agradecida de que su hermana la obligara a levantarse temprano, y así poder disfrutar de una ducha con tranquilidad.
No tardó mucho en cambiarse, siempre preparaba su ropa la noche anterior. Le gustaba que todo combinara con todo, hasta que combinara con su estado de ánimo, y su ánimo era tan predecible como el inicio de su día.
Su ropa era alegre y muy amarilla.
Para el momento en que su madre la llamo a desayunar, su pie dentro de una zapatilla amarilla pisaba el último escalón de las escaleras de su casa.
Fue directamente hasta la barra de desayuno de la cocina. La casa de Let era tan pequeña que la barra de desayuno era lo único parecido a un comedor, y el sofá de la sala le quedaba a dos pasos de distancia.
No se molestó en tomar asiento, simplemente agarro la tostada y se tomó el jugo de naranja de un solo golpe. Por la forma frenética en que su madre ordenaba la mochila de su hermana sabía que iban muy tarde.
_ ¡Peina a tu hermana!_ vocifero su madre mientras corría por las escaleras hacia el piso de arriba.
Era gracias a esos momentos que Let verificaba de donde había heredado su impuntualidad.
_Quiero una trenza como la que te hiciste ayer_ le ordeno su hermana, mirándola con sus ojos azules como desafiándola a no hacer lo que le pedía.
_ ¿Y quién te crees que soy? ¿Tu peluquera personal? Te hare lo que yo quiera.
Let le dio un empujón a su hermana antes de hacerle la trenza que había pedido. Su cabello era una cascada de ondas suaves tan rojizas como una cereza. Solía pensar en su hermana como una copia pequeña de ella, el mismo tono rojizo casi cereza de labios y cabello, las mismas infinitas pecas y los mismos ojos azules, tan claros como un cielo despejado.
Su madre bromeaba diciendo que ella era la adoptada de la familia porque ambas hijas eran copias de su padre. Mientras que la madre destacaba en el cuadro familiar por su espeso y rizado cabello oscuro y la piel tan bronceada como un surfista en la playa.
Let trato de trenzar el cabello de su hermana lo más rápido que podía mientras escuchaba los pasos frenéticos de su madre en el piso de arriba.
_ ¿Crees que se nos olvide algo hoy?_ pregunto su hermana.
Let frunció el ceño en descontento.
_Espero que no_ respondió.
Apenas había logrado sujetarle cabello cuando su madre bajo con maletín en mano y señalando apresuradamente hacia la puerta.
_ ¡Ya es tarde! ¡Hay que irnos! _ dijo prácticamente gritando.
Let tomo su mochila amarilla y la mochila en forma de rana de su hermana. Tuvo que ingeniárselas y meter la tostada en su boca para sujetar ambas mochilas, mientras su pequeña hermana iba despejada y tranquila, como si tuviera todo el tiempo del mundo.
Subieron al auto y Let rogo en su interior que su madre no estuviera olvidando algo esta vez. En un principio Let solía preguntarle si olvidaba algo y siempre la respuesta era negativa, pero terminaban devolviéndose a mitad de camino porque en realidad si había olvidado algo. Con los años Let aprendió que no valía la pena preguntarle a su madre si olvidaba algo.
El aroma a jazmín del auto la tranquilizo mientras se alejaban cada vez más de la casa, y la promesa de llegar a tiempo a su clase de literatura era cada vez más real. Por un momento se permitió soñar con eso, pero el sueño se desinflo cuando escucho una maldición de su madre y el auto girar devuelta a su casa.
_ ¡Sí!_ vocifero triunfante Beca _Te dije que se olvidaría algo, me debes 20.
Let miro a su hermana con una mezcla de diversión, desconcierto y enojo. Volvería a llegar tarde a su clase de literatura.
_No apostamos nada.
_Lastima, debimos haber apostado quiero una nueva mochila.
_Ya tienes muchas mochilas de ranas horribles.
_Dejen de pelear y ya saben que no me gusta que apuesten_ vocifero su madre y ambas callaron por un momento pero Let no pudo evitar preguntar que había olvidado esta vez.
_Los colores de Beca_ respondió.
_ ¡Ah sí! Hoy vamos a aprender a sumar y restar_ dijo Beca