Caroline jamás había sentido tanto miedo en toda su vida. Cada sombra era un monstruo y cada ruido una sentencia. No paraba de recordar los rostros de todas las personas que amaba y se dio cuenta, que solo tenía tres rostros que recordar, su madre, Evan y Let. Extrañamente eso no se sentía mal, porque podía asegurar sin ninguna duda que los amaba profundamente, era lo único que la reconfortaba en ese momento, mientras se movían en la oscuridad de los pasillos de la escuela.
Ellos habían salido de la oficina del director en alerta máxima, y no habían dado dos pasos fuera cuando escucharon que los perseguían y entre la persecución se perdieron. Caroline había vagado sola por varios minutos, de vez en cuando escuchaba ruidos lejanos, pero aún no había alcanzado la salida de la escuela y por ahora ese era su único objetivo.
Caroline avanzaba lento por los pasillos, pegada a la pared. Todo estaba tan oscuro que solo lograba ver sombras de todo, y cada vez que llegaba la esquina de una pared se arrastraba por el suelo hasta alcanzar la otra.
Había estudiado en esa escuela desde que tenía memoria, pero ahora el miedo hacía que cada sombra pareciera desconocida.
Su miedo llego a un nivel mucho más alto cuando sintió que algo le sujetaba el tobillo. Reconoció la fuerza de la presión de una mano. Su primer instinto fue patear y gritar. No quería encontrarse de frente con el final.
Apenas logro emitir un alarido cuando sintió el peso sobre ella y una mano cubrirle la boca. El cuerpo sobre ella la presionaba con fuerza contra el suelo y la mano en su boca se empapaba con sus lágrimas.
_ ¡Cálmate! Soy yo Patrick_ el murmuro le trajo un momento de alivio _Vamos ¿Él está cerca?
_ ¿Quién?
_Fantasma.
Patrick se levantó tirando de Caroline y arrastrándola por el pasillo. Caminaba rápido, dando zancadas tal largas que a Caroline se le enredaban los pies. Él parecía moverse con naturalidad en las sombras. Como si pudiera ver a través de ellas. Caroline no supo a donde la llevaba, hasta el brillo pálido de la luna se filtró por las ventanas de la piscina. Hasta ese momento no se había detenido a pensar que había pasado tanto tiempo dentro de la escuela, huyendo y escondiéndose, que se había hecho de noche.
_Toma, creo que dan unos 20 minutos de oxigeno o algo así, así que aguanta la respiración y respira con calma_ vocifero Patrick dándole una pequeña bomba de oxígeno.
Carolien sintió el frío metálico de la bomba en su mano, tenía el logo del equipo de natación de la escuela.
_ ¿Qué?_ murmuro Caroline.
_Hay un punto ciego en la piscina, vamos.
Patrick no le dio tiempo de responder cuando se tiró a la piscina y se la llevo con él. Caroline estuvo a punto de perder la bomba de oxígeno por el impacto del agua.
Él la arrastro por la piscina, hasta el fondo, juntos a una esquina donde se elevaba una pequeña plataforma en la superficie. Allí las sombras eran más espesas, y la presión del agua presionaba con más fuerza el miedo sobre su corazón.
Todos los sonidos se ahogaron, al igual que la luz de la luna. Si Patrick no le estuviera sosteniendo la mano no podría saber que él estaba allí. De vez en cuando se pellizcaban las palmas para asegurarse de que ambos seguían bien.
Pero el oxígeno se había agotado demasiado rápido y entre un pellizco y otro Caroline no respondió.
Patrick no lo pensó mucho, él no sostendría la mano de un cadáver.
No fue difícil llevarla a la superficie. Lo difícil fue sacarla del agua, el peso muerto le hacía doler los moretones de sus costados. Con todas sus fuerzas saco a Caroline del agua. Por un momento creyó que se había librado, al menos de momento, de Fantasma. Que él ya había revisado la piscina y no había encontrado a nadie, pero Patrick había logrado apenas darle RSP a Caroline, cuando escucho que alguien se apresuraba por detrás. Luego escucho el grito de alguien, de una niña, sobre el sonido medio ahogado que hacia Caroline al expulsar el agua de sus pulmones.
Lo último que vio Patrick fueron los ojos de Caroline mirándolo con miedo antes de que un disparo cortara el aire.
***
En lo único que Joana podía pensar mientras se tomaba su quinto vaso de agua era: que el hombre frente a ella parecía inquietantemente aburrido.
Ninguno de ellos había pronunciado palabra alguna, ni siquiera la madre de Let que ahora era su abogada había hablado.
_ ¿Podrías hablar ya, o me van a traer postre?_ vocifero Joana, el agua medio había ayudado a recuperar su voz.
Él hizo una seña hacia los papeles que la abogada Gabriel leía, y Joana comprendió que no había llegado el momento de hablar.
En ese punto Joana se sentía algo confundida. Había esperado que un agente federal la interrogara, pero eso no era lo que estaba haciendo. Él estaba tan calmado, reclinado en su silla y la madre de Let tan concentrada leyendo los papeles que le habían dado, que Joana comprendió que eso no sería un interrogatorio; que no la estaban interrogando, la estaban sentenciando.
_Ya puede hablarle_ autorizo la abogada Gabriel.
_Joana Valera. Eres muy inteligente tienes un coeficiente intelectual de más de 130, es muy superior al promedio. Has demostrado poder resolver ejercicios complejos de física y matemáticas sin esfuerzo, aprueba exámenes sin ir a clases. Hasta sintetizaste una droga nueva, hiciste tu propia formula. Son habilidades impresionantes, pero ambos sabemos que incluso puedes ir más allá, te gustan las estadística, las probabilidades, manejas tu vida como un juego de ajedrez.
_Me gusta el ajedrez_ vocifero Joana reclinándose en la silla.
Su mente ya había evaluado cada movimiento y sabía que estaba en una posición donde no tenía opciones.
_Sabemos que eres suficientemente inteligente para ocultar tu rastro de la policía pero no de los federales.