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Necesitaba huir de ellos para que no me ocurriera lo mismo.

Los árboles se veían borrosos a mi alrededor, mis pulmones ardían con cada jadeo cansino y sentía mis piernas a punto de desfallecer.

Corría y corría intentando dejar atrás lo que me acechaba, sin embargo, este no dejaba de seguirme el paso. Tenía miedo de que me atraparan, obligué a mis piernas a seguirse moviendo, pero estas se debilitaban cada vez más. 

Algunas ramas se interponían en mi camino y me enredaba con ellas, cayendo acto seguido sobre la tierra húmeda del bosque. Tan pronto como caía me levantaba y continuaba huyendo con el corazón desbocado.

Mis manos aún mantenían el color de la espesa sangre y mis ojos escocían con las lágrimas punzando por salir, aterrorizada de percibir ese líquido derramándose por mi piel y pegándose a ésta, mis pies descalzos ardían con cada paso por culpa de las piedras que pisaba y me maltrataban, hiriéndome. 

Quería salir de ahí. Irme lejos.

De pronto vi al final de una hilera de árboles frondosos lo que parecía ser un pantano, así que corrí con el miedo paralizando mi corazón por segundos. 

Entonces al llegar al talud de este, no lo pensé y me lancé sintiendo el agua fría y barrosa llevarse parte de la sangre que mis prendas rasgadas tenían impregnada.

Por más que intenté, no pude nadar.

Algo fuerte me sumergía hasta lo profundo del agua sucia que me cubría y me cortaba la respiración.

Horrorizada me seguí hundiendo sin posibilidad alguna de ascender.

Sentí terror.

Desde ahí, antes de que el aire me empezara a faltar y mi visión se nublara, pude ver la luna blanca brillando sobre la superficie y luego, como el cuerpo de alguien más se sumergió hacia mí nadando con rápidez.

Lo último que pude captar, fue aquellos ojos azules brillando entre la neblina de mis pensamientos...