Rojo Sangre

5

Metí la última percha al armario, terminando de acomodar todo mi equipaje donde lo dejaría por el resto de mi estadía en Houston. Que a mi parecer, sería larga.

Regresé sobre mis pasos luego de cerrar las puertas dobles del closet, hacia la gran cama tendida con sábanas de color lila. En esta se hallaba posicionada mi maleta abierta de par en par. Lo único que aún guardaba en su interior eran libros y cuadernos de mi antigua escuela que quizá me harían falta en el instituto, algunos temas eran parecidos y eso me aliviaba.

Revisé las libretas con detenimiento, distrayendo mi mente de la noche estrellada y gélida que desde mi ventana, podía filtrarse en pequeños rayos de luz que provenían de la luna.

Un viento frío me rozó las piernas y estremeciéndome dejé en su lugar las libretas que guardaría dentro de la maleta para no ocupar más espacio en la habitación. Al fondo de esta, rocé el marco de una fotografía y suspiré alzándola en vilo a la altura de mis ojos.

Había olvidado que la había metido en la maleta antes de irme de casa.

Era algo imprescindible para mi llevar aquella foto conmigo, donde mi madre era abrazada por la cintura de un sonriente señor de ojos achicados por su gran sonrisa entre dientes y cabello azabache, liso y delicado que caía sobre su frente levemente, haciéndolo ver más jovial. 

Por su mandibula se asomaba un poco de barba oscura y sus ojos brillosos mirando directamente a la cámara, eran cálidos. Tanto que podía sentirlos acobijarme con cariño.

Era un hombre guapo, alto y fornido muy parecido al James que había llegado a casa a buscarme hace un día, siempre pensé que papá era mucho más atractivo que mi hermano, hasta que volví a verlo luego de tantos años de haberse independizado.

Ambos eran una copia exacta del otro.

Sus similitudes eran innegables y a veces me hacía cuestionar mi propio aspecto.

Me abrumaba el hecho de que yo era diferente a mi familia y que ni siquiera sabía por qué. Mi cabello era de un color distinto y mi piel pecosa no la tenía nadie de mi familia que yo conociera. 

Me frustraba el hecho de no poder recordar mucho de mi niñez, no había un solo vago recuerdo, ni la mínima sensación que me hiciera remerorar mi infancia.

Cuando trataba de revovinar el tiempo en mi mente, terminaba chocando con una muralla impenetrable. Quería poder acordarme un poco de los momentos que viví con mi padre y con mamá antes de que él muriera, quería recordar las travesuras que James y yo hacíamos de pequeños y que él siempre me contaba con añoranza.

Solo de ese modo, sabía un poco de lo que ambos hacíamos o de cómo vivíamos cuando eramos niños.

Acaricié ambos rostros congelados en ese feliz momento por encima del vidrio, me dolía que él no estuviera. A pesar de que no lo recordaba, todo lo que Mamá y James contaban sobre él lo hacían alguien imborrable en mi defectuosa memoria.

Mamá decía que eramos muy felices juntos. Que solíamos jugar todos los domingos en el jardín de la casa aprovechando que papá no estaba trabajando o a veces íbamos de paseo al parque de atracciones. También acampabamos de vez en cuando y veíamos peliculas hasta altas horas de la madrugada comiendo bocadillos que nos mantenían despiertos para al día siguiente, despertar al mediodía y salir a almorzar en familia a algún restaurante cómodo bajo el sol abrasador de la tarde.

Todo eso se oía muy bien. Aunque no lo recordara, se oía perfecto.

Sorbí por la nariz despacio al tiempo que una silenciosa lágrima aterrizaba sobre el cristal de la fotografía, justo sobre el feliz rostro del hombre que siempre llevaba en mi corazón.

Me hubiera gustado que estuviera con vida, que mi mente no lo hubiera bloqueado de mis recuerdos. 

Unos suaves toques sobre mi puerta me sobresaltaron. James me miraba a travez de la puerta abierta, apoyado en el marco de esta mientras sus ojos viajaban a mi rostro y luego se deslizaban hasta lo que mis manos sostenían.

Suspiró con su gesto tornándose melancólico y caminó hacia mi lugar, sentándose a mi lado en silencio.

—No sabía que la conservabas—susurró con voz ronca y los hombros caídos. Su mirada estudiaba la foto con tristeza.

Me lamí el labio inferior rozando la cortada en este.

—Se supone que era de mamá pero un día la encontré en el bote de basura—hice una mueca al tiempo que extrañado, James me miraba—así que la saqué y la guardé. No sé si fue mamá o marcus quien quizo desecharlo, pero no iba a permitirlo.

James suspiró de nuevo, agobiado y alzó una mano para secar el rastro de las lágrimas en mi rostro.

—¿Lo extrañas tanto como yo?—inquirió en voz baja.

Sonreí mirando la fotografía con tristeza.

—Lo haría, si al menos tuviera un recuerdo de sus ojos al mirarme, o de una de sus sonrisas—tragué el nudo en mi garganta —creo que eso es lo que más me atormenta cuando veo esta foto.

James se inclinó sobre sus rodillas, con ambos codos descansando en estas mientras su atención se fijaba en algún punto distante.

—Eras muy niña cuando él murió, An. Quizá... A eso se deba tu falta de memoria—comentó no muy convencido.

—Aun así es extraño y frustrante. Tú al menos recuerdas parte de tu infancia, yo solo me acuerdo de cuando los tres nos mudamos a esa casa donde ahora mamá vive con marcus. Todo se veía opaco y lugúbre...

—Papá tenía poco tiempo de haber fallecido, ya te lo dije.

—Lo sé, es sólo que me hubiera gustado poder acordarme de cuando estabamos los cuatro juntos.

James torció los labios en una leve sonrisa.

—Esos eran tiempos increíbles, todavía recuerdo como papa solía corretearnos por todo el parque—rió con bruma, su sonrisa desapareciendo mientras la tristeza hacía sombra en su rostro.

Bajé la mirada hacia el suelo, pensativa. Me gustaría recordarlo también.

—Si tan sólo... No hubiera muerto—musité en un tono de voz inaudible que James pudo oír.




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