Rojo Sangre

6

Suspiré pesadamente mientras caminaba a paso lento junto a Adam y Sam hacia la salida.

No podía dejar de pensar en lo mismo.

En él.

En esa forma tan arrebatada en la que se había retirado una vez lo encontré revisando mi expediente, no pareció sorprendido, simplemente se había ido sin dar una explicación clara. Y eso me intrigaba más.

Luego de eso, no volví a verlo en lo que restó de día, en la cafetería miraba de vez en cuando la mesa en la que solía sentarse, pero esta se mantuvo vacía hasta que fue el momento de irme a casa.

Adam y Sam se despidieron de mi en la entrada de la escuela antes de que divisara el auto de mi hermano aparcarse en la acera y agradeciendo a los cielos por ello, caminé hacia este. 

Pero algo llamó mi atención al voltear distraída en dirección al parqueadero.

Ahí estaba él, sin embargo, no se hallaba solo como era habitual.

Esta vez lo acompañaba otro chico que con aquellos cabellos rubios, casi pálidos, en contraste con su blanca piel lo hacía saltar a la vista y aunado con la vestimenta oscura que llevaba hacía imposible que no quisieras voltear a verlo.

Su aura era dominante, no era tan alto como el pelinegro pero con sólo su postura te advertía del peligro que también en sus ojos era patente, estos observaban al chico con frialdad mientras desgarbado le hablaba despacio, pareciendo impasible. 

El chico extraño solo lo miraba con molestia y un poco a la defensiva.

Aquellos ojos azules se cruzaron con los míos, no obstante, me vi obligada a dejar de observarlo al sentirme presa de un escalofrío repentino que me atravesó las entrañas.

Me subí al auto sonriéndole un poco a mi hermano en modo de saludo.

—¿Ves? Sobreviviste, te lo dije—mencionó james divertido revolcándome el cabello juguetonamente al tiempo que me colocaba el cinturón de seguridad.

—No fue fácil—murmuré mirando por el espejo retrovisor, descubriendo su azulada mirada escudriñándome a través de este. Dí un respingo sin poder evitarlo, mi hermano me observó extrañado.

—¿Qué pasa?—inquirió riendo.

Carraspeé la garganta negando con la cabeza y por ende, dejando de ver por el espejo.

—Nada, vamonos ¿si?—dije disimulando mis nervios ante el escrutinio que aún podía notar de reojo a través del reflejo.

James soltó una risita y encendió el auto.

Mis ojos de manera instintiva, se desviaron hacia él, quien mientras el rubio se retiraba seguía mirándome, esta vez alzando levemente una comisura de sus labios, esbozando una poco notable sonrisa.

Me espanté mas, sintiendo una mezcla de fascinación e incertidumbre por aquel gesto casi imperceptible. ¿Se estaba burlando de mí acaso?

Mi hermano puso en marcha el auto al tiempo que algo aturdida volvía mi atención al frente siendo consciente de su reflejo alejándose conforme dejábamos atrás el edificio.

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Dí un bostezo algo somnolienta mientras me colocaba los auriculares.

El día estaba soleado aunque el aire seguía estando fresco, caminé hacia el campo de futbol con la esperanza de tomarme un respiro de las clases que se habían tornado un poco pesadas pero estando a punto de salir del edificio Sam me interceptó sonriente.

—¡Aquí estás, te he estado buscando!—entrelazó su brazo con el mío—¿Quieres ir por un batido a la cafetería? Hace un poco de calor.

Le sonreí zafándome suavemente de su agarre, ella no pareció fijarse en eso pues sus ojos aún seguían expectantes a mi repuesta.

—Bueno, la verdad no tengo muchas ganas—dije quitándome los auriculares, no había puesto ninguna pista musical.

Sam hizo una mueca desilusionada.

—¡Pero tal vez luego!—exclamé aparentando estar emocionada, sinceramente, no era de las que hacía planes con nadie. Siempre estuve sola en la escuela, y cuando no, estaba con mi hermano. Por esto me era difícil crear relaciones sociales con los demás.

Sam sonrió animada de nuevo.

—Está bien, pero ¿a dónde ibas?—inquirió interesada, posicionando mechones de su negro cabello tras sus orejas.

—Sólo iba hacia las gradas a escuchar un poco de música, ya sabes, para el estrés—reí un poco—todo esto del cambio de ambiente me tiene un poco tensa.

Ella torció los labios.

—Debe ser molesto empezar en otra ciudad y hacer nuevos amigos—comentó, volvi a reír divertida.

—Sí, demasiado molesto—aunque no fuera verdad.

Después de todo, nunca tuve amigos. Asi que ese no era el problema en ese caso.

—De acuerdo, entonces te veo luego—dejó un beso en mi mejilla, le sonreí algo sorprendida. No estaba acostumbrada a esa clase de demostraciones de afecto, ella me guiñó un ojo de vuelta—me debes un batido.

Solté una risita mientras ella se retiraba dando brinquitos, provocando que sus cabellos cortos se menearan con ferocidad.

Se veía animada todo el tiempo y eso era algo envidiable—además de su belleza y confianza en sí misma—jamás podría llegar a ser de ese modo. 

Me entristecía ese hecho, no quería vivir el resto de mi vida luciendo como un cachorro asustado que se ocultaba al menor de los riesgos. Quería arriesgarme y enfrentarlo todo, soltar mi personalidad y sentirme bien conmigo misma, pero era algo difícil de lograr si mi mente se rehusaba a salir de su zona de confort.

Suspiré reproduciendo aleatoriamente la música, de inmediado young and beatifull de Lana del rey empezó a sonar en mis oídos—como si no estuviera lo suficiente deprimida—y dejándome llevar por aquel sonido relajante, caminé hasta las gradas más cercanas bajo el sol cálido y con cuidado me senté en estas.

Mi cuerpo aún se sentía magullado luego del “accidente” y por ende, limitaba mis movimientos de vez en cuando. A unos metros de mi lugar pude discernir a un grupo de chicos lanzándose entre sí una pelota de béisbol mientras reían divertidos.




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