Rojo Sangre

10

El sufrimiento robó mis esperanzas.

La impotencia silenció mi voz.

La frustración me orilló a odiarme.

Siempre me sentí sola, nunca estuve cómoda en ningún lugar al que fuera.

Y en esos momentos, mucho menos.

Los gritos venían de todos lados, aturdiéndome de manera indiscriptible. Entre tantos estudiantes, me perdí en mis pensamientos mientras observaba a los jugadores en el campo de futbol desenvolviéndose con rudeza y determinación.

Recordé a james.

Esos días en los que jugaba futbol y sus ojos siempre se encontraban con los míos, orgullosos. Añoraba tanto ese tiempo en el que eramos más unidos, en el que no estaba tan sola.

Bajé la mirada al césped humedecido por el rocío de la inminente noche, todo hubiera sido mejor para mí sino me aferrara tanto a un pasado que no volvería nunca.

Las porristas animaban a un lado de donde me hallaba sentada, parecían emocionadas y chillaban felices cuando el equipo de la escuela anotaba un punto. Sus movimientos y sus habilidades de coordinación en la rutina eran muy buenos, distraerían incluso a los jugadores pero estos parecían amar tanto el juego que solo se centraban en ello sin haber poder humano que los distrayera.

No obstante, podía notar a un jugador en especial, bastante distraído.

Adam.

Este se movía tratando de dar su mejor esfuerzo, pero era palpable su frustración al no lograr los resultados deseados. Algo no lo estaba dejando desempeñarse con naturalidad en el campo.

De un momento a otro, volteó a mirarme. Sus ojos llenos de inquietud eran visibles a pesar de las rejillas del casco que acompañaba al voluble uniforme de futbol americano, y se quedaron fijos en mi, casi absortos. 

Ajenos a los gritos que el público le lanzaba para que se moviera y los mismos que aturdían mis oídos. No obstante, no podía dejar de observarlo extrañada. Era como si se hallara atormentado en el instante menos indicado, pues estando a la mitad de un enorme campo con un juego importante llevándose a cabo a su alrededor, no era muy viable quedarse en trance ni por un segundo.

Lo inminente sucedió.

Uno de los jugadores del equipo contrario arremetió contra él, dándole un golpe con su cuerpo y mandándolo al suelo con una fuerza que provocó un sonido estrepitoso en el césped.

Todo mundo se silenció ante la expectativa, yo dejé de respirar por un segundo esperando que se levantara. Pero eso no ocurrió.

No pasó mucho cuando los entrenadores acudieron a su ayuda parando el juego mientras se aseguraban que Adam estuviera bien, una de las porristas que reconocí corrió hacia él y yo la seguí sin importarme que el público estuviera viéndome.

La angustia era mayor.

La situación no era grave, sólo sufrió una leve lesión en el hombro que se recompondría con un breve descanso, aun así, tuvieron que llevar una camilla para poder movilizarlo a los vestidores y aplicarle una compresa fría a la zona afectada para que no se inflamara. 

Mientras el partido continuaba en el campo con un sustituto de Adam.

—Puta mierda...—expresó el herido con gesto de dolor mientras Sam se encargaba de aplicarle la compresa en el hombro.

Solo nos encontrabamos los tres en los vestidores silenciosos, con el bullicio de toda la escuela de fondo.

—En serio, Adam ¡¿qué rayos te ocurrió?! ¿No que eras el mejor jugador del equipo?—el aludido hizo una mueca de dolor ante la presión de la chica en su lesión.

—¡Despacio, tarada!—ella le dió un manotazo en la cabeza.

—Respetame, tarado—contraatacó— ¿Sabes cómo me preocupé? Pensé que de veras te habías muerto, no reaccionaste hasta que el entrenador te dió a oler alcohol.

Él bufó.

—También me asusté, fue algo muy repentino—por primera vez desde que había sufrido el incidente, Adam me dirigió una mirada que podía interpretarse como de absoluta hostilidad.

Tragué saliva.

—¿No nos vas a contar qué fue lo que te ocurrió? Fue muy extraño que te pasara esto, normalmente te centras mucho en el juego—comentó sam, interesada.

—¿Ya habías jugado antes?—inquirí, alzando las cejas—pensé que era tu primera vez.

—Sólo estuve en unos cuantos partidos como suplente—contestó a regañadientes.

—Sí, y es muy bueno—sam le dió otro golpe en el brazo, evitando la zona afectada—esta vez no se qué carajos te pasó.

Adam se removió, molesto en la banca de madera frente a los casilleros.

—Me distraje por un instante, y luego sentí el impacto. ¡Fue como si me hubiera arrollado un maldito camión!

—¡Que idiota eres, de verdad! ¿Qué era tan importante como para que te hubieras distraído tanto?—le reprochó Sam.

Sus ojos me señalaron brevemente casi de reojo antes de volver al suelo.

Tensé la mandibula, sabía que se había distraído por... Mirarme a mi. Pero aún no entendía la razón.
Solo sabía que aquel gesto que se afincó en sus rostro, era de una preocupación que lo atormentaba. Y que quizá me involucraba a mi.

~~~~•~~~~~

Luego de que el dolor en la extremidad de Adam bajara de intensidad, le pusieron un soporte ortopédico para brazo y hombro y le recomendaron mucho descanso.

Debía evitar las actividades físicas por unas semanas y no forzarse mucho para que pudiera recuperarse pronto y no correr el riesgo de sufrir una lesión mas grave.

Adam resopló todo el camino en auto hacia la fiesta, se hallaba terriblemente irritado con la situación y sam no hacía más que molestarlo. Por mi lado, me dedicaba a reprimir las risas que las bromas de la chica al volante me causaba. No quería que Adam creyera que me estaba burlando y que a raíz de eso, me mirara con más hostilidad que aún seguía sin comprender del todo.

Y sí, iba a la fiesta de celebración por la victoria del equipo de futbol, donde toda la escuela se alocaría más de lo normal.

No hubiera sido posible que yo asistiera a un evento de tal procedencia sino fuera por la insistente Sam que llegó a mi casa minutos después de que me duchara para ir a mi deliciosa cama a dormir, había ignorado todos sus mensajes de ruego para que fuera a la fiesta y pensé que con eso desistiría.




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