La desesperación se apropió de mi ser mientras intentaba luchar contra ese chico de altura intimidante y fuerza incomparable que estaba segura, no usaba en su totalidad para tratar de retenerme ya que era muy poco lo que podía moverme debido al constante mareo.
Su aliento cálido me rozaba el cuello antes de que su boca empezara a lamer esa zona con lascivia sin reparar en mi gesto.
—S-Sueltame—susurré casi sin aire, forzando mis piernas a moverse sin mucho éxito.
—¿Cómo se sentirá Andersey cuando se entere de que otra terminará como ella y de nuevo por su culpa?—me estremecí, parecía hablar en serio, y no quería siquiera a imaginar a lo que se refería.
Mi pecho empezó a sacudirse debido a la respiración acelerada.
Las lágrimas picaron en mis ojos aterrorizados mientras buscaba con desespero entre el mareo a alguien en esa sala que pudiera ayudarme.
No obstante, todos estaban sumidos en sus propios asuntos y el rincón donde nos hallábamos, estaba oscurecido levemente. No había manera de que reconocieran la clase de situación que se desencadenaba en ese momento.
Su mano ascendió un poco más sobre mi estómago llegando a la copa de mi brasier, me removí tanto como pude, tomando el valor para gritar antes de que con su otra mano me tapara la boca con fuerza y reprimiera mis quejidos y suplicas.
Lo miré a los ojos, aturdida. Se veía complacido y sin intención de parar.
Eso me llevó al limite. El miedo arremolinándose en mi estómago.
A pesar de lo adormilada que me sentía, hice uso de las pocas fuerzas que me quedaban apartándolo con mis brazos torpemente. Él los aprisionó tras mi espalda de un solo movimiento y soltó una risita que a mis oídos se oyó como un eco temeroso, prosiguió a besar mi mandíbula con brusquedad.
Entre el llanto, rogué a los cielos para que me librara de aquel martirio.
Pero la ayuda pareció venir de cualquier lugar, menos de Dios.
Esta vino en forma de un animal personificado con ojos chispeando de furia y malicia.
Agarrando a jason del cabello lo apartó de golpe de mi cuerpo endeble, sus iris llameantes miraron a un adolorido Jason que gritó de sorpresa ante la acción del recién llegado, pero no le dió tiempo de más.
Pues el chico sombrío le propinó un puñetazo en la cara, el sonido de un crujido resonó en la sala silenciosa.
Habían apagado la música debido al escándalo de Jason, quien cayó al suelo con sangre saliendo a borbotones de su nariz y boca. Su grito desgarrador me aturdió y mi cuerpo laxo se deslizó por la pared hasta tocar el frío suelo, débil y adormilada por la droga ingerida.
Apoyé mi cabeza en la pared respirando agitada mientras veía en estado de letargo, a Jason intentando levantarse.
—¡Maldito imbécil...!—una patada en el estómago lo atajó lanzándolo contra un sofá donde varios chicos se hallaban sentados antes de que se retiraran por la agresiva pelea.
El cabello negro del joven misterioso caía sobre su frente perlada en sudor, sus ojos azules abiertos de par en par como los de un psicópata fulminaban al rubio adolorido.
Unas gotas de sangre de Jason manchaban la blanca piel del rostro de él, dándole un aire más temeroso.
Era como una bestia en plena lucha por lo que le pertenecía.
Sin compasión ni remordimientos.
Sólo instinto asesino.
Este volvió a agarrar a Jason del cabello acercándolo a su rostro amenazante.
—Esta es la primera y última vez que te atreves a tocarla ¿me entendiste?—masculló entre dientes, con notable ira. Sus hombros subían y bajaban con agitación.
Los expectantes alrededor de los dos chicos miraban a mi salvador, miedosos. No obstante, yo solo lo veía con alivio.
Este tiró sobre el suelo con estrépito a McKleirc y vino con pasos sonoros hasta mi lugar. Alcé los ojos borrosos hacia él, temblando al tiempo que se agachaba frente a mi y acariciaba mi mejilla. Se acercó y besó mi frente a la vez que me cargaba sin mucho esfuerzo, relajó sus músculos y bajo los ojos de los demás, se dirigió hacia la salida antes de que me sumiera en un sueño profundo.
Sintiendo la seguridad de que a su lado, nada me pasaría.
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Mi cabeza dió vueltas una vez abrí los ojos levemente, la luz tenue proveniente de la luna traspasaba los vidrios del auto en el que me hallaba recostada dando de lleno en mi rostro aturdido.
Sentía que había dormido una eternidad, mis músculos se hallaban agarrotados y aún tenía un leve rastro de mareo. Llevé mi mano a mi frente, perlada de sudor, ¿dónde estaba?
Me incorporé con los párpados un poco pesados, lo primero que noté fue el cielo nocturno a través de la ventana. Estaba en una parte alta, ya que desde donde el auto se encontraba, la ciudad entera era visible. Eso me asustó ligeramente.
¿Cómo había llegado ahí? O para empezar ¿quién me había llevado a ese remoto lugar?
Mis sienes punzaron de dolor y las sobé con cautela, perturbada. Entonces todo se reprodujo en mi mente de pronto.
Yo drogada, McKleirc intentando abusar de mi, ese chico llegando a defenderme, la sangre del rubio en sus nudillos, esos ojos llenos de instinto asesino... Me estremecí y a la vez, me relajé.
Eso significaba que estaba con él, y que estaba segura.
Me recosté contra la puerta del auto, suspirando antes de dirigir mi mirada a los asientos delanteros vacíos y enfocar entonces afuera del auto, la figura de la espalda de alguien sentado en el capó del vehículo.
Me mordí el labio nerviosa, era él. Su silueta era reconocible a donde quiera que fuera, tan fuerte e imponente.
Cuando me decidí a bajar del auto, me di cuenta de la sudadera negra que traía sobre mis hombros y recordé que él lo llevaba puesto al llegar a la fiesta.
Sonreí inconscientemente y bajé del vehículo en silencio.