Cuando el fin de semana acabó, volví a la escuela como se hace normalmente.
Con mucha pereza y aunado a la ansiedad que experimentaba desde lo ocurrido la noche de esa fiesta, me sentía en completa negación ante la idea de asistir a la escuela.
Pero mi hermano como siempre, aún cuando no sabía las razones por las que deseaba quedarme en casa, me sonsacó a base de regaños y empujones que hicieron más llevadera mi angustia.
Y lo que temía terminó por cumplirse.
Sólo bastó que pusiera un pie en los pasillos para que todos posaran su atención sobre mi, abrumándome.
Podía sentir sus murmullos clavarse en mi cabeza con insistencia como cuchillas punzantes invadiendo mis oídos, era realmente incómodo tener que caminar entre ellos fingiendo que no me afectaba su escrutinio venenoso.
Sabía de qué hablaban.
Estaba segura de que juzgaban el hecho de me había ido con ese chico misterioso que ahora tenía nombre, pero era lo que menos me preocupaba en esos momentos. Lo único que no quería era encontrarme con Mckleirc.
Abrí mi casillero al tiempo que unos pasos sonoros y apresurados se acercaban cada vez más a mi lugar.
—¡Anna!—sam arremetió contra mi cuello, abrazándolo con fuerza, impidiéndome respirar—¡Dios mío, estaba tan preocupada!
De pronto me soltó y manoteó mi brazo con gesto de enojo.
—¡Hey!—me quejé—primero quieres ahogarme y ahora me pegas, ¿tan mal me porté?
—¡¿Y aún lo preguntas?! ¡Te fuiste con...—bajó súbitamente la voz y se acercó a mi—con ese chico, ¿acaso estás loca? ¿Nuestras advertencias son en vano o qué?
Fruncí los labios, si lo pensaba mejor, creo que sí lo eran.
—No te hizo nada ¿o sí?—inquirió temerosa.
«Para nada, solo me besó y literalmente, me llevó al cielo»
Tragué saliva ante ese pensamiento, estaba perdida.
—C-Claro que no ¿qué podría hacerme luego de que me defendió de ese abusivo chico?—murmuré bajando la mirada.
Sam hizo una mueca de disgusto.
—Perdóname por dejarte sola, yo... No sabía que algo así sucedería—comentó apenada.
—No te preocupes, yo me confié demasiado y más cuando me dijo que tu me habías enviado esa bebida—torcí los labios, incómoda al recordar tal suceso.
Sam gruñó apretando sus puños.
—¡Pero solo déjame que lo vea! ¡Lo voy a hacer pedazos!—reí un poco.
—Tranquila, por suerte estoy bien gracias a...—mordí mi labio inferior, sonrojada—gracias a él.
Sam suspiró.
—Debo aceptar que hizo algo bien esta vez—dijo refiriéndose a mi salvador—¿ya le viste la cara a Mckleirc? Escuché por ahi que es un desastre.
Negué con la cabeza, sacando los libros correspondientes de mi casillero.
—Gracias al cielo, aún no lo he visto.
Una hoja de papel que se hallaba entre uno de mis libros se deslizó hacia el suelo, cayendo a los pies de mi amiga.
Ella lo recogió distraída y le echó un vistazo, entonces noté como su semblante cambió.
La miré sobre mi hombro al tiempo que cerraba mi taquilla con curiosidad, su expresión en medio de las sombras de un gesto que no lograba describir. Era sorpresa mezclada con pena.
—¿De dónde sacaste esto?—inquirió alzando la vista hacia mi, algo aturdida.
La miré ceñuda.
—Bueno, si te soy sincera lo encontré en mi casillero ayer antes del campeonato—torcí los labios—no tengo idea de la razón por la que alguien querría poner eso ahí.
Sam desvió la vista, pensativa.
—¿Tú sabes quién podría ser?—le pregunté entrecerrando los ojos, estudiando sus facciones.
Ella sonrió forzadamente.
—La verdad no—me devolvió el documento y yo lo recibí mientras ella me instaba a caminar hacia nuestras respectivas aulas.
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Ambas no compartiamos muchas clases y ese hecho, me obligó a entrar al aula de literatura en completa soledad luego de que sam se desviara hacia el aula de química donde se encontraría con Adam.
Hice una mueca de disgusto mientras me sentaba en una asiento libre y a la vez, percibía la mirada de todos en la clase escudriñándome sin disimulo.
A veces, me parecía intolerable esos actos de imprudencia.
Suspiré y saqué de mi mochila el cuaderno correspondiente con la intención de distraerme un poco con mis apuntes antes de que llegara la maestra.
En eso, la fotocopia de esa reseña de periódico, sobresalió de las páginas y curiosa, decidí leerlo.
«La misteriosa y trágica muerte de una jóven de dieciseis años.
Según los informes de las autoridades encargadas del caso, la joven Eloísa Jones de dieciseís años de edad fue encontrada sin vida en una arboleda cerca de la fábrica abandonada del barrio Gulfton después de haberla declarado desaparecida.
Junto a su cuerpo, se halló al presunto sospechoso en estado de shock quien tenía rastros de la sangre de la víctima en sus manos mientras la sostenía entre sus brazos.
Aunque los estudios de la autopsia, revelan que la causa de muerte se debe al ataque de un animal salvaje, ya que fueron encontrados zarpasos en varias zonas de la obcisa, incluida una extraña mordedura en su cuello, se capturó al chico y están en el proceso de interrogación sobre los hechos.»
Fruncí el ceño, estremeciéndome de repente por la información. Eran un caso escalofriante.
Al final de la página había otro recorte de periódico que señalaba como fecha, una semana después.
«La muerte de Eloísa Jones, un total misterio.
Luego de una ardua investigación, las autoridades llegaron a la conclusión de que este atroz asesinato había sido perpetrado por un animal salvaje que puso en alerta la comunidad de esa zona.
Hasta ahora, la policia y la guardia forestal están tomando cartas en el asunto, sin mucho éxito ya que no han hallado indicios de animales feroces por esos lados de la ciudad.
Luego de que se diera el veredicto y no se encontraran pruebas en su contra, el presunto sospechoso, Eithan Andersey de dieciocho años, fue dejado en libertad...»