Rojo Sangre

14

Eithan alzó sus ojos hacia los míos, casi temeroso mientras yo tragaba saliva y le sostenía la mirada. Dejó el documento sobre la mesa, el título de aquel recorte de periódico resaltando por el rabillo de mis ojos, alcanzando a leerse con claridad.

«la misteriosa y trágica muerte de una joven de dieciseís años»

—Lo sabías—comentó, bajando la mirada a la mesa.

Me mordí la mejilla interior, tensionada.

—Alguien dejó esa información en mi casillero hace poco.

Eithan frunció el ceño con los ojos perdidos.

—¿Sabes quién fue?

Negué con la cabeza.
Él sonrió sin gracia desviando la vista.

—Ya veo, por eso estabas tan nerviosa de camino hacia aqui—murmuró pasándose los dedos por su cabello— también buscaste a McKleirc por ese motivo ¿verdad?

Agaché la mirada.

—¿Cómo puedes ser tan imprudente, anna? Ese imbécil incluso trato de...—se atajó a sí mismo, frustrado.

—Eso no es importante ahora, Eithan. Yo...—fruncí los labios—sólo quería saber si Eloísa jones era la misma amiga de la que me hablaste y de la que Jason abusó.

Él se tensó ante su mención.

—Sí, sí lo es—suspiró frotándose el rostro con ambas manos.

—No me dijiste que ella...

—No me gusta hablar de eso, y me imagino que ya debes suponer por qué—desvié la mirada hacia el documento, mis ojos enfocándose en el nombre del último párrafo.

—¿Es porque... Estabas junto a ella cuando murió?

—Perdóname, no puedo seguir con esto—masculló y se levantó de su lugar aturdido, lo imité apurada alcanzando a tomarlo del brazo cuando se dirigía a la salida.

—Por favor, no te enojes—susurré pegándome a su espalda, sintiendo su calor. Él suspiró y se volvió hacia mi besando mi frente en el acto.

—No se supone que estés haciendo esto aún sabiendo lo que ocurrió con ella—musitó sobre mi piel acariciando mi cabello amarrado en una coleta baja.

—¿A qué te refieres?—inquirí alzando mi vista a sus ojos, anonadados. Llevó su mano a mi rostro de inmediato, tocando la comisuras de mis orbes y sonrió, confundido.

—A esta mirada—cerré los ojos, disfrutando de su tacto—no deberías mirarme así cuando muy en tu interior sospechas que maté a Eloísa.

Lo miré de golpe, mis vellos erizándose.

—¿De qué estás hablando? sé que tu no la mataste—susurré, inquieta ante su escrutinio.

—¿Estás segura de eso?—me enfrentó, con firmeza.

Fruncí el ceño, incrédula.

—¿Por qué dices eso? Es obvio que no lo hiciste...

—¿Y si en realidad la maté?—me cortó y al instante mi cuerpo se congeló, sus ojos ahora fijos en los míos no parecían bromear. Ese hecho, me estremeció—¿te alejarías si te dijera que si lo hice?—apreté la mandíbula.

—Deja de decir tonterías...

—No es ninguna tontería, sabes tanto como yo que esto es algo serio. Existe la posibilidad de que le haya quitado la vida ¿y tú aún sigues confiando en mi?—inquirió, desconcertado.

—¿Está mal que lo haga?

—Sí, sí está muy mal porque...—cerró los ojos atormentado—anna, no quiero aferrarme a ti—sus ojos azules, me miraron—porque una vez lo haga, no tendré la suficiente voluntad para alejarte.

—Por mi está bien, no tengo problema con eso.

—No lo entiendes.

—No, no lo entiendo. No comprendo si sólo estas preocupado por mi o simplemente estas poniendo excusas para que me aleje  de ti...

—Estoy preocupado por ti, eso es claro—me atajó, frustrado—lo único que quiero es protegerte.

Bufé, sacudiendo la cabeza.

—¿Protegerme de quién? ¿De ti?

—Precisamente, anna. De mi quiero protegerte—lo miré fijamente, incrédula.

—Tú no eres una mala persona—repliqué.

—De nuevo ¿cómo estás tan segura?

Apreté la mandíbula, mirándolo desafiante antes de que volviera a mi asiento dispuesta a terminar con ese insufrible proyecto para irme. Y no por él, sino por mi. No sabía como reaccionaría si él continuara diciendo estupideces como esa que lejos de asustarme, me enojaba.

Fueron horas eternas en la que los dos nos dedicamos a trabajar en la tarea, horas en las que no nos dirigimos la palabra, ni siquiera una mirada, al menos de mi parte. A pesar de no mirarlo directamente, de reojo podía notar sus ojos sobre mi para luego apretar los puños y seguir con lo suyo.

Se veía incómodo y nervioso.
Todo lo contrario de mi que seguía sintiéndome irritada por su culpa.

Dí un suspiro exasperado al terminar de escribir un largo párrafo y me recliné en mi asiento para sacar mi celular y ver la hora. Casi me atraganté con mi propia saliva, era tarde y para colmo, tenía llamadas perdidas de james.

Rodé los ojos y volví a guardarlo antes de enfocar mis ojos en Eithan quien se hallaba ladeado hacia mi llegando a sorprenderme, ni siquiera había notado que se había volteado a mirarme.

—¿Problemas?—me preguntó, algo serio.

Fruncí los labios removiéndome en mi lugar.

—Ninguno, es sólo que ya debo irme—contesté en voz baja guardando mis cosas en mi mochila sin mirarlo.

—Bien, te llevo.

No objeté, después de todo, no tenía cómo pagar un taxi y no conocía la ciudad lo suficiente como para saber en qué zona me encontraba.

Colgué mi mochila al hombro y me dirigí a la salida de la gran biblioteca siendo consciente de que él venía tras de mi antes de que apurara el paso para llegar a mi lado.

—Ya que no terminamos hoy...—dijo al tiempo que empujaba la puerta y me dejaba salir a mi primero—¿nos vemos mañana?

Torcí los labios, pensativa observando el suelo de asfalto.

—Seguro, entre más rápido lo terminemos menos tiempo tendrás que cuidarme de ti—añadí con sarcasmo, casi por un impulso.

Eithan suspiró ruidosamente deteniéndome del brazo. Lo encaré, inexpresiva.

—¿Cómo es que no puedes tomarte en serio todo lo que te dije?—cuestionó, frunciendo el ceño.




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