Rojo Sangre

16

Antes de que pudiera abrir la puerta del auto para salir una vez Rebecca aparcó frente a la que creía, era su casa, Eithan la abrió por mi suspirando algo cansado.

Al salir y ver que él no se movió ni un poco de su lugar, encerrándome entre el auto y su cuerpo, alcé la mirada.

Ambos no nos habíamos dirigido la palabra durante el camino y hacerlo en ese momento, se sentía incómodo y más cuando podía advertir a Rebecca adelantándose hacia la puerta de la hermosa casa de dos plantas frente a nosotros.

Aun así, me fue imposible no perderme en sus ojos abatidos.

—¿Qué pasa?—le pregunté, nerviosa.

Él aproximó su mano a la mía, dudoso. La tomé sin reparos, ansiosa de sentirlo, él pareció respirar con alivio ante mi tacto.

—¿No estás enojada conmigo?—inquirió bajando la mirada a nuestras manos juntas.

Sonreí por su gesto, parecía un cachorro regañado.

—No hiciste nada que ameritara el estar enojada contigo—contesté, determinada. Él me miró, curioso.

—En los pasillos yo...

—Olvida eso—lo atajé, buscando desesperadamente no tocar ese tema.

Me estremecía el recordarlo, sólo quería pensar que él no era mala persona— simplemente... No me alejes. O al menos no lo hagas sin motivo alguno...

—Tengo motivos de sobra, Anna y lo sabes—contuve un gruñido de frustración y en vez de eso, me zafé de su agarre, él se sorprendió al tiempo que fijaba sus ojos en los míos. Me sentía enojada, herida, insegura de todo, incluso de él.

—Si lo único que quieres es jugar conmigo por un momento y alejarme luego con estúpidas excusas entonces no te molestes mucho y sé honesto. Ahórrate dramas sin sentido y...

Me vi atajada por su boca que, sorpresivamente, se estampó contra la mía arrebatándome el aliento, adueñándose de mis labios que en primera instancia no se movieron debido al asombro pero que después tomaron vida propia correspondiéndole con fervor.

Sintiendo mi pecho arder y sus labios quemar los míos, mis manos se dirigieron por si solas a sus cabellos mientras las de él me sujetaban de las mejillas, manteniéndome tan cerca que fuera imposible respirar. Abrí mi boca para él justo cuando profundizó el beso, succionando mis labios, probándolos antes de sentir el metal del auto chocar con mi espalda.

Poco a poco, el aire me faltaba pero no me importaba. Necesitaba sentirlo, mi corazón lo necesitaba, mi cuerpo lo ansiaba, mis labios hormigueaban con su tacto, todo de mi se estremecía ante su cálidez, se doblegaba ante la delicadeza y la ferocidad a la vez de sus movimientos, de sus besos...

Cuando él se separó me vi obligada a tomar una bocanada de aire, aún perdida entre la bruma del momento, en la intensidad del ambiente, en la adoración que en sus ojos era visible.

—Me gustas como nadie me ha gustado, Anna hooper—murmuró contra mi boca, agitado—eres... Todo lo que no sabía que necesitaba en mi vida. No sería capaz de lastimarte, me dolería verte sufrir por mi culpa y ten por seguro, que las críticas no se detendrán una vez todos en la escuela sepan que estás conmigo. No mereces aguantar todo eso por mi. No te estoy alejando de mi, Anna, estoy intentando protegerte de las habladurías de los demás, apartándote y eso es muy diferente.

Sacudí la cabeza dispuesta a refutar pero alguien aclarándose la garganta a unos metros de nosotros, reventó nuestra burbuja. Eithan se alejó, peinando con su mano su cabello algo aturdido antes de voltear hacia una Rebecca risueña que nos miraba a ambos picarona. Agaché la mirada, sonrojada.

—Perdón por irrumpir, par de tortolos pero dejen la sesión de besuqueo para luego, por ahora...—se aproximó a nosotros y me haló del brazo, arrastrándome a su lado—te la robo por unas horas—le guiñó un ojo a Eithan, quien parecía querer retorcerle el cuello a la castaña.

Cuando casi a rastras Rebecca me llevó a la entrada de la casa, con un sombrio e irritado Eithan tras nosotras, me vi en la tarea de observar a mi alrededor con curiosidad. El jardin delantero era sobrio y a la vez, muy bien cuidado con un césped verde y cortado a la perfección. No habían flores pero eso no lo hacía menos bonito, el espacio tanto de afuera como de adentro de la casa, era enorme.

Casi podía nombrarlo como una mansión, aunque quizá sería muy exagerado.

Sin embargo, a mis ojos esa casa era la más grande del vecindario.

—Bienvenida, Anna, sientete como en tu casa—mencionó rebecca guiándome al interior de la vivienda.

La decoración constaba de colores neutros que brindaba una iluminación a todos los lugares correctos, como lo era la sala, a la derecha de la entrada donde se posicionaba un ventanal que daba al jardin lateral separado por una cerca del jardin delantero, habían muebles de cuero color café rodeando una mesita de vidrio en el centro y al frente un moderno televisor pegado a la pared.

Las flores rosadas y azules del florero encima de la mesita le daba un toque femenino al lugar, en una esquina junto al ventanal, había un librero metálico con adornos elegantes y libros antiguos. Luego al fondo podía apreciarse un corto pasillo y a unos metros de este unas escaleras de mármol blanco se extendían hasta el segundo piso.

A la izquierda, había una puerta doble de vidrio borroso que no dejaba nada del interior a la vista.

—¿Te gusta la casa?—inquirió Rebecca a mi lado aún sosteniéndome del brazo, di un respingo saliendo de mi muy descarada inspección y me sonrojé.

—Perdón. sí, me gusta. Es bonita—contesté, sonriendo levemente.

—A mi también—suspiró mirando alrededor—la verdad es que Nick tiene buen gusto para estas cosas, ni yo como mujer pude haber decorado mejor.

—Nick es...

—Sí, el tutor de Eithan aparte de mi claro—el aludido resopló a nuestras espaldas—y es el que practicamente trabaja para mantenernos—soltó una risotada, la miré asombrada—no es cierto, solo bromeo. También trabajo, soy modelo independiente—me guiñó un ojo, orgullosa y podía jurar que realmente lo era. Un rostro y cuerpo como el de ella no dejaba lugar a dudas.




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