El sonido estrepitoso del vidrio estrellándose contra el suelo atrajo la atención de Rebecca desde la cocina quien corrió hasta mi lugar, preocupada.
Yo solo podía mirar aturdida los pedazos de vidrio a mis pies y pensar en que ese sueño, quizá ya no lo era tanto.
Miré a Eithan mientras Rebecca intentaba saber si estaba bien, su voz se oía lejana.
¿Eithan era acaso, el que literalmente me atrearía a una oscuridad desconocida?
—¡Anna!—di un respingo ante el grito de Rebecca a mi lado y viré hacia ella, saliendo de mi trance—no te cortaste ¿verdad? ¡mírate, estás empapada!
Y con eso, mandó a Eithan a que me llevara al baño para poder limpiarme un poco, asegurándome que me prestaría una camiseta seca y limpia para compensar la que yo misma arruiné. Quise negarme pero ella ya me empujaba junto a Eithan al interior de la casa.
—¡Y llevala al baño de tu habitación, el de visitas está descompuesto!—gritó hacia el pelinegro cuando ya nos adentrabamos a la cocina, este rodó los ojos irritado.
La segunda planta de la casa era casi tan ilumimada como la de abajo.
Ambos subimos las escaleras de mármol en silencio mientras observaba a mi alrededor con curiosidad obligando a mi mente a no pensar más en lo anterior. No habían muchas decoraciones, todo era muy sobrio, con colores fríos que la hacía ver elegante y a la vez, solitaria.
Al caminar por un pasillo Eithan se detuvo frente a una puerta y la abrió invitándome a pasar acto seguido.
Tragué saliva, nerviosa.
Era su habitación. Sencilla y lugúbre, como él. Una cama espaciosa se situaba en el centro, con sábanas blancas y grises, a cada lado de esta habían mesitas de noche y al frente estaba una puerta que suspuse, daba al baño interno.
Lateral a la cama, una ventana en forma rectangular brindaba una calida luz del día y junto a esta, había un escritorio organizado de metal con una lampara instalada.
Me adentré con cautela, algo incómoda. Eithan a mis espaldas carraspeó y se dirigió a la puerta frente a la cama, abriéndola de inmediato.
—Entra y límpiate un poco, iré a ver si Rebecca ya preparó tu cambio de blusa—me posé a su lado, avergonzada.
—No es necesario, de verdad. Dile que no hace falta...
—No querrás oler a jugo de naranja el resto de la tarde ¿o sí?—dijo con una sombra de sonrisa en sus labios. Bufé en voz baja, sonrojada.
—Pero yo...
—No te preocupes—me atajó—si Rebecca pudiera convertirte en una figurilla de porcelana y guardarte en una cajita lo haría sin duda alguna. Está loca, pero le agradas mucho, así que no creo que vaya a aceptar un no.
Hice un mohín al tiempo que él se devolvía hacia la puerta.
—Eithan—lo llamé, deteniendo sus pasos y volteó a mirarme, expectante—yo...—tragué saliva—sólo quería disculparme por mi imprudente pregunta en la cocina antes—torcí los labios—no fue mi intención incomodarte.
Él suspiró desviando la vista.
—Tú no tienes que disculparte y yo no debí reaccionar de ese modo ante tu curiosidad—caminó hacia mi, hasta quedar frente a frente de nuevo, más cerca que antes—sabía que en cualquier momento lo preguntarías y si te soy sincero, no me esperaba que fuera tan pronto. Me tomaste con la guardia baja, como siempre.
Fruncí el ceño.
—¿Como siempre?
Él asintió con la cabeza, embelesado con mis ojos antes de acariciar con su mano mi mejilla derecha, llevando su dedo pulgar a mis pómulos y luego alrededor de mis orbes.
—No estaba preparado para que llegaras a mi vida, Anna—apoyó su frente en la mía, dejándome respirar su mismo aire, sentir su cálido aliento en mi rostro—y creo que por eso me es tan díficil tenerte lejos. Porque me dejé llevar demasiado, porque me acostumbré rápido a tu presencia, a tu hermosa sonrisa... Tampoco estaba preparado para que decidieras estar cerca de mi aunque todo señalara que lo mejor era alejarte, no estaba listo para quererte...
Sonreí levemente cerrando los ojos ante el suave beso que dejó en la comisura de mis labios y que luego, desvié por mi misma a mi boca, uniéndolas una vez más por un corto tiempo que fue suficiente para dejarme sin aire.
—Será mejor que vaya por rebecca—susurró contra mis labios y se alejó no sin antes hacer una presión más contra mi boca, aspirando el momento.
Y tras una mirada cargada de intensos sentimientos, él salió de la habitación dejándome a solas. Me recosté en la pared, sintiendo mis piernas débiles luego de aquello.
Entonces una pregunta rondó mi cabeza de pronto. Eithan y yo ¿qué eramos?
Ya nos habíamos besado, el practicamente acababa de decirme que me quería y yo estaba más que dispuesta a quedarme a su lado sin importar los demás, pero aún no me quedaba claro lo que en esos momentos teníamos.
Resoplé intentando no llenarme la cabeza con tontas hipótesis y me dediqué a estudiar la habitación con más detenimiento.
Todo era sobrio, sin ninguna decoración que resaltara, lo cual no me pareció extraño. Era la habitación de un hombre después de todo, su aroma se hallaba impregnado en cada rincón.
Iba a entrar al baño para limpiarme un poco antes de que algo sobre el buró a un lado de la cama llamara mi atención.
Me acerqué con recelo a este, no era correcto que fisgoneara, aun así tomé el marco de madera puesto boca abajo sobre la mesita y contemplé la fotografía en esta, donde los rostros de una linda pareja se hallaban congelados con unas sonrisas de oreja a oreja que te daba la sensación de que eran muy felices.
La mujer rodeada por uno de los brazos del hombre a su lado era de cabello castaño y ojos cristalinos, su expresión era dulce y risueña. El hombre de cabello negro, fornido y de mandibula angulosa se veía imponente pero muy alegre. Sus ojos transmitían dureza y ternura al mismo tiempo, siendo de un color oscuro. Él... Se parecía demasiado a Eithan.