Rojo Sangre

18

Tragué saliva sintiéndome intimidada de pronto mientras el chico delgado acomodaba un mechón de su pálido cabello hacia atrás, descubriendo su frente del color de la nieve pura. Aunque en realidad, él no pareciera tan puro.

Soltó una sonrisa entre dientes posicionando un cigarrillo entre sus delgados labios.

—No es nada común que una chica como tú ande por aqui tan tarde, podría llegar a sucederte cosas muy malas—comentó, su voz gruesa tornándose siniestra.

Di un paso atrás.

—Ya me iba—articulé nerviosa antes de dar media vuelta, siendo detenida abruptamente por su fría mano que aprisionó mi brazo con dureza.

—Eres cercana a Eithan ¿no?—su aliento con aroma a cigarrillo me rozó la oreja, moviendo unos cuantos mechones de mi cabello—Seguro que sí, ya que ahora les da por besarse.

Me removí de su agarre, extrañada. ¿Este tipo nos estaba vigilando?

—Sueltame—demandé removiéndome de su agarre.

—No deberías estar cerca de un tipo como él ¿sabes?—prosiguió en un bajo susurro rozando sus labios con mi oreja, me tensé— no es bueno para niñitas tan frágiles como tú, ¿haz escuchado sobre Eloísa Jones?—deslizó la punta que no estaba encendida de su cigarrillo por mi brazo, me encogí temerosa—no querrás terminar como ella ¿verdad?

Me di la vuelta con brusquedad alejandome de su tacto. Lo encaré con firmeza.

—No necesito que me adviertas nada, confio en él y sé que es inocente de todo lo que lo acusan...

—Oh, claro que no lo es—me cortó riendo burlón—yo estuve ahí—fruncí el ceño—él la citó en ese lejano lugar donde días después la hallaron muerta.

Negué con la cabeza, esta empezaba a doler con más fuerza que antes.

—Eso no es verdad—susurré retrocediendo al tiempo que él se aproximaba con pequeños pasos.

—Pregúntaselo a él—sonrió de lado—sé que no será capaz de negarlo. Él la mato, yo mismo lo vi.

Un pitido insistente llenó mis oídos de repente, obligandome a cerrar los ojos con fuerza, respirando pesadamente.

—¿Tanto te afecta?—inquirió él al momento en que lleve una de mis manos a mi cabeza.

—Tú no sabes como se siente querer a alguien de verdad...—susurré, entrecortada y abrí los ojos fijandolos en los suyos, inexpresivos—eliges creer en él por sobre todo, porque todo tu ser se empeña en no aceptar que es una mala persona—apreté los párpados ante el repentino eco de una risa infantil, amortiguado como si me encontrara bajo el agua.

Una leve risa por parte del rubio me hizo mirarlo, abriendo los ojos por sobre el aturdimiento.

—Eres tan ingenua, que das pena—bufó desviando la vista antes de volverla a mi, con frialdad. Tanta que sentí que solo quería ocultar algo, algo que calaba en su interior—¿amor? Eso no existe. No sin que alguno de los dos desaparezca de la vida del otro, y entonces puedan sentir lo que es el verdadero amor. Porque eso también es incierto, puedes pensar que sientes algo fuerte por alguien, pero esos sentimientos son realmente revelados cuando esa persona ya no está.

Fruncí el ceño, regulando mi respiración. Mis piernas se sentían débiles de nuevo, a punto de flaquear y mi garganta estaba cada vez más seca.

Me incliné apoyandome en mis rodillas, tratando de que todo dejara de darme vueltas. Al hacerlo, mi collar se salió del interior de mi camiseta, reluciendo a la luz mortecina de la calle. No le tomé inportancia y una vez calmé mis nervios repentinos, me erguí suspirando.

Entonces, la mirada del chico frente a mi se posó en mi cuello con curiosidad y sonrió incrédulo.

-Que interesante joya-murmuró burlón. Profundicé mi ceño fruncido y me apresuré a devolver mi colgante dentro de mi camiseta, preocupada de que quisiera robarme.

-Debo irme-musité extrañada, di la vuelta de nuevo y emprendí camino lejos de él.

—Luego no digas que no te advertí—me detuve en seco y lo miré sobre mi hombro—deberías cuidarte de ahora en adelante, Hooper—sonrió entre dientes, con mofa.

Fruncí los labios y seguí caminando.

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Tomé aire con pesadez antes de salir del elevador y adentrarme al pasillo.

Seguramente james estaría furioso conmigo y dispuesto a mandarme a un internado de por vida.

Antes de siquiera posicionar mi tarjeta de acceso en la puerta, esta se abrió de golpe sobresaltandome.

James plantado frente a mi, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre el pecho era una faceta de terror. Me recordaba las veces en las que de niña me atrapaba robando las galletas de la alacena, pero en una versión mucho peor.

Parecía un padre realmente enfadado. Aun así se hizo a un lado para que entrara.

Lo hice casi con los vellos de punta.

—¿Te has dado cuenta de la hora que es?—inquirió apenas pasé a su lado.
La puerta se cerró a mis espaldas y sus pasos fuertes tras de mi eran evidentes.

—¿Dónde estuviste y por qué carajos no respondiste mis llamadas? ¡Estaba muy angustiado!—exclamó siguiendome hasta mi cuarto.

Tiré mi mochila a la cama y traté de buscar una buena excusa en la maraña de pensamientos difusos que era mi cabeza, consiguiendo tan sólo revivir aquella imagen aterradora. Mi cabeza palpito de dolor una vez más.

—¡Anna ¿me estás escuchando?!—insistió, airado.

—¡Por supuesto que te escucho. Aún soy lo suficientemente joven como para tener oidos saludables!—respondí, volteando hacia él agotada e irritada. Casi llegando a mi límite—¡y por una vez en tu vida, agradecería que me dieras espacio!

Él pareció perturbado ante mi enfrentamiento pero luego parpadeó, tensando la mandibula con una mirada dura.

—Te daré todo el espacio que quieras una vez me digas donde estuviste toda la maldita noche—masculló entre dientes—me dijiste que ibas a hacer un proyecto de la escuela con una "amiga"—hizo comillas con los dedos—pero dudo mucho que se hayan tomado la delicadeza de continuar con las tareas hasta las diez de la noche. Así que dime, ¿con quién estuviste?




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