Rojo Sangre

19

Años antes, cuando era sólo una niña solía tener pesadillas constantemente.

Pesadillas que una niña de mi edad no debería tener y que por lo tanto, me alteraban.

Entraba en pánico luego de que lograba despertar y siempre, en el fondo, me acostaba a dormir temiendo que no volvería a abrir los ojos. Pero cuando lo hacía, todo era peor.

No podía respirar.

Y sólo podía llorar de desesperación, esperando a que pasara.

James muchas veces tuvo que dormir en mi habitación, a los pies de mi cama como esa mañana para calmarme por si llegaba a ocurrir de nuevo.

Luego de esas crisis, nunca recordaba lo que había soñado. Y lo que en esa ocasión me atemorizaba y me daba a entender que algo estaba mal, era que podía recordarlo con claridad. Como si lo hubiera vivido de verdad y mi cerebro sólo quisiera recordarmelo.

Aún en trance me obligué a mi misma a avanzar hacia la entrada de la escuela repleta de estudiantes que rápidamente se dirigían a sus clases como siempre. Todo parecía apacible a mi alrededor menos dentro de mi.

Mamá estaba en el hospital, y todo era mi culpa.

Marcus quizá no habría llegado tan lejos mientras estuviera con ella, mientras no me hubiera ido como una cobarde. Lo mejor habría sido que hubiera insistido en quedarme, sin importar como seguiría siendo mi vida en esa casa.

Me apoyé en mi casillero dándome cuenta de lo vacío que quedaban los pasillos con cada segundo. Ya era hora de entrar a clases, había llegado más tarde de lo normal debido a lo aturdida que la noticia me había dejado.

Debía entrar al aula pero eso ya no importaba.

Despues de todo, james había sido el que había insistido en que fuera a clases. En esos momento seguramente ya estaba tomando su vuelo a San diego y yo seguía ahí, sin poder hacer nada más que esperar.

Apreté los párpados apoyando mi cabeza en los casilleros al tiempo que deslizaba mi espalda todo el camino hasta sentarme en el piso frío, en medio del silencio de los pasillos que fue interrumpido por el chirrido de la puerta de entada, seguido de unas pisadas suaves en las baldosas.

No me fijé en estas hasta que se detuvo a mi lado y suspirando dejó caer su mochila al suelo antes de sentarse junto a mi con las piernas flexionadas.

—No es propio de ti que estés tirada en el pasillo en horas de clases—comentó, mirando sus zapatos, pensativo—¿te sientes mal?

Solté el aire, cerrando los ojos por un instante.

—Más o menos—susurré en respuesta.

Él guardó silencio unos segundos antes de aclararse la garganta.

—Supongo que sonará muy repetitivo...—murmuró jugando con los cordones de sus zapatos—pero lamento como te traté ayer luego de lo que pasó con Andersey.

Sonreí sin ánimo mirando el techo, concienzuda.

—Si que sonó repetitivo—adam rió un poco en voz baja—fue casi como un déjà vu, pero está bien...—suspiré cansada—no soy nadie para cuestionar lo que crees, eres libre de pensar lo que quieres sin embargo, no trates de cambiar lo que pienso de él ¿de acuerdo?

Lo encaré aún con la cabeza apoyada en el casillero, él volteó a mirarme pensativo y asintió con la cabeza.

—Bien, trato hecho—extendió una mano hacia mi y la estreché sonriendo un poco.

—Sam me contó que conociste a Eloísa—lo sentí tensarse a mi lado—no quiero incómodarte, solo quería aclarar que entiendo tu posición. Era tu mejor amiga después de todo ¿no?

Él agachó la mirada apoyando los codos en sus rodillas y sonrió con tristeza.

—Nos conocíamos desde que ibamos al kinder, ella no merecía morir tan rápido—tragó saliva, afectado—había sufrido mucho por la desaparición de su hermana mayor y tenía la esperanza de vivir hasta verla aunque sea en un ataúd...

—Espera, ¿su hermana había desaparecido?—inquirí mirándolo, sorprendida.

Adam afirmó con la cabeza, desanimado.

—Ella tambien era mi amiga, aunque no nos llevabamos muy bien nos veíamos obligados a fraternizar puesto que nuestras familias eran un poco cercanas. Pero el día que no volvió a casa...—fruncio los labios—fue difícil de procesar—se mordio el labio inferior—. Perderlas a ambas fue muy duro tanto para sus padres como para mi, aún no hemos podido superar eso.

Se frotó la barbilla, tomando una calada de aire.

—Eso es horrible...—murmuré casi para mi misma, asombrada.

—Sam me dijo que nos acompañarías a... Visitar su tumba hoy—comentó reemplazando su gesto de bruma por una sonrisa leve.

—Sí, espero que no te importe.

—Para nada.

Jugué con mis dedos, pensativa.

—Y... ¿Nunca encontraron a su hermana?—cuestioné, curiosa.

Adam negó con la cabeza.

—Es como si la tierra se la hubiera tragado—torció los labios-aún guardo la esperanza de que encuentren al menos su cádaver y así enterrarla junto a su hermana.

Suspiré abrazando mis piernas.

—¿Puedo preguntarte algo?

Adam asintió sin remedio perdido en sus pensamientos.

—¿Por qué Eithan y tú casi pelean ayer?

El castaño volteó a mirarme, agotado.

—¿En serio necesitas que te diga algo como eso?—contestó levántandose y llevándose su mochila al hombro. Me erguí también yendo tras él quien se dirigió a su casillero y se dedicó a abrirlo con la mirada impasible.

—Escucha, sé que ustedes no se llevan bien pero pude ver que la riña no fue precisamente por sus diferencias—lo miré esperando una reacción pero sólo revisaba unos papeles de su taquilla sin ánimo de querer hablar de eso. Rodé los ojos-sé que le dijiste algo que lo sacó de sus casillas...

Adam tensó la mandíbula.

—Eso es algo que sólo nos concierne a los dos y no quiero ser grosero justo después de haberme disculpado pero es mejor evitar estos temas si no quieres que terminemos peor que antes—respondió observándome sereno.

Solté un suspiro, derrotada.

—De acuerdo—alcé las manos en rendición—tienes razón.




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