Roma volvió a la chacra de su madre. Observó a los insectos chocarse contra los focos de luz en el porche. Los murciélagos volaban cerca de sus nidos, cazando por ahí. Algunos graznidos de cuervos a lo lejos. La vampira respiró hondo. Llamó a la puerta, una vez que tuvo el valor. Amelia debía estar cenando. Escuchó el crujido del suelo de madera. Estaba acercándose a la entrada. La puerta se abrió. Amelia observo a la vampira, brillando bajo las tenues luces. La mujer hizo un gesto despectivo.
- No me cierres la puerta. Esta vez, vamos a hablar.
-Tuviste suerte que no te volará la cabeza con mi rifle la primera vez-resopló con amargura.- Terminemos este encuentro de una vez.
-¿Rifle?
-Sí, desde que me metí con Danthario. Sus enemigos me amenazan. No te preocupes, puedo cuidarme yo misma.
Amelia le hizo un gesto para poder salir fuera de la casa. La vampira se movió, dejando que su madre saliera con sus sandalias turquesas y un abrigo liviano. En las noches refrescaba. Había una mesa y unas sillas a unos metros de la entrada. Se sentaron allí. La mujer metió las manos dentro de sus bolsillos, sacando un cigarrillo y un encendedor. Prendió el pitillo, dándole una buena pitada.
-¿Desde cuándo fumas?-preguntó Roma sorprendida de los nuevos hábitos de ella.
-No estás acá para darme un reclamo, ¿verdad?
-¿Cuál es tu problema?-inquirió ofendida- Te habló con respeto y lo único que me devuelves son groserías.
-Por favor, Roma. Dime qué buscas.
-Quiero unir ambos mundos. Fecor me dejó en claro que es complicado, ¿qué opinas?
-¿Qué opino sobre los ocultos?-repitió con sarcasmo.
-Necesito empezar a comprender a los humanos. Sos mi comienzo.
-Desde la edad media que los mortales nos sentimos perturbados por ustedes. Han traído enfermedades a nivel de epidemias y pandemias. Nos enferman.
-El mundo evoluciona. La ciencia crea posibilidades para mejorar la calidad de vida en ustedes. También puede hacerlo por nosotros.
-Hay millones de personas que detestan las cosas raras y aterradoras. Por ejemplo los demonios tomando el control de un cuerpo, los vampiros como vos que se alimentan de nosotros hasta matarnos. Puedo seguir dándote razones para sacarte esa ridícula idea de la cabeza.
-Ya me diste malas razones. También hay buenos motivos, ¿cuáles son?
Hubo un silencio. Amelia dio otra calada a su cigarrillo, tiró la ceniza sobre un recipiente con varias colillas. Se acomodó en su lugar. Regresó su atención a la vampira, tímida y acurrucada en la silla plástico. La mujer analizó sus respuestas. Sus cejas fruncidas y su nariz arrugada expresaban el disgusto por la presencia de Roma.
-Danthario se dará cuenta que estás aquí, ¿qué harás?-dijo su madre, finalmente.
-Explicarle mi objetivo. Todos deben saber que podemos romper esos estereotipos generales.
Amelia se rio.
-A tu edad, pensaba igual. Tengo algo de responsabilidad para que pienses así, Roma. Pero si quieres un mundo diferente. Primero tendrás que dominar.
-No quiero una guerra.
-No existe otro modo. Son mundos paralelos, siempre hubo enfrentamientos y desastres, incluso traiciones de los humanos con los ocultos.
-¡No, deja de exponer la violencia, madre!-espetó, hartándose del odio de ella- Vos viviste años con los ocultos. Aún recuerdo tus historias. Desde niña te relacionabas con las hadas, ¿sigue existiendo esa niña de grandes sueños en la mujer que sos hoy?
-Necesito descansar.- se excusó Amelia, apagó su cigarrillo y se puso de pie- ¡Buenas noches, Roma!
La vampira no dijo nada. La charla había quedado ahí. La resistencia de Amelia era muy fuerte. Aunque Roma esperaba haber tocado algún recuerdo valioso en ella. Conmoverla, inspirarla. Se incorporó, viendo a su madre entrar a su casa y cerrar la puerta. Suspiró. No había conseguido buenas razones para hacer una unión, al menos quedaban los Hermanos Oscuros. Volvió por el camino hacia el refugio de las sierras. Fecor tendría que haber regresado de su paseo.