Roma

9. Todo lo que se debe hacer

Lucio la llevó a una feria con puestos de comidas y artesanías en la plaza central. El aroma a diferentes preparaciones inundaron los sentidos de Roma.

Sintió las vibraciones de freidoras y agua hirviendo en ollas a fuego alto. A vendedores ofreciendo sus comidas deliciosas. Nunca imaginó algo así ¡Era fascinante! Ella estaba descubriendo todo por primera vez.

Lucio se compró un cuenco de arroz y pescado frito. Roma olía la comida del chico, más allá de la salsa, el jarabe y jugo de naranja con hielo. Se detuvieron a ver una tienda de mantas y ponchos tradicionales peruanos. Eran hermosas telas de lana de cabra y alpaca ¡Todo tenía un encanto tan único en Perú! Duraba toda la noche, cada tercer sábado del mes.

—¡Es maravilloso, la verdad!—dijo Roma con una lágrima roja de emoción.

—¿No lo recordabas?—dijo Lucio masticando su comida—Veniamos cada feria. Pensé que te traería algún recuerdo.

—Al parecer no recuerdo muchas cosas...

—Lo siento mucho. Todo lo que te ocurrió, Roma. Hubiese querido hacer algo para evitarlo.

—Nadie puede evitar a los Blackwood.

Lucio se quedó masticando un trozo de pescado. Las luces de la plaza iluminaban intensamente el cabello azul de la joven vampira capturando su belleza completa. El muchacho acarició la mejilla de ella con el dedo índice. La vampira giró a mirarlo. Hubo un momento donde sus ojos trataban de describir los sentimientos, sin embargo Roma no estaba segura de si sentía amor o solo estaba interesada en tener un reencuentro con su amigo de la infancia. Ninguno lo sabía aún. En ese instante, se escucharon unos ruidos fuertes de unas grandes motos entrando a la feria. Esos tres chicos causaron todo un desastre. La comida quedó en el suelo, desperdiciada y los comerciantes furiosos arrojandoles tarros y cualquier cosa para echarlos de la plaza. Roma se puso de pie. Sintió la necesidad de hacer algo, también.

—¡Qué idiotas!—dijo con el ceño fruncido, apretando los puños.

—No hagas nada, Roma.

—¿Nada...?

—Es mejor no meternos en las cosas de los humanos.

—Perdon, Lucio. No opinó lo mismo.

—Vamos al hotel. No hagas nada, ¿Me entendiste?

—No quedara así.

—¡Maldita sea, Roma!

Ella corrió y siguió el rastro de las motos que tomaron la segunda calle. Roma ignoró a Lucio que quería detenerla, golpeándolo en la cara. Ella estaba cometiendo un error que costaría caro al mundo oculto.

Roma corrió a toda velocidad, usando sus poderes de vampira. Paso entre autos, camiones y micros, llegando a encontrar a los tres jóvenes. Tendrían veinte años. Eran niños ricos. Quizás no tuviera que crear una guerra entre mundos; solo limpiarlo de idiotas.

Roma rompió el cable del freno de la primera moto. Pasó hacia la última con un salto girando en el aire y se subió. Obligó al joven que frené con sus manos sobre las suyas.

—¡¿Qué carajos?!

—¡Daniel!

—¡No puedo parar! ¡No tengo frenos...!

Roma saltó de la última moto. Se elevó en el aire, cayendo delante de la primera moto de Daniel y tomó al chico de la remera, lo levantó en el aire. La moto se estrelló contra una vitrina, rompiéndose el vidrio por el impacto.

—¡¿Qué?!

—Hola, imbécil.—dijo Roma, mostrando sus comillos.

—¿Qué mierda?—dijo el segundo.—¿Quién eres?

—¿O qué soy?

Los tres amigos se quedaron callados.

—No vuelvan a hacer vandalismo. Vayan a trabajar o lo que sea—dijo Roma con una voz fuerte y clara—. La próxima dejaré que se maten ¿entendieron?— concluyó soltando a Daniel que cayó al piso.

—¡Roma!¿Qué haces? ¿Te volviste loca?—regaño Lucio caminando hacia ella. Había dado vueltas con la camioneta, siguiendo su olor.

—Tampoco, es para tanto...

—¡Dios Todopoderoso , dame paciencia!

—Calmate. Creo que dejé un buen mensaje a esos tres.

—¡Sí, claramente! No lograrán dormir en un mes con el susto que les diste.

La tomó del brazo, arrastrándola hasta la camioneta, se largaron de ahí.

— Esto va a traer problemas.—dijo Lucio conduciendo.

—Al menos, hice lo que debía hacer.

—Es que no siempre podremos hacer algo.—dijo con calma. —No todos serán como tú madre o como mi familia.

—¿Crees que alguien va a hacerle caso a esos tontos?

—La verdad, no lo sé. En la ciudad hay cámaras—dijo Lucio, estaba nervioso.—Si querías una guerra de mundos; acabas de comenzarla.

Volvieron al hotel en silencio, sin tocar el tema. Roma se sintió increíble asustando a esos muchachos. Hizo bien, o hizo mal. Pero lo hizo siendo que pronto tendría consecuencias de suw actos de novata en el mundo de los humanos.

Cuando bajaron a los subsuelos, Fecor la esperaba. Estaba sentado, con un periódico y una botella de whisky. Su fuga estaba llevándolo a disfrutar demasiado la superficie, y sobre todo, beber y las hadas oscuras. Al verla acompañada de Lucio, no lo encontró divertido y se acercó, cuestionándole sobre ello.

—¿Ahora qué?—dijo Roma—No me busques o me encontrarás en el peor momento, Fecor.

— Yo era tu amigo...

—Eres mi amigo, Fecor.

El demonio sonrió.

—Tengo que decirte algo y no te va a gustar.

—¿Qué...?

—Tu padre te rastreó hace dos días y ahora está aquí.

—¿Está aquí...?

—Sí, está en el hotel.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.