—¿Mami?
Una niña de seis años corría, llorando hacia su madre que estaba partiendo leña para prepararse para el invierno. La pequeña de ojos azules se frenó a unos metros con cuidado de que ningún fragmento de madera la lastimé.
—¿Qué pasó, Roma?
—La gallina...
—¿Otra vez, hija? Te dije que te volvería a pasar—reclamo Amelia—¿Por qué eres tan terca?
—Mami, me lastimé. —dijo, llorando con pena.—Mami, ayúdame.
“Mami, ayúdame”
Amelia fue una madre independiente dejando que su hija se adaptara a ello, protegerse a sí misma. No hubo ese amor que sus amigos tenían con sus madres y Roma le parecía extraño porque no conocía ese amor.
“Mami”
Ahora, volvió a encontrarla después de un par de años en la misma casa. Seguía siendo la misma madre de siempre. Solo más dura y testaruda.
Era la líder de los Hermanos Ocultos, fundado por ella cuando conoció a Danthario quien apoyó su idea, ayudándola a organizar el movimiento social. No solo eran activistas de paz entre humanos y el mundo ocultos, sino tenían leyes que dirigían y coordinaban un régimen.
No era lo que esperaba encontrar. Sin embargo sus recuerdos eran diferentes. Recordaba a Amelia como una madre atenta, dulce y comprensiva. Al contrario, conoció a una mujer terca y solitaria. Justamente lo mismo que Danthario.
—Mami...
—Aca estoy, Roma.
—¿Dónde estamos?
—En el hotel Lucio.
—Bueno...¿Mí padre? —dijo Roma, abriendo los ojos. Vio oscuridad.
—Estoy acá, también. Tus amigos no te verán de nuevo.
Hubo un silencio. El silbido del viento atravesando los huecos de las rocas, las vibraciones hacían caer polvillo llenando los muebles y el ambiente de una neblina rojiza. Amelia tenía un cubre bocas negro evitando que el polvo entré a su garganta. Roma pudo verlos con claridad, apesar del espeso aire. Danthario estaba furioso. Tenía una mirada amenazante.
—Tenemos que arreglar lo que hiciste, Roma—dijo Amelia.
—No. Quería que pasara.
—¿De qué hablas?—dijo Danthario.
—Tu me usaste como querías. Me convertiste en tu esclava como todos.
—¡Por favor, Roma! Parezco el malo de esa forma. —añadio el vampiro.
—Paren los dos. —detuvo Amelia—Asi no arreglamos nada. Tranquilos.
—Los dos son iguales. Por eso, se casaron y se enamoraron de esas ganas de poder.—menciono Roma, acomodándose. Se dio cuenta que estaba atada a la cama.—¿Que pasa? ¿Qué harán conmigo?
—Queremos estar seguros que no harás nada más estúpido, hija. Eres un peligro.—dijo Amelia. —Haz causado mucho daño.
—Estan locos...
—Es por tu seguiridad y la de todos, nena.
Vio que no era posible derrotar a dos mentes tan fuertes como la de sus padres. Ella era una novata, todavía. Estaba aprendiendo a moverse en el mundo, viendo algunas situaciones comunes de los humanos y otros seres del mundo oculto. Tenían razón. Sus impulsos solo causarían daños irreparables, llevando una guerra inevitable. Lo que ella había esperado en un principio, a diferencia que sería entre razas en el mundo de los ocultos.
Sus padres se fueron. Al cerrar la puerta, las antorchas se apagaron, dejándola en la absoluta oscuridad.
A las pocas horas, volvieron a despertarla. Las antorchas se encendieron. Abrió los ojos. Era un Hermano Oculto. Se acercó y le dejó dos bolsas de sangre cerca de ella que alcanzará a tomarlas. El chico se quedó mirándola, mientras bebía su alimento. Tenía ojos negros, de mirada intensa y fija en ella atravesandola como espadas de rencor y odio. Roma se sintió amenazada.
—¿Quién eres?—dijo ella.
—Me llamo Nicolás. Sé lo que hiciste.
—Todos lo saben.—dijo ella.—¿Qué pasa?
—Tengo cosas pendientes con tu familia, los Blackwood.
—¿Qué quieres?
—Ayudarte. Tengo más conocimiento de cómo funcionan las cosas en los Hermanos Ocultos y lo demás —respondio el chico—Ademas, no creas que me caes bien. Solo eres mí llave para llegar esos chupa sangre.
—No te conozco. No estoy segura que digas la verdad.
—Bueno, como quieras. Le diré a tus amigos que estás bien. Preguntaron por ti.
—Ellos...
—Estan bien. No pueden acercarse o serán arrestados y con cargos por cómplices. Mí jefa les dio una oportunidad. —menciono Nicolás.
Nicolás se fue. Las antorchas se apagaron.