Roma

19. La pelea

Roma y Fecor empezaron a trabajar. El demonio tenía muchos conocimientos que sorprendieron a la vampira. Encontraron informes de Danthario en su formación militar. Era un hábil soldado, sin tregua y nunca se rendía. Era impredecible. Su padre buscaba un rango superior en el ejército.

-No te preocupes. -dijo Fecor, tocando el hombro de la vampira -Encontraremos una debilidad. Siempre aparece algo.

-Pero debe tener a todo el mundo oculto a su favor, ¿Quién soy yo?

-Yo también tengo muchos amigos, Roma. Aunque no lo parezca.

Roma acomodó los papeles que imprimieron en la biblioteca, guardándolos. Giró a él. Lo miro. Fecor estaba cumpliendo con su promesa. Iba a ayudarla porque la quería y le importaba. Roma le dio un beso en la mejilla.

-Gracias, estás portándote muy bien.-dijo.

-Claro. Siempre lo hago.

-Lo sé. Te debo todo lo que haces por mí, Fecor.

-Hay algo que puedes hacer por mí. -dijo él.

-¿Qué es?

-Visitar a tu verdadero abuelo. A tu sangre.

-No lo sé...-dijo desviando la mirada.

-Vamos, Roma. Él puede ayudarnos mucho en esto.

-¿Estás seguro? ¿Acaso no va a traicionarnos para apoyar a mí padre?

Fecor sonrió, acarició su cabello y le dio un beso en la frente. Prometió que no sería así. El abuelo de Roma era un príncipe que, en su pasado fue un ángel. Tenía algunos valores de lealtad y las guerras le emocionaban cuando podía participar en ellas sacando provecho.

-Un ángel caído…

- Se llama Azaroth.

-Nunca oí de él.

-Prefiere mantenerse alejado del mundo oculto. Le gusta ayudar pero recibir algo a cambio.

-Voy a pensarlo.

Eran muchas cosas que pasaban por la cabeza de Roma ahora mismo. Salieron de la biblioteca. En el camino, se cruzaron a Lucio. Hacía tiempo no se acercaba a Roma. El chico la veía todos los días con Fecor lo cual hizo alejarse más, casi ignorándola.

—Lucio, ¿no vas a saludarme?

-Roma, hola, ¿cómo estás?

-Hago lo que puedo.

- Eso veo. -dijo con indiferencia. Ella frunció el ceño—. Está todo bien.

-Apenas te vi por el hotel.

-Sí, estoy trabajando, Roma. Es lo que hago.

-Oye, no seas un idiota con ella. Te está hablando bien.-intervino Fecor notando la tensión del hombre lobo.

-¿Tú, sí le haces bien? Eres quien la haces sentir dolor y no te importa —mencionó Lucio enfadado.

Fecor le dio un puñetazo en la cara. Lucio retrocedió por el impacto del golpe inesperado. Sus ojos brillaron. Lucio estaba esperando que Fecor perdiera la paciencia. Le devolvió el puñetazo en el estómago y otro en el rostro. Roma se apartó de la pelea. Ellos se odiaban.

-¡Pegas como marica!-se burló Fecor, tomándolo del brazo y lo tiró al piso de un solo movimiento.-Muchas batallas ganadas pero nunca peleaste con un demonio.

Lucio le dio un cabezazo, hizo desequilibrar a Fecor. Se incorporó rápido.

-¿Qué diablos hacen…?-grito Roma con nervios. No sabía qué hacer -¿Qué les pasa?

-No te metas. Son cosas nuestras. -la calló Lucio.

-¡No le hables así! -gruño el demonio.

Empujó a Lucio contra la pared rocosa, usando sus poderes. Las rocas se movieron rápido atrapando al hombre lobo, capturándolo de los brazos, el pecho y el cuello. Fecor lo miró con conformidad de detenerlo.

-A ver, si eres tan rudo ahora-se burló el demonio.

-Que tramposo...¡Más te vale que me sueltes!

-Existen otros que manipulan los elementos aquí, búscalos.

El demonio buscó a Roma, no estaba. Tuvo la oportunidad de irse mientras ellos se peleaban. Fecor suspiró y escuchó la risa de ironía de Lucio. Lo miró de reojo. Le cubrió la boca con rocas.

—¡Roma! ¿Dónde estás?—la llamó recorriendo el pasillo.

No la vio por ningún lado. Estuvo buscándola por todo el hotel. Preguntaba a todos los huéspedes y trabajadores de allí. Nadie sabía nada. Seguramente haya salido del hotel. Se cruzó con Lucio, logrando se liberado por uno de sus trabajadores.

—Se fue.

—¿Qué? No me jodas.

—Se fue Roma, idiota. No la encuentro.

—¿Y qué me importa?

—Hay sol. No la encuentro en el hotel.

—No es suicida, Fecor, ¿acaso no la conoces?—dijo Lucio acomodando su ropa con polvo.—Tienes que esperar veinticuatro horas para que haga una salida de búsqueda. No puedo hacerlo por una intuición de un huésped.

—Saldré a buscarla. No eres lo que ella merece.

Pegó media vuelta, alejándose del muchacho que se quedó impresionado por la declaración del demonio. Era cierto. Se preocupaba menos por su amiga de la infancia y más por su hotel. Fecor subió a su dormitorio, empezando a guardar las cosas que necesitaba para salir a buscar a Roma, ¿dónde estaría? En pleno luz del día…

Era su culpa.




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