Roma regresó. Estaba manchada de sangre. Todo su cuerpo. Fecor se alteró, ¿Qué le pasó?¿Qué hizo? El demonio se acercó, tomándola de los hombros. Estaba desesperado.
—Roma, explícame.
—Ya lo hice. Me bañé de sangre...Lo hice.
—¿A qué te refieres?¿Mataste a tus padres?
Roma sonrió irónica. Es lo que más deseaba. Fecor estaba nervioso. Insistió.
—¡Dímelo!
—Entré al Lago de Sangre, Fecor. Le pedí a Nuestro Rey que me hiciera más fuerte y a ti, también.—respondio, al fin.—Y funcionó. Él hace lo correcto.
—¡Tonta! ¿No te das cuenta de la gravedad?
—No pasa nada. Hice un pacto con él.
—No lo puedo creer...Cometiste el peor error, Roma.
—Ya...¿Por qué estás tan enojado?
—¡Mierda! ¡Metiste a Satanás en esto! No tienes idea...
—No hará nada. Seré yo quien haga las cosas, Fecor.
Él la empujó causando una angustia en Roma. El demonio estaba decepcionado. Intentó protegerla durante semanas y no lo escuchaba. No quería saber nada de Roma. Se cansó. Retrocedió, alzó las manos en rendición.
—Te quedas sola en esto. No voy a ayudarte más, —dijo—me equivoqué contigo. No eres lo que esperaba.
Desapareció antes que Roma lo detuviera. Cerró los ojos, soportando la deslealtad y el abandono. Alguien se acercó.
—Roma...¿Estás bien?
—¡No!
—De acuerdo...—dijo Federico.—Nos iremos, ¿Te parece bien?
—Sí.
El grupo de rebeldes se fue. Se quedó mirando la mansión destruida de los Blackwood. Suspiró. Se pasó la mano por la boca, lamiendo la sangre. Tenía un sabor exquisito. Algo que nunca había probado. Espero que llegué Danthario siendo enterado del incendio. Ella se acercó. Los bomberos estaban limpiando los escombros y apagando los últimos incendios menores del edificio con extintores.
—¿Señorita?—dijo el capitán —¿Qué le pasó?
—Tienen que irse. Y estoy muy bien.
—Tiene que hablar con la policía ¡Mírate, estás llena de sangre!
—¡Roma, maldita seas, pendeja!—grito su padre caminando hasta allí y le dio una bofetada.—¡Qué vergüenza!
—Tu no tienes control sobre mi...padre.
—Esto tiene que ser una broma—interrumpio Amelia—¿Qué estás haciendo, Roma?
—Disculpen, ¿Pueden explicarme qué pasa?—intervino el capitán.
—¡Larguense todos!—grito Danthario usando sus poderes de convencimiento.
Los bomberos, la policía y otros departamentos de emergencias se fueron rápido. Danthario miró con ira a su hija. La empujó pero ella no se movió. Torció la cabeza y dio una carcajada. Tomó a su padre del cuello, ahorcandolo. Amelia gritó que parara. Estaba desesperada. Roma no la escuchó. Le rompió el cuello al vampiro y lo soltó. Cayó de golpe sobre el suelo negro.
—¡Roma, no!
—No te metas. Tú me traicionaste hace mucho y me abandonaste. No creas que estás fuera de mi venganza, madre.
Amelia lloró sobre el cuerpo medio inconsciente de su esposo. A ellos siempre les importo estar juntos y sobrevivir a todas las personas que se pusieran en contra de ese amor. Roma solo fue parte de algo. Solo que nunca fue suficiente para ninguno de sus padres. Pegó media vuelta. Amelia corrió hacia ella, tirandola al piso y la mordió con fuerza en el cuello, rasguñandola.
—¡Basta!
Amelia fue lanzada en el aire por el impacto de un hechizo. Era Fecor. Volvió a buscarla. La levantó entre sus brazos y cruzó el portal, cerrándose rápidamente.
No estaban en el hotel. Fecor se fue de allí, pagando la estadía de ambos. Era una habitación simple. Iluminada, con colores grises y ventanas tapeadas con maderas. Acostó a Roma sobre la cama.
—¡Qué desastre estás haciendo!—dijo el demonio, comenzando a limpiarla con sus poderes.—Todos están enojados y creando disturbios en el mundo de los humanos.
—Es mi mundo, ahora.—dijo ella abriendo los ojos—Te amo. Gracias.