Roma. Un amor para nunca olvidar

Capítulo 1. Un macabro plan.

Seis años antes...

—¡Mi nieto es un auténtico Katsaros! —gritó el viejo— ¡Nadie en la familia que hiciste con esa mujer, lo iguala, único heredero, solo él lleva mi sangre! —golpeó la mesa mientras miraba con desprecio la foto de los gemelos que fueron adoptados.

—Padre, por favor...—rogó el hombre— Son mis hijos también...

—¡Un cuerno Héctor! —interrumpió— ¡No me escuchaste cuando te dije que no te casaras con esa seca mujer, es una lástima que la madre de Alessandro haya muerto.

—Mis hijos, todos llevan formalmente nuestro apellido.

—¡Solo Alessandro lleva mi sangre! —un silencio ensordecedor quedó en aquel lugar cuando el viejo rompió con la paz de la familia Katsaros— ¡Jamás permitiré que aparte de todo, Alessandro tome por esposa a la hija de ese recien vestido.

—¡¿Cómo puedes hablar así?! —se levantó furioso el padre de Alessandro— Mi hijo la ama, no importa que no sea de nuestra cultura, a él no le importa.

—¡A mí sí, no entiendo cómo pudo dejar a Alicia Vasileiou, por semejante cosa! —el hombre caminó tratando de escapar, pero el grito ensordecedor del viejo lo detuvo— ¡Sientate Héctor! —afincó con dureza el bastón, el anciano dejaba salir su furia en aquella mirada sin brillo— No te alzarás contra tu padre, nuestras costumbres no permiten tanto libertinaje, y esa chica es una don nadie, sus apellidos no dice nada, pero tú y tu mujer la celebran como si fuera grandiosa, luego me preguntas porque no te he puesto a gerenciar mis negocios, eres un blandengue que llevarás a la familia a la quiebra.

—Montenegro, tiene dinero...

—Eso no se llama dinero, y ya basta...

—¡No puedes decidir por Alessandro! —interrumpió nuevamente Héctor— ¡Mi hijo está enamorado de Clara, viven un bonito amor, su madre y yo estamos contentos de que sea feliz!

—No sabes lo que dices, no quiero que mi nieto siga tus pasos, de eso me encargo yo.

Fueron las palabras del calculador anciano, su hijo Héctor no podía creerlo cuando ya el viejo había trazado el destino de Alessandro, quien era inocente de aquel macabro plan.

—Me retiro padre, no quiero escucharte más.

—¡Te sientas y escuchas, obedece mis órdenes, si no lo haces, tú y tu familia abandonaran la mansión Katsaros está misma noche, y sabes que no juego!

Héctor sintió un profundo escalofrío que tocó hasta sus huesos, un quebranto le sobrevino y lloró de impotencia sin poder evitarlo atendiendo a la voz de mando de su padre.

—No puedo creerlo, ¿Quieres que compita con mi hijo por la herencia?

—No, tu jamás serás mi heredero, ni siquiera por ser mi único hijo varón, ¿Sabes por qué? —Hector lo miró esperando la estocada de la verdad— Porque no valoras nuestro apellido, nuestro nombre...piensas heredar a gente agena a nuestra sangre por complacer a esa mujer que dices amar, jamás esos bastardos que adoptastes se quedarán con nada de lo que por generaciones los Katsaros han construido...

—Solo trabajo para tí, si permanezco en esta casa, es por Alessandro, dañarás su vida, es noble, y tú no...todo lo controlas, ahora entiendo tu comportamiento con la familia Montenegro.

—Así es, en conclusión para que te quede claro, yo jamás dejaré que mi fortuna la administres tú para repartirla entre tus hijos adoptivos y mi nieto...te lo dije, Alessandro es un auténtico Katsaros y solo él será mi heredero, pero tampoco lo quiero con esa chica que peca de marginal, así los veo, ellos serán grandiosos en su miserable país, pero aquí son nadie.

***

La ciudad estaba prendida en colores y celebraciones, Clara Montenegro disfrutaba de un sueño, y éste era el mismo que compartía Alessandro Katsaros desde el mismo día que se descubrieron enamorados.

No era un secreto para las dos familias, el señor Ronald Montenegro estaba consciente de que su hija había entregado su corazón a Alessandro, la felicidad de ella marcaba una pauta que nadie que no haya amado no entendería.

Por otro lado estaba la familia Katsaros, felices, a excepción del calculador abuelo, éste tenía en su mente el tema del crecimiento y la expansión de sus negocios, pero discriminaba el hecho de que su nieto escogiera para esposa a la hija de Montenegro.

—¿Qué de bueno bueno venir de esa gente que ni clase tiene, y el poco dinero que les quedará cuando los barra de mis negocios no servirán más que para volver a su país.

Ya tarde, cuando la noche había avanzado, la puerta del despacho se abrió, y el viejo vió a Alessandro, de inmediato lo llamó y lo hizo entrar, aguardando una terrible imagen de preocupación que alarmó a su nieto.

—¡¿Qué sucede abuelo?! —Alessandro se acercó conociendo lo rudo del carácter de este viejo que no bajaba la guardia, ni en el peor de los momentos.

—Tu padre me ha avergonzado. —dijo, y lloró como si la vida se le iba— ha cometido un terrible error que ocasionó muchas perdidas, y ahora estamos en las manos del señor Helios Vasileiou.

—No puede ser...abuelo, no es en serio, hasta donde sé, mi padre maneja muy bien los negocios... jamás toma decisiones que no pasan por tus manos y tú aprobación.

—No, no es así Alessandro, —interrumpió— lo hizo queriendo impresionarme como siempre, y ahora Vasileiou nos tiene en sus manos, tú sabes qué es lo que quiere.




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