Romance con la Jefa

Capitulo 11 - Tensiones en la oficina

Leonardo llega temprano a la empresa, decidido a retomar el proyecto tras la tensa reunión previa.
Aunque las dudas sobre su liderazgo aún escuecen, se siente motivado por el apoyo de Andrea ante los cuestionamientos.
Mientras el equipo empieza a llegar a la sala, Leonardo saluda cordialmente:
"Buenos días a todos. Sé que la junta anterior tuvo roces, así que propongo empezar de cero...".
Pero uno de los empleados lo interrumpe: "Leonardo, francamente muchos aún tenemos reparos sobre ti guiando un proyecto tan ambicioso...".
"Entiendo sus reservas", replica Leonardo con seriedad. "Pero estoy aquí para dirigir este equipo al éxito. Hoy mismo verán de lo que soy capaz".
Y comienza a exponer la estrategia con renovada convicción, decidido a ganarse el respeto del grupo con hechos y resultados contundentes. No será fácil, pero Leonardo está listo para el reto.
Más tarde, Andrea ingresa a la sala de juntas para supervisar los avances. Leonardo no puede evitar mirarla, rememorando la noche de pasión compartida.
Distraída, Andrea se pierde en el recuerdo de las íntimas caricias y los cuerpos entrelazados. Las manos de Leonardo recorriendo su piel...sus besos ardientes...la entrega absoluta...
"Andrea, llegas justo a tiempo para revisar los avances en la estrategia. Como les decía al equipo, mi idea es implementar una segmentación del mercado para enfocarnos en el público millennials a través de las redes sociales...", expone Leonardo.
Pero Andrea sigue absorta en su ensoñación, reviviendo cada sensual momento junto a él, ajena por completo a las miradas de los presentes.
De pronto la voz de Leonardo interrumpe sus evocaciones: "Perdón, quizá debí resumir más la actualización. Andrea, ¿qué opinas hasta ahora del plan que proponemos?", pregunta mirándola fijamente.
Andrea parpadea confundida, con las mejillas ardiendo. Balbucea nerviosamente:
“Este...sí...la verdad es que no estaba prestando mucha atención justo ahora”.
Se revuelve incómoda ante los ojos de todos los presentes sobre ella. Andrea siempre irradia control y autoridad en sus intervenciones.
Pero ahora luce dubitativa y distraída, cosa muy extraña en ella. Los empleados cruzan miradas de desconcierto.
“Mejor mándame la actualización completa por email”. Dice trastabillando. “Revisaré los detalles a profundidad en mi oficina más tarde y te daré mi Feedback”.
Y sin más, prácticamente huye a paso veloz de la sala de juntas, ante la estupefacción de su equipo al ver ese comportamiento tan inusual e inestable en ella.
Tras la abrupta y nerviosa salida de Andrea, Leonardo se queda pensativo, preguntándose qué le habrá pasado. Es muy raro verla perder así la compostura y lucir tan distraída e incómoda.
Observando hacia la puerta por donde ella se escabulló, algo hace clic en la mente de Leonardo. ¿Será posible que Andrea esté batallando contra pensamientos sobre su noche de pasión, al igual que a él mismo le está costando borrar esa tentadora imagen de su cabeza?
Recordando fugazmente cómo el vestido ejecutivo de ella remarcaba sus curvas tonificadas, Leonardo sonríe para sí mismo. Desde que Andrea entró a la sala, él no ha dejado de imaginar volver a despojarla de esa fachada profesional, a tenerla desnuda entre sus brazos como aquella noche gloriosa.
Quizás la inusitada reacción de Andrea se deba justamente a que su mente también está invadida por esos pecaminosos recuerdos. Ese pensamiento secreto hace sonreír internamente a Leonardo antes de retomar la junta con renovados bríos.
De vuelta en la privacidad de su oficina, Andrea se sirve un vaso de agua helada, aún temblorosa.
"Contrólate Andrea...no puedes perder así la compostura frente a todos..." se reprocha mentalmente.
Tras beber de un solo trago un vaso de agua, se deja caer pesadamente en su amplia silla ejecutiva, intentando entender qué le sucedió. Imágenes de su noche con Leonardo acuden a su mente en tropel.
"Fue verlo y tener todos esos recuerdos aquí, en mi lugar de trabajo..." reflexiona sonrojada.
El roce de ese cuerpo masculino, sus manos grandes recorriéndola con urgencia, aquel ronco susurro diciéndole al oído: "Me vuelves loco Andrea..."
Sintiendo un fuerte calor, se afloja la corbata con incomodidad. "Demonios, ¿por qué sigo así de...excitada?...al pensar en Leonardo" se dice abochornada mientras apura otro vaso de agua.
Toma el comunicador con la mano temblorosa: "Por favor, necesito que traigan otras dos jarras grandes de agua helada a mi oficina ahora".
Recuesta la frente sobre el escritorio, reprendiéndose  "No Andrea, no puedes perder el control por un subalterno...enfócate...". Pero su cuerpo aún vibra recordando la fusión de pasión con Leonardo.
Mientras Andrea trata infructuosamente de concentrarse en su trabajo, aún perturbada por los fogosos recuerdos con Leonardo, unos golpes en la puerta la sobresaltan.
"Adelante" indica acomodándose nerviosamente el cabello.
Ingresa Raúl con su típico comportamiento, “Aquí esta el carismático director general de la empresa y mejor amigo de Leonardo”, asoma la cabeza. "¡Andrea! ¿Tienes unos minutos? Quería saber qué tal va marchando el nuevo proyecto con mi amigo".
Invitándolo a pasar, Andrea le indica que tome asiento. Raúl era quien recomendó la contratación de Leonardo, por lo que tiene especial interés en saber si está rindiendo bien.
"La verdad sólo lleva poco tiempo liderando el proyecto y no hemos tenido sesión a profundidad para revisar su plan de acción ejecutivo." Responde Andrea intentando parecer tranquila. "Pero... te diré que trae muy buen ánimo e ideas frescas".
"Me alegra oír eso", asiente Raúl complacido. "Leonardo es muy brillante, estoy seguro que revolucionará tu equipo. Avísame cualquier cosa que necesiten".
Andrea sonríe tensa. Si Raúl supiera la clase de "revolución" que Leonardo causó en ella, quizás no lo hubiera recomendado tanto, piensa incómoda.
Raúl nota un inusual brillo en los ojos de Andrea, cierto aire risueño que contrasta con su acostumbrado gesto adusto.
"Te veo...diferente hoy, Andrea. Más relajada, menos tensa..." comenta con curiosidad.
Sobresaltada, ella frunce levemente el ceño en un intento de recobrar la compostura. "Tonterías. Sigo igual de concentrada y exigente con los proyectos".
Pero Raúl detecta ese delicado rubor en sus mejillas, la casi imperceptible sonrisa cuando ella desvía la mirada.
"Vamos Andrea, no puedes engañarme. ¡Alguien por fin derritió esa coraza de hielo que te pones en el trabajo! Déjame adivinar...¿Leonardo tal vez?".
Con las mejillas encendidas, Andrea golpea la mesa aún con semblante adusto. "¡Raúl! Sabes que no mezclo lo personal con la empresa. Soy estrictamente profesional".
Riéndose entre dientes, Raúl se despide con un guiño. "Está bien jefa, lo que tú digas. Pero no olvides sonreír de vez en cuando".
Inmerso en su puesto revisando unos archivos del ambicioso proyecto tecnológico, Leonardo recibe una notificación formal en su computador:
"Leonardo, preséntese en 15 minutos en mi oficina. Atentamente, Raúl González, Dirección General".
Al instante se desata un revuelo de murmullos y miradas furtivas a su alrededor. Leonardo alcanza a oír claramente comentarios malintencionados:
"Uh oh, algo hizo y Raúl ya lo citó para despedirlo". "Te dije que no duraría aquí con sus antecedentes". "Yo creo que lo pescaron robando...".
Fingiendo indiferencia, Leonardo se encamina con paso firme a la oficina del jefe, sintiendo las miradas perforar su espalda. Al llegar ante la imponente puerta, sus latidos retumbando en sus oídos, toca casi conteniendo la respiración. Una voz grave responde: "Adelante".
Con el pulso acelerado, Leonardo abre la imponente puerta tras el "adelante", esperando encontrar a Raúl sentado solemnemente en su amplio escritorio de caoba.
Pero para su desconcierto, la elegante oficina ejecutiva está vacía. Frunce el ceño extrañado...juraría haber oído claramente la voz de Raúl hace instantes.
"Qué demo...", empieza a murmurar Leonardo cuando súbitamente siente unas manos que le tapan juguetonamente los ojos por detrás.
"¡Adivina quién soy!" exclama una voz familiar antes de destaparle el rostro. Leonardo se encuentra cara a cara con un sonriente Raúl que le planta una palmada en la espalda.
"¡Leonardo, campeón! ¡No sabes lo orgulloso que me siento de ti en este momento!" expresaba Raúl casi brincando de la emoción. "Me enteré por ahí de tu pequeña aventura con cierta jefecita de armas tomar...".
Atónito pero sonriendo, Leonardo niega ruborizado con la cabeza mientras Raúl lo abraza fraternalmente, sumamente complacido de ver a su mejor amigo darse una oportunidad en el amor tras su tormentoso pasado.
Leonardo niega sonriendo mientras Raúl lo zarandea eufórico. "Ya Raúl, tampoco es para celebrar así, fue algo íntimo entre Andrea y yo".
"¡Pero muchacho! Si Andrea es considerada toda una diosa aquí. Varias veces cuando estaba en su divorcio algunos socios querían invitarla a eventos para conocerla más a fondo".
“Miguel, director de otra compañía, gastó una absoluta fortuna en enviarle flores, joyas...queriendo conquistarla”.
Incrédulo, Leonardo ríe. “Vaya, quién lo diría, si Andrea infunde temor aquí adentro. Yo que los demás ejecutivos jamás me atrevería a insinuármele”.
“Obvio, nadie de acá se atreve a dirigirle la palabra si no es de trabajo, es demasiado estricta e imponente.” Asiente Raúl “Pero los de afuera la ven como una especie de desafío, la mujer de hielo a derretir”.
“Bueno, que sigan soñando todos esos bobos” sentencia Leonardo entre risas. “La única forma de atravesar su coraza es ganándose genuinamente su confianza, en fin ya basta. Lo mío con Andrea no es asunto público ni tema de cotilleos de pasillo. Fue algo especial pero privado".
Recobrando la compostura, Raúl asiente. "Tienes razón, perdona, no quise incomodarte. Es que de verdad me da gusto por ti. Desde que Gabriela te culpó injustamente y no quisiste saber más de relaciones, temí que te quedarías solo".
Palmeando su hombro, agrega: "Me alegra que le estés dando una oportunidad al amor. Pero no diré ni pío, respeto tu privacidad con Andrea".
Leonardo sonríe agradecido de poder contar con la discreción de su mejor amigo sobre ese episodio tan personal con su jefa.
Tras una pausa pensativa, Leonardo finalmente asiente. "Está bien, creo que tienes razón Raúl. No debería seguir aislado, aún existe la posibilidad de hallar el amor".
Entusiasmado, Raúl da unas efusivas palmadas en su espalda. "¡Excelente decisión, ya verás que encontraras una mujer como te mereces! De hecho, se me ocurre que podríamos organizar una salida con unas amigas solteras...".
Leonardo comienza a negar con la cabeza, pero Raúl continúa:
"Oye no, tienes que abrirte al amor nuevamente. Y que no sean compañeras de la empresa, aquí adentro no gozas de la mejor fama gracias a esos malditos rumores".
Tras pensarlo bien, Leonardo asiente. "Está bien, tienes un buen punto. Sería bueno conocer caras nuevas lejos de la oficina. Cuenta conmigo para esa salida con tus amigas".
Palmeando su espalda, Raúl sonríe entusiasmado. "¡Excelente! Verás que te la pasarás en grande y quizá cupido haga de las suyas. Te mereces volver a reír después de tanta tristeza".
Ambos brindan con sendos vasos de whisky por las nuevas oportunidades, tanto en el plano profesional como personal.
 




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