La tarde caía sobre la ciudad, teñida de tonos anaranjados y púrpuras. Leonardo y Andrea caminaban hacia una pequeña cafetería, un lugar acogedor y sencillo situado cerca de la empresa donde trabajaba Ricardo. Mientras se acomodaban en una mesa junto a la ventana, Leonardo, con una mezcla de curiosidad y preocupación, le preguntó a Andrea:
"Andrea, ¿vas a enfrentar a Ricardo hoy?"
Andrea, mirando a través de la ventana con una expresión pensativa, respondió:
"No, no voy a ver a Ricardo. Me reuniré con una compañera que ha estado saliendo con él por un tiempo".
Leonardo, ligeramente sorprendido, inquirió:
"¿Por qué? ¿Qué esperas descubrir?"
"Verás...," dijo Andrea, "cuando la veas, lo entenderás. Hay ciertas cosas que necesito confirmar."
Decidieron esperar en la cafetería, y mientras lo hacían, buscaron temas más ligeros para aliviar la tensión. Andrea, con una sonrisa socarrona, señaló el reflejo de Leonardo en el cristal de la ventana.
"¿Sabes? Siempre me ha sorprendido tu físico atlético, especialmente sabiendo que no haces ejercicio", comentó Andrea con un tono juguetón.
Leonardo, con una sonrisa, le contestó:
"¿Te lo puedes creer? Estos músculos aparecieron de repente al final de mi adolescencia. Todo el mundo me preguntaba qué dieta seguía o qué ejercicios hacía, pero la verdad es que pasaba el tiempo estudiando o charlando con amigos".
Andrea rió. La imagen de un joven Leonardo, más interesado en los libros que en el gimnasio, pero inexplicablemente musculoso, era cómica y encantadora.
"Eso es injusto, deberías compartir tu secreto con el mundo", bromeó Andrea, disfrutando del breve respiro que la conversación ligera y divertida proporcionaba.
La puerta de la cafetería se abrió, interrumpiendo la conversación ligera que mantenían Leonardo y Andrea. Por ella entró una mujer joven, cuya apariencia reveló de inmediato el motivo de la reunión. Estaba embarazada, mostrando las primeras señales de su estado. Leonardo, sorprendido, intercambió una mirada con Andrea, quien asintió sutilmente, confirmando sus sospechas sin palabras.
La mujer se acercó a la mesa, y Andrea se levantó para saludarla con un abrazo cuidadoso. "Gracias por venir, Mariana," dijo Andrea con voz suave.
Leonardo observaba en silencio, aún procesando la situación. Andrea, percibiendo su confusión, decidió aclarar las cosas. "Mariana estuvo saliendo con Ricardo," explicó. "Cuando descubrió su embarazo, estaba aterrorizada. Tenía un novio desde la infancia, y..."
Las palabras de Andrea fueron interrumpidas por Mariana, quien comenzó a sollozar suavemente. "Nunca... nunca estuve con mi novio de esa manera," confesó entre lágrimas. "Él quería esperar hasta el matrimonio. Y ... yo solo estuve con Ricardo para experimentar."
El ambiente en la mesa se tornó denso, cargado de una mezcla de tristeza y compasión. Mariana continuó.
"Cuando mi novio descubrió que estaba embarazada, se dio cuenta de que no era suyo. Estaba furioso, devastado," dijo entre sollozos. "Me abandonó. No puedo culparlo. Traicioné su confianza, nuestra promesa."
"Y ahora en la empresa," dijo Mariana, secándose las lágrimas, "me miran como si fuera la peor. Ya no puedo trabajar allí, no con esas miradas y susurros. Es demasiado."
"Cuando le conté a Ricardo sobre el embarazo, su reacción fue fría y despiadada," explicó, luchando por contener las lágrimas. "Dijo que no iba a asumir ninguna responsabilidad, que no formaría una familia conmigo ni que me apoyaría en nada porque no me amaba. Que todo había sido solo un momento de diversión."
Ella hizo una pausa, tomando un sorbo de su bebida para calmar sus nervios. "Ahora vivo con mis padres, quienes también me miran con desaprobación. Tenían una buena relación con la familia de mi exnovio, y esto ha sido un golpe duro para ellos. Mis amigas... muchas de ellas han cortado contacto conmigo. Me siento completamente sola."
"Lo que necesito ahora es ayuda económica," dijo finalmente sus razones de la reunion. "Tengo deudas médicas y... bueno, estoy dispuesta a hablar sobre mi relación con Ricardo a cambio de esa ayuda."
Andrea asintió, comprometiéndose a pagar sus deudas médicas a cambio de su colaboración. Antes de despedirse, la mujer miró a Andrea con una mezcla de vergüenza y arrepentimiento. "Lamento mucho haberme involucrado con Ricardo, sabiendo que estabas con él."
Andrea, con una serenidad que denotaba su fortaleza interior, respondió, "Está bien. No te guardo rencor."
Al salir de la cafetería y dirigirse al carro, Leonardo, preocupado por Andrea, rompió el silencio. "¿Y ahora qué harás?" preguntó suavemente.
Andrea se detuvo antes de entrar al auto y miró a Leonardo. "Eso no importa ahora," dijo con un suspiro cansado. "Solo... abrázame, por favor."
Entendiendo sus palabras, Leonardo la envolvió en sus brazos, ofreciendo un refugio seguro en medio del caos. No era solo un gesto de consuelo; era un reconocimiento de la carga emocional que Andrea había soportado al descubrir las acciones de Ricardo, un hombre que alguna vez fue importante en su vida.
"No es que aún ames a Ricardo, ¿verdad?" preguntó Leonardo con delicadeza, buscando comprender sus sentimientos.
Andrea negó con la cabeza, apoyando su mejilla contra el pecho de Leonardo. "No, no es por él. Es por todo... todo esto ha sido emocionalmente agotador. Saber más sobre las cosas horribles que hizo Ricardo... es abrumador."
Leonardo asintió, comprendiendo la complejidad de sus emociones. "Estoy aquí para ti, Andrea. Como amigo, como alguien que te apoya. No tienes que pasar por esto sola."
En ese abrazo, en la penumbra del estacionamiento, Andrea encontró un momento de paz y consuelo. Sabía que el camino que tenía por delante sería difícil, pero con el apoyo de Leonardo, sentía que podría enfrentar cualquier desafío que viniera. Juntos, en ese silencioso abrazo, compartían no solo el peso de las revelaciones pasadas, sino también la esperanza de un futuro donde la justicia y la verdad prevalecerían.