Leonardo se encontraba en la oficina de Andrea, claramente incómodo y preocupado. La tensión en su postura y el tono de su voz reflejaban las dudas y el malestar que se habían ido acumulando en él durante las últimas semanas.
"Andrea, necesitamos hablar," comenzó Leonardo, su voz reflejaba la seriedad de su intención. Su postura, más firme y tensa de lo habitual, sugería que este no era un tema trivial.
Andrea, que acababa de ordenar unos documentos en su escritorio, se giró hacia él con una sonrisa cansada. "Leonardo, me alegra verte. Hay algo que necesito comentarte."
Antes de que pudiera continuar, Leonardo la interrumpió, su tono mostraba una urgencia inusitada. "¿Qué somos, Andrea? Necesito saberlo."
Andrea parpadeó, sorprendida por la interrupción y el tono de la pregunta. "¿A qué te refieres?" preguntó, aunque su expresión revelaba que comprendía exactamente a qué se refería Leonardo.
"No sé qué somos. No hemos tenido la oportunidad de hablar sobre nuestra relación desde hace tiempo, y no hemos hecho nada juntos como pareja. Y cuando trato de hablar contigo, siempre surge algo relacionado con tu trabajo," dijo Leonardo, su frustración evidente tanto en su voz como en sus gestos.
Andrea suspiró y se cruzó de brazos. "Es cierto, y lamento que las cosas hayan sido así. Sabes que mi puesto es muy demandante y no puedo descuidarlo, especialmente ahora con la crisis en la empresa."
Leonardo negó con la cabeza, su expresión era de incomodidad y tristeza. "Entiendo eso, Andrea, y siempre he admirado tu dedicación al trabajo. Pero también siento que no has sido completamente abierta conmigo. Además, tengo la impresión de que nuestra relación no avanza. Parece que siempre pongo más de mi parte, y últimamente, no podemos terminar una conversación sin que algo relacionado con tu trabajo la interrumpa."
Andrea se levantó, visiblemente molesta por lo que percibía como una falta de comprensión por parte de Leonardo. "¡Claro que estoy ocupada, Leonardo! Tengo responsabilidades, gente que cuenta conmigo. No puedo simplemente dejar todo y pretender que nada más importa."
Leonardo, notando el cambio en su tono, trató de calmarla. "No te estoy pidiendo que ignores tus responsabilidades, Andrea. Solo quiero que priorices nuestra relación de vez en cuando. Me siento como si siempre estuviera compitiendo por tu atención, y siempre estoy perdiendo."
El rostro de Andrea se enrojeció, en parte por la falta de sueño y en parte por el estrés acumulado. "¿Qué esperas que haga? ¡No puedo estar en dos lugares al mismo tiempo, Leonardo! Sabes lo importante que es este trabajo para mí."
"¡Y sabes lo importante que eres para mí, Andrea!" exclamó Leonardo, su voz se elevó en frustración. "Pero últimamente, parece que siempre estoy en segundo lugar. Estoy cansado de sentir que tengo que competir con tu trabajo para obtener un poco de tu tiempo."
Andrea, agotada por el estrés y la falta de sueño, comenzó a llorar, pero en lugar de aliviar la tensión, esto solo la hizo sentirse más enojada y confundida. "¡No es mi culpa que siempre haya algo en el trabajo que necesite mi atención! ¡No puedo dejar que todo se desmorone solo porque quieres que pase más tiempo contigo!"
"¡No quiero que dejes tu trabajo, Andrea!" insistió Leonardo, su voz era un eco de desesperación y tristeza. "Solo quiero que me hagas sentir que también soy importante. Pero parece que siempre tienes una excusa o una razón para no estar presente conmigo."
En medio de la discusión el teléfono de Andrea comenzó a vibrar insistentemente sobre el escritorio. Con una mirada de disculpa hacia Leonardo, levantó el receptor, interrumpiendo su tensa discusión. "¿Sí? ¿Qué sucede?" preguntó, su voz cambiaba a un tono profesional instantáneamente.
La voz al otro lado del teléfono era urgente, y la expresión de Andrea se tornó preocupada conforme escuchaba las noticias del otro lado de la línea. Aunque trataba de mantener su atención dividida, era evidente que la llamada requería su enfoque completo.
Leonardo, sintiendo un nuevo golpe de frustración por la constante interrupción de su trabajo en su vida personal, observó con creciente resentimiento cómo Andrea se volcaba en la conversación telefónica. Sin decir una palabra, se levantó lentamente, su expresión endurecida por el dolor y la ira. Sin esperar una pausa, se dirigió a la puerta de la oficina y salió, dejando atrás a Andrea absorta en su llamada.
Leonardo se dirigió a la salida del edificio, luchando para contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse. Mientras caminaba por el amplio vestíbulo, escuchó una voz detrás de él, una voz que conocía demasiado bien.
"¿Leonardo?" La voz era de su padre, Roberto, que por coincidencia estaba saliendo de una reunión. Leonardo se detuvo en seco y se giró lentamente para enfrentarlo. Al ver a su padre, notó cómo el tiempo y la distancia habían dejado su marca. Roberto lucía más viejo y cansado, con arrugas más profundas y un cabello que se había vuelto más canoso.
Por un momento, ambos se quedaron quietos, observándose mutuamente con una mezcla de sorpresa y desdén. La tensión entre ellos era palpable, y el aire parecía cargado de las emociones reprimidas de años de silencio y desencuentros.
Roberto, el primero en reaccionar, frunció el ceño y llamó a seguridad, su rostro se torció con furia. "¿Qué haces aquí, Leonardo?" exclamó con voz dura y cortante. "¿Vienes a causar más problemas? ¡Lárgate de una vez! ¡No hagas más desastres!"
Las palabras de Roberto cayeron como martillos sobre Leonardo, y algo en su interior se quebró. Después de todo este tiempo, esperaba que su padre tuviera algo más que odio y desprecio para él.
"¿Eso es todo lo que tienes que decirme después de tanto tiempo, papá?" respondió Leonardo, su tono era una mezcla de dolor y rabia. "¿Solo insultos y rechazo?"
Roberto, sin perder un instante, se adelantó y abofeteó a Leonardo con fuerza, su rostro estaba lleno de ira y resentimiento. "No me hables así," gritó, su voz era feroz y controladora. "¡Ya no te considero mi hijo!"