Romance con la Jefa

Capitulo 27 – Reconciliación de pareja

En su apartamento, Leonardo se sentó frente a un escritorio desordenado, una hoja en blanco ante él y un bolígrafo en su mano temblorosa. Quería escribir una carta a Gabriela y a sus hijas, un intento de reconectar después de años de distancia y silencio. Sin embargo, las palabras se resistían a fluir. ¿Cómo comenzar una carta a las hijas que apenas reconocía y que, seguramente, lo veían como un extraño?

"Queridas Maria y Melissa," empezaba una y otra vez, borrando cada inicio. "Mis queridas niñas..." ninguna versión parecía adecuada. La enormidad del tiempo perdido y la brecha emocional lo abrumaban, haciéndole dudar de cada palabra.

Frustrado y abrumado, Leonardo dejó el bolígrafo y se levantó para dar un paseo por su pequeño apartamento, intentando despejar su mente. Mientras caminaba, su pensamiento derivó hacia el reciente encuentro con su padre, Roberto. Lo había visto más envejecido, el peso de los años marcado profundamente en su rostro y su postura. A pesar de todo el dolor y la amargura entre ellos, por un breve momento, Leonardo había sentido el impulso de abrazarlo, de reconectar con esa parte fundamental de su vida.

Sin embargo, el recuerdo de cómo Roberto lo había tratado lo detuvo. Las palabras de su padre resonaban en su cabeza, hiriéndolo de nuevo con cada eco: “¿Vienes a causar más problemas? ¡Lárgate de una vez! ¡No hagas más desastres!” “"¡Ya no te considero mi hijo!” Esas palabras habían sido como puñales que se clavaban profundamente, dejándolo sentirse rechazado y abandonado. Aunque quería recordar los buenos momentos, solo podía pensar en la frialdad y el desprecio con los que su padre lo había despachado.

Perdido en estos pensamientos dolorosos, un golpe suave en la puerta de su apartamento lo sobresaltó. Se detuvo, respirando hondo, tratando de recomponerse antes de preguntar "¿Quién es?".

"Es Andrea," respondió una voz al otro lado. Leonardo, aún con la guardia alta: "No estoy."

Hubo una pausa y luego una risa suave. "Buen intento, traje café y huevos cocinados a mano," dijo Andrea.

La mención de los huevos cocinados a mano hizo que un leve destello de deseo iluminara el semblante de Leonardo. A pesar de todo, no podía negar que los huevos que Andrea preparaba tenían un sabor especial que de alguna manera siempre lograba mejorar su ánimo. Con una sonrisa irónica, abrió la puerta rápidamente, arrancó los huevos de las manos de Andrea y bromeó, "¿Qué deseas a cambio de estos huevos?"

Andrea entró, sonriendo ante el gesto típicamente dramático de Leonardo. "Primero que nada, quiero disculparme," comenzó, su voz seria y sincera. "He reflexionado mucho sobre cómo he estado manejando las cosas entre nosotros. Reconozco que he descuidado nuestra relación, poniendo demasiado enfoque en mi carrera."

Leonardo la miró, notando la sinceridad en sus ojos. "Aprecio que lo reconozcas, Andrea. Y también he pensado en mi parte en todo esto. Necesito comprender mejor tu horario y buscar maneras de apoyarte más," dijo, mostrando su disposición a hacer cambios por el bien de su relación.

Ambos se sentaron, y un silencio cómodo se instaló entre ellos por un momento. Andrea rompió el silencio: "Necesitamos encontrar un equilibrio, Leonardo. No solo en nuestra relación, sino también en cómo gestionamos nuestras carreras y nuestro tiempo juntos."

"Estoy de acuerdo," respondió Leonardo. "Quizás debamos establecer algunos límites y expectativas claras. Y también asegurarnos de que estamos comunicando mejor nuestras necesidades y preocupaciones."

La conversación fluyó naturalmente, cada uno expresando sus pensamientos y emociones sin reservas. La reconciliación no fue inmediata ni fácil, pero se sentía real y significativa. Estaban redescubriendo cómo ser pareja en medio de sus vidas ocupadas y a menudo caóticas.

Justo cuando el ambiente comenzaba a relajarse y ambos empezaban a reír más libremente, el estómago de Leonardo rugió, recordándoles los huevos que Andrea había traído. "Parece que alguien quiere cenar aquí y ahora," bromeó Andrea.

Leonardo rió, "Tus huevos siempre tienen un efecto mágico. Pero, ¿qué te parece si vamos a cenar fuera? Creo que un cambio de ambiente nos haría bien, y además, hay algunas cosas que aún necesitamos hablar."

"Como lo de tu encuentro con Luis y Roberto en mi empresa," dijo Andrea, asintiendo con comprensión. "Sí, definitivamente necesitamos discutir eso también."

Acordaron ir a cenar a un restaurante cercano, un lugar tranquilo donde pudieran conversar sin interrupciones. Mientras se preparaban para salir, ambos sentían una renovada sensación de conexión. A pesar de los desafíos, había una promesa implícita en sus acciones y palabras: estaban dispuestos a hacer lo que fuera necesario para hacer que su relación funcionara.

Caminando hacia el restaurante, Leonardo tomó la mano de Andrea, y ella la apretó con afecto. Era un pequeño gesto, pero cargado de significado, un recordatorio de que, a pesar de todo, estaban juntos en esto. Y eso, por ahora, era suficiente.

En su oficina lujosamente amueblada, Luis cerró con un gesto decidido la última llamada relacionada con la seguridad de Maria y Melissa. Se recostó en su silla de cuero, contemplando la ciudad a través de las ventanas panorámicas que adornaban su despacho. Mientras lo hacía, una idea comenzó a tomar forma en su mente, una idea que extendía sus sombrías intenciones más allá de simplemente mantener a raya a Leonardo.

Luis había desarrollado una obsesión con Andrea, cuyo rechazo y frialdad solo habían servido para intensificar su deseo de controlarla. Sabía que directamente no podría acercarse a ella debido a su rechazo claro y su inteligencia aguda, por lo que comenzó a considerar alternativas más indirectas y maquiavélicas.

Extrajo su teléfono móvil y marcó un número guardado bajo un nombre en código. "Necesito que organices algo para mí," comenzó Luis, su voz baja y cargada de mala intención. "Quiero que pongas vigilancia discreta sobre Andrea. Ella no debe notarlo. ¿Recuerdas a esos tipos que usamos la última vez? Necesito que estén involucrados."




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