Romance con la Jefa

Capitulo 28 - ¿No es una mala persona?

Leonardo y Gabriela se encontraban en un momento de tensión, ambos mirándose fijamente, sin moverse. La atmósfera estaba cargada de una mezcla de emociones no dichas. Leonardo sentía una opresión en el pecho, el miedo lo envolvía sin razón aparente.

De repente, unos murmullos infantiles rompieron el silencio. "Mamá, ¿Andrea ya se está preparando? ¿Necesita ayuda para maquillarse?" se escuchaba la dulce voz de una niña. Ambas voces sonaban emocionadas, ansiosas por ayudar.

Leonardo se quedó inmóvil, sin atreverse a abrir más la puerta, cuando la escena cambió de repente. La puerta se abrió totalmente y dos niñas pequeñas aparecieron, sus ojos brillando de curiosidad. Al ver a Leonardo, la más grande, María, lo reconoció al instante. "¡Ladrón!" gritó, su voz llenando el espacio con un eco alarmante. "¡Hay un ladrón! ¡Va a robar a Andrea!" gritaba mientras corría hacia el pasillo.

Melissa, la más pequeña, se quedó paralizada al principio. Luego, al escuchar los gritos de su hermana, comenzó a llorar desconsoladamente. Las lágrimas rodaban por sus mejillas sonrosadas mientras buscaba consuelo en los brazos de su madre.

Gabriela intentó calmar a las niñas, agachándose para estar a su altura. "María, Melissa, tranquilas. No es un ladrón. Todo está bien," dijo con una voz suave, aunque el nerviosismo la traicionaba un poco. Melissa, todavía llorando, se aferró a su madre, mientras que María, con los ojos llenos de lágrimas y miedo, se mantuvo firme en su acusación.

Leonardo, sintiendo la urgencia de la situación, se acercó a María con las manos alzadas en señal de paz. "María, soy yo, tu papá. No soy un ladrón. Por favor, cálmate. No hay nada de qué preocuparse," intentó decir, su voz temblorosa.

Pero sus palabras solo parecieron empeorar las cosas. María comenzó a gritar aún más fuerte, sus lágrimas mezclándose con su voz desesperada. "¡Ayuda! ¡Ladrón! ¡Va a robar a Andrea!" sollozaba, alejándose de Leonardo.

Los gritos atrajeron la atención de los vecinos del apartamento de Andrea. Una puerta se abrió y luego otra, y pronto varias personas salieron al pasillo, alarmadas por los gritos de ayuda. "¿Qué está pasando aquí?" preguntó una mujer mayor con el ceño fruncido. "¿Hay un ladrón?" preguntó un hombre, su tono lleno de preocupación.

Leonardo levantó las manos en un intento de calmar a la creciente multitud. "¡Por favor, escuchen! Esto es un malentendido. No soy un ladrón," dijo, su voz elevada para ser escuchada sobre el murmullo de los vecinos.

Sin embargo, sus intentos de aclarar la situación solo parecieron alimentar la confusión y el pánico. "¡Es él! ¡Es el ladrón!" gritó alguien desde el fondo del pasillo. "¡Agárrenlo!" exclamó otro, y pronto varias personas avanzaron hacia Leonardo, sus expresiones llenas de determinación y enojo.

Leonardo retrocedió, sus manos todavía alzadas. "¡No, esperen! ¡Por favor, escuchenme!" imploró, pero los vecinos no estaban dispuestos a escuchar. "¡Llamen a la policía!" gritó una voz. "¡No podemos dejarlo escapar!" añadió otra.

Leonardo comenzó a respirar de manera errática, su pecho subiendo y bajando rápidamente mientras intentaba desesperadamente controlar su respiración. Su visión se nublaba, y sentía que el suelo se desvanecía bajo sus pies. El ataque de ansiedad lo abrumaba, y su mente se llenaba de recuerdos dolorosos de traición y abandono.

Gabriela, al ver a Leonardo en ese estado, se quedó paralizada por un momento. Nunca lo había visto así antes. Una preocupación genuina surgió en su interior, pero antes de que pudiera actuar, la puerta del apartamento de Andrea se abrió bruscamente. Andrea, habiéndose vestido apresuradamente al escuchar el bullicio, apareció en la escena.

Al ver a Gabriela, María y Melissa en el pasillo, Andrea se detuvo un momento, su expresión reflejando sorpresa y confusión. Pero cuando su mirada se posó en Leonardo, que estaba claramente sufriendo un ataque de ansiedad, su prioridad cambió de inmediato. Corrió hacia él sin dudarlo.

"Leonardo, mírame," dijo Andrea con firmeza, arrodillándose a su lado y tomando su rostro entre sus manos. "Respira, amor. Respira conmigo. Inhala… exhala…" continuó, guiándolo con su voz tranquila y segura. Los recuerdos de las pesadillas de Leonardo, donde nadie le creía y sufría abuso por parte de sus seres queridos, llenaron su mente mientras trataba de calmarlo como lo había hecho antes.

Leonardo comenzó a seguir las instrucciones de Andrea, sus respiraciones volviéndose más lentas y profundas gradualmente. Andrea no dejó de mirarlo a los ojos, transmitiéndole seguridad y apoyo. Poco a poco, su respiración se estabilizó y el pánico en sus ojos comenzó a desvanecerse.

Cuando finalmente logró calmarlo, Andrea se giró hacia los vecinos que seguían observando la escena. "Esto es un malentendido," dijo con voz clara y autoritaria. "Él no es un ladrón. Leonardo es mi pareja, y esto es un error. Por favor, vuelvan a sus casas."

Los vecinos, aunque aún confundidos, comenzaron a dispersarse lentamente, algunos murmurando entre ellos, pero respetando la autoridad de Andrea. Gabriela observaba todo, aún sorprendida por la situación y la reacción de Andrea.

Andrea, una vez que los vecinos se hubieron ido, volvió su atención a Leonardo, acariciándole suavemente el rostro. "Estás bien, Leonardo. Estoy aquí contigo," dijo con ternura. Luego, se volvió hacia Gabriela, María y Melissa, tratando de procesar la complejidad del momento.

Andrea se levantó lentamente, ayudando a Leonardo a ponerse de pie, y luego se volvió hacia Gabriela con una sonrisa forzada. "Hola, Gabriela," saludó, su voz cargada de incomodidad y tensión.

Gabriela, todavía tratando de comprender toda la situación, respondió con un saludo igualmente incómodo. "Hola, Andrea," dijo, manteniendo la compostura aunque su mente estaba llena de preguntas.

De repente, María, con una determinación infantil y protectora, corrió hacia Andrea y trató de apartarla de Leonardo. "¡No te acerques a él! ¡Es malo! ¡Lastimó mucho a mi mamá!" gritó, su voz llena de indignación y miedo.




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