Cuando Gabriela y sus hijas se retiraron del apartamento de Andrea, no notaron que todo el tiempo habían estado siendo vigiladas. Un guardaespaldas de Luis, encargado de vigilar a Gabriela y sus hijas, observaba cada movimiento desde una discreta distancia. Su misión era asegurarse de que no hubiera problemas y mantener informado a Luis sobre cualquier cosa relevante.
Mientras tanto, otro hombre, con una apariencia más sombría y profesional, había sido asignado para vigilar a Andrea. Este hombre, un criminal experimentado en obtener información, inicialmente no esperaba obtener nada significativo de la chica que le habían mandado a seguir. Sin embargo, al observar los acontecimientos de ese día, se dio cuenta de que había tropezado con información muy valiosa.
Desde su punto de vigilancia, el criminal había observado cómo Andrea cuidaba de Leonardo, descubriendo que él era el exesposo de Gabriela. Había visto la confrontación y el posterior intento de reconciliación de Andrea con Gabriela, y comprendió rápidamente la complejidad de la situación. Leonardo no solo quería mantener el contacto con sus hijas, sino que también buscaba limpiar su nombre y no tenía interés en reavivar una relación romántica con Gabriela.
El criminal, viendo la oportunidad de sacar provecho de la información que había obtenido, sacó su teléfono y llamó a Luis. Cuando Luis respondió, su voz sonaba impaciente.
"¿Ya tienes algo importante sobre Andrea?" preguntó Luis, directo al grano.
El criminal sonrió con satisfacción. "Sí, y es información muy importante. Pero necesitaré un dinero extra por esto. Es un trato delicado."
Luis suspiró, claramente molesto. "Sabes que siempre intento ser justo. ¿Cuánto más quieres?"
El criminal, consciente del valor de lo que tenía, propuso una suma considerable. "Quiero el doble de lo acordado. Esta información puede cambiar muchas cosas."
Hubo una pausa antes de que Luis respondiera, calculando si valía la pena el gasto adicional. "De acuerdo, pero esto mejor ser bueno."
El criminal continuó, su voz goteando de triunfo. "Andrea tiene un novio. Y no es cualquiera. Es alguien que conoces muy bien."
Luis frunció el ceño, intrigado. "¿Quién es?"
Justo en ese momento, Luis recibió otra llamada en su línea privada. Miró la pantalla y vio que era el guardaespaldas encargado de vigilar a Gabriela y las niñas. Su intuición le dijo que debía responder de inmediato.
"Espera," dijo Luis al criminal. "Tengo otra llamada importante. Nos reuniremos más tarde para que me des toda la información."
Sin esperar una respuesta, Luis colgó al criminal y atendió la llamada del guardaespaldas. "¿Qué pasa?" preguntó con tono autoritario.
El guardaespaldas respondió rápidamente, consciente del temperamento de Luis. "Señor, Gabriela y las niñas fueron a un apartamento y vieron a Leonardo."
Luis se enfureció, su rostro se puso rojo de rabia. "¿Qué? ¿Estás seguro de eso?" gritó, su voz resonando por la línea.
"Sí, señor. Lo vi con mis propios ojos," afirmó el guardaespaldas.
Luis, fuera de sí, le reclamó. "¿Y por qué no hiciste algo para apartarla? ¡Te pago para que te asegures de que Leonardo no se acerque a Gabriela!"
El guardaespaldas intentó explicar. "Leonardo no hizo nada para agredirla. Solo hablaron y luego Gabriela se fue con las niñas."
Pero Luis no quería escuchar más excusas. "¡Te pago para que mantengas a Leonardo lejos de Gabriela! ¿Entiendes? ¡Lejos!"
El guardaespaldas trató de justificarse. "Señor, no había ninguna agresión. No quería intervenir sin motivo."
Luis lo interrumpió bruscamente. "¡No quiero escuchar más! Estás despedido. No quiero volver a verte."
"Pero, señor, yo solo—" intentó decir el guardaespaldas, pero Luis lo cortó de nuevo.
"¡Fuera! No pierdas más mi tiempo," ordenó Luis antes de colgar la llamada.
Luis, aún furioso, golpeó la mesa con el puño. Todo su plan parecía desmoronarse con la cercanía de Leonardo a Gabriela. No podía permitir que esto continuara, y sabía que necesitaba tomar medidas más drásticas para mantener a Leonardo alejado.
Mientras tanto, el guardaespaldas, aturdido por la llamada, se quedó parado unos momentos antes de retirarse. Sabía que había perdido su trabajo, pero también sabía que había hecho lo correcto al no intervenir en una situación que no ameritaba violencia.
Luis, ahora solo en su oficina, comenzó a planear su próximo movimiento. Sabía que tendría que ser astuto y cuidadoso para evitar que Leonardo volviera a acercarse a Gabriela y las niñas.
Después de planear un plana para evitar que Leonardo se contacte con Gabriela y sus hijas, Luis decidió ir a hablar con Gabriela sobre su supuesta visita al zoológico con María y Melissa. Al llegar a la casa, que en realidad es una enorme mansión llena de lujos y gustos elegidos por Luis, se encontró con un ambiente que reflejaba una vida que Gabriela, sus hijas y Leonardo no querían ni apreciaban, prefiriendo algo más simple y menos ostentoso.
Cuando Luis entró a la sala de la mansión, vio a Gabriela tirada en el sofá, desanimada y pensativa, mientras observaba cómo la niñera cuidaba de Melissa. A pesar de su furia contenida, Luis se esforzó por mantener la calma, pues estaba convencido de que Gabriela había llevado a las niñas a ver a Leonardo con la intención de reconciliarse con él.
Luis, aún con la voz tensa por la rabia, le gritó a la niñera que llevara a Melissa a su cuarto y que no saliera. Gabriela, impactada por el comportamiento inusual de Luis, le preguntó qué le pasaba.
"¿Qué es pasa, Luis? ¿Por qué estás actuando así?" preguntó Gabriela, con una mezcla de preocupación y confusión en su voz.
Luis cerró los ojos por un momento, tratando de controlar el torbellino de emociones que lo invadía. "¿Qué me pasa? Me enteré de que fuiste a ver a Leonardo con las niñas, después de todo. ¿Qué intentas hacer, Gabriela? ¿Reconciliarte con él? ¿Estás siendo infiel?"