Romance con la Jefa

Capitulo 36 – Reacciones ante una verdad agria

La tarde se desvanecía, y el cielo comenzaba a teñirse de tonos anaranjados y rosados. Dentro del apartamento de Andrea, el taxista entretenía a las hijas de Gabriela, María y Melissa, quienes lo bombardeaban con preguntas.

“¿Te gusta ser taxista?” preguntó María, sus ojos brillando con curiosidad.

“Sí, es interesante. Conozco a muchas personas y escucho muchas historias. Antes era repartidor, pero me gusta más ser taxista,” respondió el taxista con una sonrisa.

“¿Es cierto que Andrea te tiró algo en la cabeza cuando eras repartidor?” preguntó Melissa, riendo.

El taxista se rió también. “Sí, fue un accidente. Estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Andrea tiene una puntería increíble, pero no es algo que quiera repetir.”

Gabriela, observando la interacción desde la distancia, se dirigió hacia la ventana. La vista del atardecer la llenaba de una melancolía inesperada. Se preguntaba a qué hora llegarían Leonardo y Andrea, su mente divagando hacia los buenos tiempos con Leonardo. Recordó cómo él siempre estaba encantado con ella, cómo se acurrucaban juntos viendo películas, compartiendo risas y momentos de felicidad pura.

Pero su mente pronto se desvió hacia el momento en que le informaron que Leonardo se había involucrado en un acto de corrupción junto a su secretaria. El recuerdo de ese día, cuando cuidaba a sus hijas, la golpeó con fuerza. Sintió como si su mundo se derrumbara. Recordar eso hizo que sus ojos se llenaron de lágrimas, pero se las secó rápidamente, tratando de mantener la compostura.

Justo entonces, vio por la ventana a Leonardo y Andrea llegando, tomados de la mano. Un conflicto de sentimientos se apoderó de ella, pero decidió reprimirlos.

Cuando Leonardo y Andrea entraron al apartamento, las niñas voltearon y vieron a Leonardo. Sus pequeñas caras se transformaron en expresiones de agresividad.

“¡Aléjate de nosotras!” gritó María, mientras Melissa se aferraba a su hermana mayor.

Leonardo, al ver cómo sus propias hijas lo rechazaban, sintió que su corazón se rompía en mil pedazos. Una ola de ansiedad lo envolvió, y empezó a hiperventilar.

“Tranquilo, Leonardo, todo estará bien,” dijo Andrea, tomando su mano y mirándolo a los ojos. Pero Leonardo no podía calmarse, y su respiración se hacía más pesada.

Gabriela, observando la escena, decidió intervenir. “¡María, Melissa, basta! Leonardo no es una mala persona.”

Pero las niñas, sin entender completamente la situación, continuaron llorando y gritando. La ansiedad de Leonardo aumentaba con cada segundo. Sentía que el peso de los años de injusticia y separación regresaban a pesar de que creía que ya se habían ido totalmente se hacía insoportable.

Andrea lo abrazó con fuerza, susurrando palabras de consuelo en su oído. “Estoy aquí. Estamos juntos en esto. Respira conmigo.”

Leonardo, con los ojos llenos de lágrimas, trató de seguir las indicaciones de Andrea. Poco a poco, su respiración se estabilizó, aunque el dolor en su corazón seguía siendo agudo.

Gabriela, viendo la angustia en el rostro de Leonardo y la dedicación de Andrea, sintió un nudo en el estómago. Era doloroso ver a sus hijas tratar así a su padre, pero entendía que todo era consecuencia de años de mentiras y engaños, se acercó, su voz llena de arrepentimiento. "Lo siento mucho, Leonardo. Me olvidé de decirles a las niñas sobre tu inocencia."

Leonardo, después de unos minutos y ya más calmado, le tomó la mano amigablemente y le dijo: "No te preocupes, Gabriela. De todas formas, tendríamos que hablar con ellas los 2."

Gabriela asintió y puso a María y Melissa en sus piernas, tratando de calmarlas. Las niñas, aún sollozando, miraron a su madre con ojos llenos de confusión y miedo.

"¿Cuándo vendrá papá Luis para protegernos?" preguntó María, sus ojos grandes y llenos de esperanza.

La pregunta golpeó a Leonardo con fuerza. Sintió una mezcla de enojo y tristeza al escuchar eso, sabiendo que Luis, quien les había hecho tanto daño, era visto como un protector por sus hijas. Pero trató de calmarse, sabiendo que necesitaba enfrentar esta situación con paciencia y amor.

Gabriela respiró hondo, intentando encontrar las palabras adecuadas. "Niñas, papá Luis no vendrá. Tenemos que hablar de algo muy importante."

María y Melissa miraron a su madre, su confusión creciendo. "¿Qué pasa, mamá?" preguntó Melissa, su voz temblorosa.

Gabriela acarició el cabello de María y Melissa, tratando de darles consuelo. "Sé que esto es difícil de entender, pero es muy importante. Quiero que sepan la verdad sobre su papá Leonardo."

Las niñas se quedaron en silencio, con los ojos llenos de curiosidad y preocupación.

"Cuando ustedes eran más pequeñas, ocurrió algo terrible," comenzó Gabriela, su voz suave pero firme. "Nos dijeron que su papá Leonardo había hecho cosas muy malas, cosas que nunca podrían perdonarse. Nos dijeron que había sido infiel y que había cometido un crimen. Todos, incluyendo yo, creímos esas mentiras."

María interrumpió, con lágrimas en los ojos. "Pero yo escuché a los adultos decir que papá estaba con otra mujer y que tú llorabas por eso."

Gabriela asintió, sus ojos también llenos de lágrimas. "Sí, mi amor. Yo también lo creí. Pero era una mentira. Alguien nos engañó para que pensáramos mal de él. Papá Leonardo nunca hizo nada de eso. Él siempre fue inocente."

Las niñas se miraron entre sí, sin saber qué decir. Especialmente María, quien recordaba claramente el día en que su madre lloró desconsoladamente por las acusaciones contra Leonardo. Había odiado a su padre por todo el dolor que pensaba que les había causado. Ahora, saber que él no había hecho nada malo era algo difícil de procesar.

Leonardo continuó "Luis, fue quien hizo todo esto. Fue él quien las engañó y les hizo creer que era el culpable. Lo hizo para quedarse con ustedes y con su mami."

María y Melissa abrieron mucho los ojos, sorprendidas y confundidas. "¿Papá Luis hizo eso?" preguntó Melissa a Gabriela, incrédula.




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