romance entre un lobo y la luna

Cap.6: Una luna radiante y Un lobo sin gracia.

- Iré contigo – rezongue mientras desviaba mi mirada.

Ella se mostró confundida, realmente confundida – perdona ¿Qué? – pregunto.

- Iré contigo al baile.

Ella quedo boquiabierta y sus ojos se abrieron de par en par y se cristalizaron llenos de alegría, lo que le daba una expresión muy dulce a su pequeño y sorprendido rostro, blanco como la nieve y cubierto de pecas – e… en serio… ¿En serio iras conmigo? – verifico ella con mucha emoción.

- Si, eso dije – respondí con fastidio.

Lo cual la emociono aún más y muy alegre dijo – es… genial – y quería continuar pero se detuvo y pregunto astuta y audaz – espera ¿Qué te hizo cambiar de opinión?

- Eh…. Eh…. – titubee por algunos segundos – no lo sé ¿Acaso eso importa? – dije eludiendo sus preguntas, tratando de no decirle la verdad, esa que me avergonzaba admitir; que sentía remordimiento de haberla desilusionado después de todo lo bueno que ella había hecho por mí.

- No… no, es cierto, no importa – dijo sacudiendo su cabeza – estoy realmente emocionada por esto, gracias Thomas – acoto luego con una sonrisa leve y muy sutil, además de extremadamente dulce al final.

Me sentí un poco nervioso/agobiado y mi piel se sonrojo al ver su sonrisa tan dulce y apacible – si… si claro, co… como sea – dije entre balbuceos. Ella noto que yo actuaba algo raro al instante y me observo con mucha curiosidad, al parecer le resultaba fascinante mi persona por alguna razón aún desconocida para mí.

Solo se podía interpretar como “Ella está loca” pero realmente yo sabía que ese no era el caso, o bueno, al menos no de esa manera, quizá si estaba loca, pero no de una mala manera.

Su locura se basaba en ser diferente, en querer ayudar y apoyar a quien nadie quiere apoyar; su locura consistía en una inmensa y profunda bondad que ni yo ni nadie podían entender, pero que a partir de ese día, comencé a sentir interés por entender de donde provenía tanta bondad y nobleza; ella había afirmado que de su abuela, pero no podía siquiera imaginar cuan amable era esa señora.

A todas estas, sentía intriga por saber más de su persona, ya no sabía que estaba ocurriendo conmigo, solo tenía claro, muy claro, que su presencia ya no me era tan desagradable, poco a poco ella fue adhiriéndose a mi vida sin que yo lo notase.

La invite a pasar y le ofrecí comer conmigo, ella por supuesto encantada acepto. Nos sentamos a comer y ella no paraba de mirarme y entonces abrió la boca - ¿Tienes un traje? – pregunto ansiosa de una respuesta.

- Emm… no, no lo tengo – respondí un poco confuso.

- Pues tendrás que conseguir uno, puede que te ayude si me lo permites.

Extrañamente no me opuse a su idea de ayudarme a conseguir un traje – bue… bueno – balbucee – creo que si podrías ayudarme.

- ¡Genial! – afirmo ella con emoción.

Relacione mi extraño comportamiento dócil y cooperativo a la simple y llana razón de que no sabría donde rayos encontrar un traje para ese estúpido baile al que por una razón meramente emocional acepte ir con Rosse, y que además pensé “si voy a ir a ese baile con ella, debo lucir presentable”

Cada minuto me sentía más y más confundido con cada uno de mis pensamientos, esos que no eran propios de mí, esos que nunca había tenido. Comenzaba a asustarme incluso, pero de alguna manera encontré algo de calma y pude concentrarme, caí en cuenta y me dije a mi mismo “bueno Thomas, ya te metiste en este embrollo, ahora asume tu responsabilidad”. Aag responsabilidad, esa palabra que repercutía con tanto ímpetu y énfasis en mi código moral y que me impedía retractarme de algo cuando ya me había comprometido.

“Ahora sí que metí la pata” pensé en mis adentros, y me mantuve sumergido en mis pensamientos hasta que Rosse me interrumpió y me regreso al mundo real.

- Bueno, ya debo irme, hablaremos luego para lo del traje – dijo ella levantándose y tomando sus cosas para marcharse.

- Cla… Cla… Claro – dije titubeando mientras Rosse abría la puerta y desaparecía tras ella.

Comenzaba a irritarme tal situación, no estaba acostumbrado a perder la compostura de esta manera, a que me sacaran de orbita, y no comprendía muy bien porque sucedía todo esto, pero no me agradaba, me sacaba de quicio, y mientras más lo pensaba más frustrado me sentía al no poder descifrar la razón por la que esto me ocurría, a mí, el frio, solitario, apático, calculador y centrado Thomas Wolf, ese al que todos conocían como el lobo solitario.

Ya no sabía que hacer respecto a dicha situación y en pro de no seguir sintiendo tanta frustración deje de darle vueltas al asunto por ahora y me concentre en buscar en internet algunos datos que necesitaba sobre Harvard.

Salí de la casa ya casi al anochecer y fui por algo de comer a la otra esquina, en la cual siempre se estacionaba un camión que vendía comida rápida por la noche. Pedí un par de tacos y me regrese a mi casa, al regresar mi tía estaba esperando en la puerta.




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