romance entre un lobo y la luna

Cap.14: Luna, rayo de luz en la obscuridad.

Bueno chicos muy buenas tardes a todos desde venezuela, quiero dedicarles un fuerte abrazo a ustedes que han seguido esta historia, y agradecerles por esperar pacientemente.

Hoy les traigo la siguiente parte de esta historia que dejamos que quedo a medias y en suspenso al finalizar el capitulo anterior, asi que espero que lo disfruten. feliz tarde.

Las lágrimas recorrían mi inexpresivo rostro mientras caía al suelo de rodillas, indignado de ver aquella escena que cambiaría aún más radicalmente mi vida, mi relación con Rosse, mi relación con las personas, mi futuro, algo se había roto dentro mí y sentía como una vez más mis emociones desaparecían de todo mi ser para convertirme en alguien que había dejado en el pasado, alguien a quien Rosse había conseguido alejar para traer a la luz una mejor versión de mí.

Pero en ese momento la misma Rosse que me había convertido en una mejor versión de mí con tanto esfuerzo, se arrodillo junto a mí y me abrazo con mucho cariño y sutileza, dándome un poco de alivio ante la frustración y la indignación que sentía. Sentía dolor, sentía un sufrimiento completamente silencioso tras ver que me habían arrebatado una de las pocas cosas a las que realmente le había dado importancia en mi vida.

Después de tantos años odiando a mi padre por haberme rechazado toda mi niñez, fingió su muerte una vez y no me importo si lo estaba o no, pero gracias a Rosse, una vez que supe toda la verdad, solo quise intentarlo una vez más, y estaba funcionando, por primera vez ya no me sentía solo como cuando era niño, como aquel día de invierno cuando tenía diez años, que lo pase sentado frente a la ventana principal de mi casa en chicago, observando como caminaba una familia feliz, un padre, una madre y su pequeño hijo, todos bajo un paraguas que los cubría a medias de la lluvia que caía imponente sombre las calles, con una vista dificultada por las gotas de lluvia que recorrían el cristal de mi ventana con una frecuencia cada vez mayor.

Sentía tanta soledad en ese momento, no tenía madre, tenía un padre que era como no tenerlo pues no estaba conmigo, y lo odiaba profundamente, se suponía que un niño debía ser feliz con su familia, pero mi concepto de felicidad cambio totalmente, mi concepto de felicidad era estar con los animales del bosque, era pasar todas mis mañanas, tardes y noches estudiando, cuando se suponía que un niño debería estar jugando al beisbol o al futbol con su padre.

Pero yo no tenía esta oportunidad, mi propio padre me la había arrebatado, o eso era lo que yo creía, y si, tal vez todo eso había sido culpa suya en principio por no abandonar a los colmillos, pero los que me arrebataron todas esas oportunidades fueron los mismos hombres que habían asesinado a mi madre y a quienes mi padre tuvo que enfrentar durante años y hacerles creer que no me amaba para protegerme, y debo decir que admiro la lealtad de mi padre hacia la organización que su familia fundó desde hace muchas generaciones, a lo que su padre le había encomendado proteger, esto aun a costa de su propia familia.

En fin, había logrado forjar el lazo que todo padre e hijo deben tener y ahora que lo tenía mi concepto de felicidad nuevamente había cambiado, de hecho había cambiado desde el momento en el que Rosse llego a mi vida, ella hizo que cambiara, pero cuando mi padre y yo tomamos la iniciativa de reconciliar una relación que se había dañado desde la muerte de mi madre, todo cambio aún más, mi concepto de felicidad era, pasar tardes con mi padre, ver como se preocupaba por mí, verlo con mis propios ojos, pues siempre se preocupó por mí, ver como estaba tan interesado en lo que había entre Rosse y yo, tanto que nuestra última conversación fue acerca de eso.

Más que dolor y frustración sentía ira, sentía rabia hacia esas personas que no se habían conformado con arrebatarme a mi madre y una niñez normal sino que ahora también me arrebataban a mi padre cuando ya por fin se había convertido en alguien tan importante para mí, tan importante como Rosse. Mi corazón una vez más comenzaba a cerrarse por completo, y todo se tornaba gris de nuevo, mi vida comenzaba a perder el color que Rosse con tanto esfuerzo había alcanzado a darle, hasta que ella misma, con una simple acción me lo devolvió en cuestión de segundos, ayudándome a entender que aún me quedaba algo por lo que ser feliz, algo que no fueran mis estudios, y ese algo era ella, quien en un acto de mucho cariño beso con delicadeza mi mejilla y mi frente, devolviéndome la esperanza de poder ser feliz.

Felicidad, eso que sabía que no tenía y que anhelaba con tanto desespero desde lo más profundo, recóndito, y oculto de mí ser, aunque nunca lo hubiera expresado.

- ¡Estoy aquí! – dijo Rosse consolándome y en ese preciso momento me volví a ella, y la abrace.

La abrace aferrándome a ella como si no hubiera un mañana, en completo silencio, dejando reposar mi rostro sobre su hombro derecho, encontrando un refugio entre sus brazos cuando ella correspondió rodeando mi espalda con ellos mientras me observaba desconcertada y consternada.




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