ℂ𝕒𝕡𝕚𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟙 "Romeo Harrison"
Preparatoria. Último año.
Esos eran los adjetivos correctos para mi último año escolar y los encontraba más que espectaculares. Pasillos abarrotados de estudiantes, ruido ensordecedor y sobre todas las cosas chicos eufóricos por volver a encontrarse.
—No pensé que vendrías hoy.
—Hola Gigi, ¿cómo estás? Yo estoy muy bien —respondo con una sonrisa aún recorrido a paso lento los pasillos.
—¿Qué tal el verano Gea? —pregunta pasando su brazo por mis hombros.
—Aburrido.
—Oh vamos —dice poniendo cara de indignación —conociendo a tus padres y hermanas mayores apuesto a que fue apoteósico.
—Puedo asegurarte de que no —respondo con una mueca.
—¿A dónde te llevaron esta vez? —pregunta con cierta curiosidad.
—Trinidad y Tobago, y no, no fuimos a la playa... fuimos a reuniones de trabajo de papá —conteste parándome en seco en el pasillo—. Nos puso hacer trabajo de verano, los tres meses.
—¿Sin paga? —interroga.
—Sin paga, Gigi McCall.
—Ya no me caen bien.
Cuando tenía quince me gustaba pasar parte de mis vacaciones haciendo trabajo comunitario, me gustaba y era interesante aparte de que me daba experiencia en muchos campos, desde cocina hasta auxiliar de enfermera y me gustaba más de lo que me atrevo aceptar.
La secundaria podría ser traumática en muchos sentidos, pero también era increíble, conocías personas realmente gratas y pues descubres gente que marca tu vida.
La Preparatoria Mercury era reconocida por sus equipos deportivos, voleibol femenino, fútbol americano, lacrosse y un par más de los que no recordaba el nombre, aunque también por ser un instituto privado con la tarifa más accesible de toda California por lo que casi todo el mundo podía estudiar allí sin problemas.
—Buenos días estudiantes —saluda el profesor Mateo Ferris al entrar —, espero que hayan tenido unas gratas vacaciones de verano.
—Gracias —respondemos al unísono todos en el aula.
» Como ya todos saben Mercury es famosa por hacer intercambio de estudiantes de otras escuelas nacionales y en casos particulares internacionales —explica— es por ello que el joven Romeo Harrison estará con nosotros durante el ciclo escolar, es decir se graduará con ustedes.
Un chico de cabello desordenado, cuerpo de Dios griego, pero sin llegar a exagerar con ojos oscuros, ingresa a la sala con una expresión seria en el rostro.
—Romeo Harrison, vengo de Seattle, 19 años, jugador de lacrosse... capitán para ser exactos —su voz es fuerte, decidida con un ápice de arrogancia.
—Gracias joven Harrison, puede sentarse.
La clase inicia como de costumbre y la cháchara de cómo irán las clases de este año se llevan toda una hora en la que no preste ni un poco de atención detallando al chico nuevo.
Cejas gruesas y oscuras con una cicatriz en la izquierda, pestañas pobladas, pero no muy largas, cabello castaño desordenado, mandíbula definida y un cuerpo bien esculpido que hacía que el uniforme de Mercury le sentara de maravilla. Y lo digo enserio.
—Está para comérselo, pero no para que se te caiga la baba por el Gea —susurra Gigi a mi lado.
—Cada día Mercury se supera con los de intercambio, aún recuerdo al dominicano del año antepasado.
—Estaba bueno.
—Te lo creo porque fuiste tú quien te lo comiste —digo con diversión.
La campana suena anunciando la salida del maestro para que entre el siguiente. Así es Mercury no es de esas escuelas en las que los estudiantes deben rotar de clase en clase, aquí los maestros lo hacen, por lo que son grupos estudiantiles fijos por año. No cambian, no varían y sobre todo nadie puede cambiar de clase.
Dos horas después la campaña suena avisando la hora de receso o desayuno, el director de Mercury es latino e implantó un sistema parecido al latino pero mejorado, además que descansamos más entre clases y nuestro rendimiento académico está en el cielo por ello.
Me agrego a la fila detrás de Jin en busca de algo rico que comer. Los almuerzos en Mercury son interesantes sobre todo porque nunca hay algo bueno para comer obviando los sándwiches, esos eran buenos, sin contar las papas fritas y algún que otro jugo que aparezca.
Tome asiento junto a Gigi en una de las mesas del fondo de la cafetería, no era la chica popular eso se lo dejaba a Reese Rosel y mucho menos era la chica nerd, más bien era lo intermedio en este caso. Jin comía las papas fritas que había conseguido en algún momento ya que cuando fui a buscar un par para mi ya no quedaba nada, mientras yo comía el sándwich de queso que me había dado Berta cuando Chris se sentó a mi lado pasando el brazo por mis hombros para seguido de ello tomar una papa del plato de Jin ganando una mala mirada de esta.
—La razón por la que no te corto la mano por tomar de mis papas es porque me caes bien Daniels.
—Sabes que me amas McCall —contesta dándome un beso en la mejilla.
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Editado: 08.09.2022