Camino por el hotel con Susana a mi lado hasta que llegamos al bar y la mayoría de los hombres se nos quedan viendo embelesados haciendo que me tense porque nunca me ha gustado eso. Diana me ha arreglado en un bellísimo vestido negro hasta un centímetro por encima de la rodilla con una cinta negra de satén que rodea mi cintura y con un amplio escote que, bien es provocativo, no pasa a lo vulgar. Mi cabello rubio corto ha sido recogido en un sencillo peinado hacia atrás haciendo resaltar el maquillaje suave, a excepción de mis labios rojos, y mis bellos pendiente largos. No me gusta mucho usar prendas, así que esos pendientes y el anillo en mi mano derecha son las únicas que llevo puesto y un elegante y pequeño bolso negro que combina muy bien con mis tacones. Tengo entendido que mi hija me ha dicho “más te vale divertirte esta noche”, pero creo que a mi hija la cambiaron porque mi Diana nunca diría algo así.
—Relájate, estas muy hermosa. —Dice Susana en un susurro mientras caminamos hacia la barra.
—Susana, solo beberé unas pocas copas; no quiero dejar a mis hijos solos por tanto tiempo. —Digo sentándome en los taburetes.
—Jenny, Diana fue clara. Solo diviértete esta noche. —Pone su mano en mi hombro —. Yo escucharía a tu hija.
—Lo sé, es solo que ella está sola con Derek. —Comienzo a preocuparme —. ¿Y si algo sucede en mi ausencia? ¿Sabías que las Vegas es uno de los estados americanos con mayor crimen?
—No, pero estoy segura de que sea lo que pase Diana va a saber hacer lo correcto. Tú la criaste, así que debes conocer más a tu hija y preocuparte menos.
—Soy madre Susana, siempre me preocuparé. —Digo rendida.
—Eso ya lo sé, y si quieres divertirte esta noche, más te vale no decir que eres madre, o espantaras a hombres guapos del lugar.
—Sabes que eso para mí es imposible; igual de imposible que es para ti encontrar pareja. —Susurro lo último.
Susana logra escuchar mi susurro pero, lejos de molestarse, ríe divertida conmigo. Un barman se asoma sobre sobre la barra sonriendo de forma galante y brillante mostrando toda la juventud de la cual puede presumir. Personalmente hablando, se ve muy guapo.
— ¿Qué puedo servirles a estas dos bellas damas? —Dice educado llevándose un suspiro por parte de Susana.
—Dos martinis secos y un delicioso beso de esos labios. —Coquetea Susana.
Disimulo una sonrisa divertida al ver que ella no pierde tiempo ni oportunidad. El joven barman ríe divertido, le guiña un ojo a mi amiga y comienza a preparar nuestras bebidas dando un elegante espectáculo de maniobras mientras Susana y yo lo vemos embelesadas. Una vez termina acomoda unas copas en la barra con algunas aceitunas y luego vierte un líquido en cada copa.
—Dos martinis para bellas damas. —Nos acerca las copas —. Y los siento, pero los besos se acabaron porque mi novia los compró todos. —Dice él, guiña un ojo de nueva cuenta y se retira para atender a otros clientes.
Río divertida ante la cara desencajada de Susana por ser despachada con estilo por aquel joven barman caballeroso. Agradecí en silencio al joven regalándole una sonrisa, porque, si Susana llega a ver un buen espécimen masculino, me dejará sola por lo que reste de noche. Cosa que no me conviene en absoluto.
— ¿Por qué los hombres más guapos tienen que tener novia? —Se queja mientras la llevo a una mesa cercana.
—Vamos Su, bien sabes que no todas las personas son igual de regaladas que tú. —Le doy su bebida y levanto la mía —. Por el amor.
—Porque así dure segundos o años, sea verdadero. —Dice ella golpeando mi copa con la suya.
Reímos y charlamos animadas entre copas como las dos buenas amigas que siempre hemos sido, hasta que un hombre la invita a bailar y yo me quedo sola en mi mesa a terminar con mi Martini. Se forma un bullicio alegre en la puerta, tal parece que llegó alguien importante. Sin prestar atención a lo que ocurre a mí alrededor, tomo una de las aceitunas y mastico aun esperado a Susana. Pero esa idea muere cuando un camarero se acerca mí.
—Señora, su amiga manda a decir que no la espere. ¿Desea beber otra copa?
Suelto un suspiro rendida, sabía que no podría contar con Susana para una noche de diversión ligera. Asiento hacia el camarero y este hace una reverencia para retirarse a buscar mi pedido.
Saco mi celular de la cartera para matar el tiempo y no parecer tan solitaria. La verdad es que no me sorprendió que ella se fuera ante lo primero que tuviera unos pantalones que resaltaran una buena figura porque, al igual que toda mujer, está en busca de enamorarse; lo malo es que lo busca en el lugar equivocado. Yo tampoco puedo presumir mucho porque el padre de Diana y Derek me abandonó a la primera oportunidad. Siempre viajando, siempre fuera de la casa, siempre buscando la fotografía perfecta; esas cosas al principio me gustaron de él pero, al formar un hogar, cobraron factura en nuestro matrimonio. Antes de que mis hijos se vieran afectados por falta de una figura paterna, me divorcié de él y acordamos mantener las distancias. Ahora que él no está, solo lo veo en la manutención de Derek y en alguna revista cuyo trabajo se atreve a mostrar. Algo que me prometí después de que nos dejara solos de forma absoluta, es que no permitiría que los problemas me ahogaran, saldría adelante por mis hijos y por mí.