Rompiendo Esquemas (fanfic Eric Nam) [contenido sensible]

V - Noche hispanomejicana

Aquella tarde no se sentó frente al ordenador a traducir el libro, no lo hacía nunca en la tarde del viernes. En su lugar veía los capítulos de series, que le gustaban, emitidas semanalmente por las noches que dejaba grabados en el disco duro de su televisión.

Sólo había dos esa temporada por lo que en dos horas y media ya estaba lista para arreglarse para la cena con sus amigas. Una hora después salía por la puerta de su apartamento directa al punto de encuentro. Se tardaban veinte minutos en llegar a la entrada del Acuario.

Iba vestida con un vestido negro con motivos étnicos, unas botas de vaquera marrones y un bolso a juego con flecos también con motivos étnicos. Había elegido llevar además un pañuelo beige de algodón fino y un maquillaje de lo más sencillo con un único toque de color melocotón en las mejillas y los labios.

Según llegaba al lugar, vio a Dulce con su larga melena rubia ondulada perfectamente peinada que iba acercándose por la derecha con la misma dirección que ella. Se juntaron allí y se dieron un abrazo y dos besos antes de comentar qué planes había aquella noche. Dulce Yolanda Ramírez era una despampanante mujer de medía metro setenta y seis y ojos verdes musgo pero no tenía un cuerpo escuálido sino más bien algo entrado en carnes para las modelos aunque correctamente empaquetado.

Aquella noche iba vestida con un vestido de corte romántico color burdeos con cinturón negro a la cintura y una bonita mariposa plateada en el frente. Había combinado el vestido con un bolso negro clásico con hebilla plateada al frente, unos botines negros de terciopelo y un abrigo negro de lana con corte militar. Comentó con ella que al parecer iban a un restaurante nuevo de cocina vietnamita y luego volverían a las rondas de tequila de costumbre.

Para ir por el tequila iban siempre a la cantina de un amigo, que al conocerlas les aplicaba precio especial además de poner la botella directamente a su disposición. Allí acabaría la noche sobre las dos de la madrugada para ella a pesar de que la fiesta continuaría sin ella.

Por suerte, los sábados y domingos la cafetería abría a las nueve y media y no a las ocho y cuarto como entre semana por lo que ganaba una hora de sueño. De todas formas, estaba acostumbrada a dormir cinco horas diarias así que no sería ninguna gran pérdida de sueño.

Poco después llegó Katherina con su larga melena al viento y vestida de pantalón pitillo caqui con blusa blanca, pañuelo floreado, botas blancas y una cazadora de aviador con cremalleras a todos lados en tono caqui. A su espalda colgaba una mochila blanca que Irene recordaba que Dulce le había regalado por su último cumpleaños. Por último, la siempre tardía Estefanía Elia Elizondo, la triple E como la llamaban en plan broma.

Estefanía era una castaña de tez más oscura que las demás y medía metro setenta y dos exactamente. Su rostro era el más juvenil con aquellos juguetones iris de color gris que tornaban entre el marrón y el verde según la luz que incidiese en ellos. Al contrario que las otras dos, ella era espigada y su melena por sus hombros la hacía ver más alta incluso.

Estefi tenía la siempre obligatoria convicción de que debía ir perfecta a todas partes y por eso era la tardona del grupo además de la mayor ligona. Sin embargo, era la de mayor inestabilidad económica y, en opinión de Irene, esa aparente perfección era la tapadera para esconder sus posibles problemas financieros. Aquella noche llevaba una falda corta de cuero marrón, una blusa romántica de tono rosa pálido, unas botas hasta las rodillas en tono rosa pálido, un bolso de cuero marrón y un pañuelo nude floreado.

Una vez reunidas todas y habiéndose saludado como era debido. Fue Katherina quien las guió hasta el restaurante puesto que ella era la que había propuesto ir allá y probarlo. Como siempre que iban a restaurantes asiáticos perseguían conocer la cocina más picante entre la mejicana y la respectiva asiática. Desde que las había conocido en el bar mejicano de sus amigos aún no habían encontrado ninguna que les convenciese.

Irene era la convidada de piedra puesto que no se molestaba en entrar a comparar el nivel de picante sino todo el conjunto de los platos sin ningún favoritismo. Aquello era fácil dado que no tenía la cocina mejicana como base sino la española. Además desde pequeña le había gustado probar comida y averiguar los ingredientes usados en su elaboración.

De esa forma, luego podría reelaborarlo en su casa a su estilo como había aprendido a hacer con los platos de su madre y su abuela. Lo había hecho así desde sus días de adolescente en los que había practicado a cocinar adaptando las recetas a su paladar y sus ideas de sensaciones gustativas.

Aquella era una de sus fortalezas culinarias, esa y que, por su extremado gusto, siempre que realizaba una receta quizás no tenía la pinta de las imágenes pero sí el sabor. Era cuando repetía las recetas cuando el plato ganaba presencia además de perfeccionar el sabor definitivo.

El restaurante estaba decorado como una selva auténtica de allí por lo que sintió que se adentraba en una de tantas películas sobre la guerra de Vietnam. El camarero les acompañó a la mesa reservada y en aquella zona lo único que quedaba del ambiente selvático era una gran fuente decorada como un río.

Revisaron la carta de arriba abajo tras pedir las bebidas, todas fueron con refrescos y agua pensando en el tequila posterior. Probaron una suerte de diez platos entre todas. Todos ellos eran variaciones de la cocina tradicional del país de modo más sencillo y aparente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.