Rompiendo Esquemas (fanfic Eric Nam) [contenido sensible]

IX - Según mis condiciones

Irene se despertó a la mañana siguiente y continuó con su rutina pasando la mañana en la cafetería. Allí vio a Krestina quien logró sonsacarle acerca del trabajo en la oficina y acabaron hablando de Samuel.

- Entonces... ¿Samuel te ha pedido una nueva oportunidad? Dios mío, tu vida ha debido ser un caos últimamente con su regreso. ¿Por qué no me lo has contado?

- No sé, no pensé que me fuera de utilidad que tú lo supieras. Es mi vida, no la tuya.

- Eso lo sé, Irene, y no se me ocurriría decirte qué elegir. Al fin y al cabo, tú sabes por qué le dejaste. Tendrías tus razones y ahora decidas lo que decidas, será una decisión muy meditada. Te conozco, no haces las cosas por impulso. Te apoyaré en lo que sea, sólo infórmame para sepa lo que sucede en tu vida. Ya sabes, necesito vivir el romance a través de alguien y ¿qué mejor que tú con la de pretendientes que tienes?

- ¿Por qué no te echas un nuevo novio entonces? Te servirá para vivirlo en primera persona al menos y no acosar a tus compañeras de trabajo así.

- Porque es más divertido verlo a través de vosotras y no sufrirlo como lo he sufrido con Richard... Además no hay nadie a la vista, yo lo intento pero no hay pez que me quiera.

- Lo habrá, Krestina, y en ese momento yo podré asistir a tu boda con él. No tires la toalla tan pronto - le guiña un ojo y va a la cocina a sacar una de las hornadas de galletas de jengibre y otra de vainilla.

- Para entonces me haré vieja, Irene, - le grita Krestina desde fuera con una sonrisa - créeme.

- Tu derrotismo es lo peor, Krestina, no me extraña que no encuentres a ese pez...

La risa de Krestina le hizo sonreír y de repente se acordó de que no había escrito a Katherina para hablar con ella. Irene fue a su taquilla, sacó su móvil y le envió un escueto mensaje de texto a su mejor amiga para que si pudiese se pasase por la cafetería antes del mediodía. Cuando salió, vio a la encargada apoyada en la barra hablando con Abdul.

La campanilla de la puerta sonó de nuevo y Mark y su compañera Angie entraron por la puerta. Se acercaron a la caja registradora con buen paso y le sonreía antes de llegar hasta ella, quien se acercó del mismo modo. La voz de Angie era dulce cuando le dijo a Irene:

- Dichosos los ojos, Irene, llevo sin bajar a la cafetería al menos un mes. - Irene rió.

- No te preocupes, Angie, salvo caso mayor seguiré por aquí mucho rato. - Le guiñó un ojo y añadió: - ¿Lo mismo de siempre?

- Oh, sí, los cafés de siempre, Irene.

- Perfecto, me pongo de inmediato con ellos. - Ella se giró a la cafetera y comenzó con la preparación de los seis cafés correspondientes. - Deja que adivine, Angie, el tuyo es el capuccino con vainilla.

- Correcto, Irene, ¿cómo lo has averiguado?

- Bueno... - giró su rostro hacia ella y con cara de confusión preguntó: - ¿secreto de camarera? - Angie y Mark se rieron.

- Será eso, Irene.

- Desde el primer día que empezó a trabajar aquí comenzó con su memoria de elefante y su dominio del gusto de sus clientes habituales... Seguro que tiene una libreta con todo apuntado sobre nosotros. - Dijo Mark con tono jocoso.

- ¡Oh, sí! Seguro que Irene es de la NSA, ¿verdad, chica? - le siguió el rollo Angie con un guiño a Irene.

- ¡Oh, diablos! Ahora tengo que buscar una nueva tapadera para mi trabajo de agente, ¿por qué me destrozáis así la vida? - los tres se rieron y Krestina y Abdul que habían escuchado la conversación también lo hacen.

- Eso sí que es una buena tapadera, Irene, continúa con el trabajo duro. - Le guiñó un ojo su superior.

- Ahora ya en serio. ¿Qué tal anda todo en el bufete? ¿Muy liados?

- No, lo habitual. Han entrado algunos casos nuevos pero nada imposible.

- Me alegro. - Sirvió el capuccino en una taza y un café solo en otra y continuó con los otros cuatro pendientes en vaso de papel para que los pudieran llevar. - Imagino que eso de estar entre leyes todo el día no será tan agradecido como esto.

- En eso tienes razón, Irene.

- Sin embargo, el sueldo es mucho más digno y gracias a camareras como tú nuestros días son menos tediosos.

- Me alegro de hacer el mundo un poco mejor, Angie. - Les puso dos macchiatos al gusto de sus dueños, mostrándoles el contenido para que supieran cuál era cuál, otro expreso con doble de azúcar y un descafeinado con leche. - Hecho, chicos. Son quince dólares, os saco el tiquet.

- Siempre diligente, Irene, es un placer. - Mark fue quien sacó la cartera y pagó antes de dejar una propina de cinco dólares en el bote de propinas.

- Luego vendré por la comida, Irene, guárdame uno de tus deliciosos emparedados Georgia.

- Por supuesto, Angie, cambiaré el menú habitual por ti.

Su risa era discreta pero muy alegre por lo que le sacó una gran sonrisa y un guiño a Irene además de un gesto de reprobación en plan broma de su superior y acompañante. La risa de Irene no pudo evitar salir en respuesta mientras ellos abandonaban la cafetería. Se ocupó de otros pedidos más y se introdujo en la cocina para preparar el turno de comidas.




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