Rompiendo Esquemas (fanfic Eric Nam) [contenido sensible]

XVI - ¿Viaje de trabajo a Washington DC?

Aquella noche fue, deliciosamente, divertida y sabrosa además de muy animada a pesar de que el plan fuera tan relajado como quedarse en su casa. Se sentaron cómodamente frente al televisor con sus copas de vino blanco y luego sus vasos de tequila. Consumieron las primeras magdalenas y dos más entre las cuatro quedándose hasta las dos levantadas todas.

Se desvistieron, Irene les dejó almohadas y cojines así como sábanas y unas mantas por si tenían frío durante la noche. Dulce y Estefanía durmieron en el sofá y Katherina se hizo la valiente y lo hizo en el mismo suelo. Aunque lo que no les dijo Irene es que había realizado una escrupulosa limpieza de las estancias comunes antes de ir a la oficina esa misma mañana.

Las oyó riéndose hasta poco antes de caer rendida en su cama y cuando despertó a las seis se aseó en su baño en suite antes de salir del dormitorio. Al hacerlo la imagen de Katherina abrazando su almohada bajo su cabeza le hizo sonreír y la visión de una arrugada Dulce contra una estirada Estefanía con un pie en la alfombra le tentó a reírse a carcajadas. Fue a la cocina, sacó la cafetera del armario bajo el microondas y la conectó a la red eléctrica para cargarla y prepararse una fuerte taza de café.

Encendió la radio bajito y empaquetó una magdalena de la noche anterior para llevársela a Krestina. Irene se imaginó su boca abierta estertóreamente al abrir el paquete y descubrir el contenido. Se rió con ganas y la tranquila y adormilada voz de Dulce le comentó enojada:

- La neta, no me contó de qué era el frosting, siempre guarda todos sus secretos culinarios y yo le doy los míos.

- ¿El frosting dijo? - Sonrió como si estuviera vacilando. - Un cuarto de la crema de calabaza, el queso en crema, una cucharada de azúcar glasé, dos cucharadas de té matcha y un caballito de licor de menta. Eso es todo.

- ¿Y la crema cómo la hizo? - Dulce se puso a sacar los alimentos que necesitaba para preparar el desayuno.

- No tiene gran problema, Dulce, se fríe la calabaza en una gota de mantequilla junto con un poco de sal, azúcar, una vaina de vainilla y una barra de canela y una vez bien blanda, se bate con un poco de leche.

- ¿Tan fácil? - La miró sorprendida mientras sacaba del cajón los utensilios que iba a precisar.

- Tan fácil, mi Dulce. - Su amiga se rió y dijo:

- Se siente chido escuchar un "mi Dulce" de alguien que no sea mi madre, no lo repita mucho o le haré nombrarme así hasta el día del juicio final. ¿Es así que lo dicen ustedes?

- Es perfecto - le guiñó un ojo y se sirvió un vaso de agua.

- Es curioso que ambas compartamos el amor por el idioma y la cocina y, sin embargo, su mejor amiga es Kath y la mía Estefi.

- Adoramos enchilarnos, obvio.

- ¿Qué dicen de enchilarse? ¿Harán una nueva receta de Chiloaquiles?

Unas somnolientas Katherina y Estefanía estaban apoyadas en el marco de la puerta. Con la mirada perdida en lo que hacía Dulce e Irene pensó que le costaba mucho ver tanta animación de plena mañana. Aquella era una ocasión especial y había que disfrutarla.

- Les dejé las llaves de repuesto en el mueble de la entrada y tienen algunas magdalenas más que sobraron ayer en el horno. Pueden llevarse todas las que quieran, sin problema.

- Ay, ya sí, Irene se ganó el cielo. ¿Qué haré yo para alcanzarla? - Señaló Estefanía con una amplia sonrisa.

- ¡Ya no mames!, - les regañó en plan broma - ambas lavense la cara y las manos y ayúdenme con el desayuno que Irene trabaja...

- ¡Sí, mami!

Ambas siguieron las órdenes de Dulce y regresaron a la cocina enseguida para ayudarla. Prepararon el desayuno entre risas y peleas de harina. Se rieron aún más comiéndolo y después Irene se duchó y vistió, al tiempo que sus amigas regresaban a sus respectivas "camas".

Salió directa a la cafetería sorprendiendo a Krestina con su regalo y luego continuó con la jornada en su ritmo y clientela habitual. Al igual que su semana que siguió su rutina casi escrupulosamente, dado que ni siquiera pudo ver a Sam fuera de la oficina ya que estuvo centrado en varios proyectos en otras ciudades.

Esa calma fue como un merecido descanso pues pudo relajarse en su tiempo libre leyendo y viendo la televisión algún día. La sorpresa llegó cuando se les convocó dos martes después a una reunión en la oficina. No sabía de qué podía tratarse el tema a ver pero la idea no parecía ser la habitual reunión de revisión semanal.

Cuando llegó a la oficina ese día los nervios parecían crispados, lejos de la cordialidad normal. Nadie parecía conocer el motivo de la reunión y todos parecían temerse lo peor. Irene trató de calmar los ánimos e infundir algo de confianza.

A la hora señalada entraron en la sala de juntas todos los empleados de los departamentos de transacciones y marketing, entre los que se hallaba ella. Luego no tardó en aparecer Samuel y su socio minoritario, Adrien, de origen francés con el que sólo había coincidido tres veces y conversado dos. Sus amplias sonrisas sorprendieron a todos, incluida ella.

- Siento la urgencia de esta reunión pero no os preocupéis, es una buena razón. - Comenzó Adrien con tono distendido. - Estas dos semanas mi socio y yo hemos estado hablando con un par de marcas europeas para convertirnos en sus distribuidores oficiales en la Costa Este. - Hizo una pausa y asintió a su equipo de transacciones. - Las conversaciones han ido viento en popa a toda vela y queremos cerrar los acuerdos en las siguientes semanas por lo que vamos a tener mucho estrés próximamente.




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