Rompiendo Esquemas (fanfic Eric Nam) [contenido sensible]

XIX - ¿Viaje exprés a Nueva York? Confirmado

 

Era muy extraño recibir una notificación oficial como aquella desde el consulado de Miami. En principio podían no ser malas noticias pero eso era lo menos probable. El problema principal era que no tenía buen recuerdo de las veces anteriores.

Cogió el gran sobre certificado, firmó todos los papeles correspondientes electrónica y físicamente y salió de la oficina postal con el paso más rápido que pudo. Una vez alcanzó su automóvil, se subió, cerró por dentro y abrió el sobre con el corazón en vilo. Leyó los documentos y los releyó una y otra vez con la sensación de que algo se le había escapado.

Legalmente se le informaba de que debía personarse en el consulado de Miami y volver a presentar sus documentos de IRPF y declaración de renta de antes de su traslado a Estados Unidos dado un cambio en la regulación. Su conclusión era que tendría dedicar dos fines de semana a viajar primero a Nueva York a su abogado de confianza para ver a fondo el cambio de regulación y su situación real. Y dedicar otro en Miami para tramitar el papeleo.

La sola idea le extenuaba en demasía pues para ir a Nueva York necesitaría tomarse desde el jueves hasta el domingo tanto en la cafetería como en la oficina. Considerando la penosa regulación del trabajo en los Estados Unidos, eso le costaría tanto dinero como gastaría en el viaje a Nueva York en coche... Un dispendio que podía permitirse porque tenía el último sueldo de su entrega en la editorial y el anterior intacto también.

Suspiró cerrando los ojos y dejó los documentos dentro del sobre antes de posarlo en el asiento del copiloto. Tamborileó con sus dedos sobre el volante, indecisa, y decidió el siguiente paso a realizar, llamar de inmediato a Nueva York. Precisaba concertar una cita el siguiente viernes a más tardar.

Nada más marcar descolgaron en la recepción del bufete y le pasaron con la secretaria del abogado Julio Eugenio Ramírez. Ella la entretuvo preguntándole los datos y el asunto de la llamada para después desviarlo a Julio. Él le atendió y le pidió que le enviara por correo los documentos del sobre que los revisaría y una vez lo hubiera hecho, concertaría la cita con ella.

Irene se sintió aliviada al saber que una vez más él la había tratado con deferencia y no había delegado en nadie más. Se devolvió a casa en su automóvil pensando en la primera vez en que había acudido a él. En ese momento había decidido denunciar a la empresa en la que trabajaba antes de su renuncia porque le debían varios pagos de los meses anteriores.

Estaba además inquieta por su propia ruptura con Samuel por lo que se le había juntado todo y no tenía suficientes conocimientos legales como para ejercer sus derechos sin ningún apoyo español. Había realizado una consulta en el consulado de Miami y le habían enviado una lista de abogados que podían atender su caso. Tras varios pasos de mano en mano, uno lo derivó a Julio porque la base de la empresa estaba en Nueva York así que la presión legal sería mayor desde allí.

Al instante de entrar por la puerta de su oficina, él la atendió como si ella fuera el único caso sobre su mesa... Cosa imposible dadas las montañas de papeleo que decoraban el escritorio detrás de ellos... Pero, según le explicó, tenía un compromiso con las causas laborales muy fuerte por lo que daría prioridad a su caso frente a otros.

La sentencia final del tribunal fue el pago inmediato de los pendientes, una compensación de demora en la entrega y el pago de todos los costes impuestos por los viajes a Nueva York durante el juicio. Al final, ella tuvo que visitar la ciudad muchas más veces de las que esperaba pero dado su estado económico, no la paseó. En el caso de que tuviera que volver a verse con Julio en persona, realizaría una adecuada visita a la ciudad como la turista que debía ser.

Llegó a casa, se desvistió y escaneó los documentos para enviarlos de inmediato. Recibiría respuesta al día siguiente a través de una llamada así que debía tratar de mantener el tema fuera de su mente si no quería acabar desquiciada. Se centró en la traducción del libro de cuentos que tenía entre manos.

Para su suerte los cuentos siguientes fueron lo suficientemente curiosos como para no perder la concentración. Se gastó el resto de la tarde en la traducción de tres y a las nueve y media se preparó una cena ligerita. Tras cenar se permitió el lujo de tumbarse en la cama sin hacer nada y pensar...

Si al final iba a Nueva York a hablar con Julio, tendría que avisar a su jefa de su ausencia por dos fines de semana consecutivos e igual a Samuel con un jueves y dos viernes. La idea de que Samuel supiera la razón de sus repentinos viajes le hacía temer su reacción. Porque quizá se ofreciera a acompañarla o simplemente a pagarle los billetes a Nueva York haciéndola sentir incómoda.

No le gustaba aprovecharse del poder adquisitivo Samuel, ahora tenía suficiente dinero como para irse en coche sin ningún problema. Por otro lado, le gustaba hacer kilómetros y ver los bellos paisajes de camino a la Gran Manzana. Tenía cierto romanticismo que le enganchaba y que siempre había estado presente en su concepto de Estados Unidos.

Le privaba parar en los pueblos y disfrutar de los dinners y los pequeños supermercados a su paso. Conducir más de 15 horas valía la pena si en el trayecto podía parar en pequeños y coquetos pueblos y gozar de ver la naturaleza en su estado puro. Por supuesto que había estado en situaciones peligrosas en algún rincón en que había hecho parada pero para su bendita tranquilidad, los encargados del orden locales u otros hombres más respetuosos habían estado cerca en esos momentos.

Irene siempre había considerado que su suerte en esas situaciones era proporcional a su indecisión a la hora de tomar decisiones transcendentes o simples. En su vida diaria había estado tan expuesta desde adolescente a los peligros que aquellas experiencias no la habían amedrentado por el momento. Aunque reconocía que sus amigas la consideraran una loca por irse sola en automóvil hasta Nueva York.




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