Rompiendo Esquemas (fanfic Eric Nam) [contenido sensible]

Escena Extra V [PV Eric] - ¿Y esto cómo debo tomarlo?

Eric no había esquivado tampoco la oportunidad de hacer sonreír a Irene para desearle un buen inicio de año. No le había pasado desapercibido que aprovechando su comunicación fluida ella había compartido con él fotos de sus obras culinarias para la última noche del año... Había disfrutado de ver un plato de algo que ella había descrito como las rodillas de la vaca, osobucos lo había llamado, estofadas con verduras y frutos secos...

La simple visión de una ración le había parecido una delicia que deseaba probar en algún momento. Pero aquel sencillo plato no se comparaba con la foto de la tarta de melocotón imperial que le había seguido. Era una tarta sacada de un anuncio o de una pastelería, toda ella cubierta de una cobertura chocolate y con pequeñas flores de nata montada en los bordes superiores del círculo y en el centro acompañados de lo que ella había explicado que eran melocotones en almíbar...

Aquella obra de arte era tan propia de ella como su dulce voz cada vez que le llamaba o hacían videollamadas. Era maravilloso imaginar que aquellas finas manos con dedos largos y uñas más bien cortas y cuidadas se esmeraban en la tarea tanto de creación de sabores como en la decoración de sus platos culinarios. Si él fuera tan docto como ella en ese arte, ya se habría asegurado de tener un restaurante o una pastelería...

Sin embargo, de ello sacaba en claro que Irene hacía aquello más como una afición o, incluso, una pasión sin cambiarla por su verdadera pasión, las letras. Todas las veces que él había sugerido que era una chef como los de la Guía Michelín, ella había negado vehemente y dicho que no era tan buena como él creía. Era demasiado modesta con aquella facilidad para identificar ingredientes en los platos y tratar de mejorar sus propias recetas.

Sus propias recetas... ¿Quién sino los chefs de corazón hablaban de mejorar sus propias recetas? Él no, él se conformaba con simplemente poder cocinar suficientes recetas como para poder variar su dieta sin que sufriese su salud. No negaba que no le importaba aprovechar para mostrar sus habilidades de subsistencia y lograr mostrarse como algo más independiente gastronómicamente.

Si algo sabía que molestaba a las mujeres era verse resignadas a ser las cocineras de la pareja, al menos eso sucedía con sus amigas. Con Irene parecía algo diferente puesto que ella disfrutaba cocinando y no había expresado en ningún momento que le molestase ser la cocinera de su casa... Pero tras haber hablado con ella tenía la sensación de que apreciaba en gordo que el hombre ayudara en la cocina y se pudiera encargar de la comida sin la supervisión de una mujer.

Si había comprendido bien sus conversaciones ella le había dicho que ella no deseaba resignarse a ser la cocinera, la de la limpieza y la que llevase la casa dejando de lado su carrera como traductora. Al parecer los idiomas y su pasión por los libros eran algo innegociable para el hombre que se casara con ella. Que no le importara embadurnarse las manos en harina o invertir horas en la creación de grandes delicias culinarias, no se reñía con su aspiración de tener al menos un par de horas al día sino ocho para leer cuanto quisiera o pudiera...

Era obvio que Irene estaba hecha de otra pasta, no quería ser la ama de casa perfecta al estilo que interpretaba Doris Day pero tampoco la mujer de carrera que no pisa su casa salvo necesidad de sueño y cambio de ropa. Ella era una mujer familiar y hogareña a la que le gustaba disfrutar de estar fuera de casa tanto como adentro. Él apreciaba mucho eso porque él también quería vivir ese tipo de vida una vez sentara la cabeza.

Seguir con su pasión pero acomodarla a un hogar con otra rutina diferente a la suya, que demostrase que en la mezcla se hallaba el gusto si estaba bien entendida. Por alguna razón no imaginaba siquiera la idea de que la otra rutina fuera una de Irene, en donde fuera que ambos se asentaran. La verdad era que no podía evitar soñar despierto con imágenes de una Irene recibiéndolo en el dormitorio de su apartamento sentada contra el cabecero de la cama sonriendo...

Cada vez que cerraba los ojos tras haber hablado con ella, en su mente se creaban imágenes como aquella pero también otras que le habían asaltado en ocasiones. Como en Stone Mountain cuando vio lo patosa que era con la bicicleta y le aseguró que dejaría al padre de sus hijos la tarea de enseñarles a montar. En ese instante, a su mente había acudido una imagen de ellos dos corriendo por allí tras una pareja de pequeños de gran parecido a Irene...

Sonrió perdido en esa idea y no pudo evitar sorprenderse cuando escuchó el sonido del tono de su móvil. No esperaba ninguna llamada o mensaje aunque sabiendo de la existencia de Telegram, del WhatsApp y del Kakao no podría asegurar que no fuera a ser importante. Aún recordaba cuando no se usaba el teléfono móvil nada más que para recibir llamadas, hacerlas o jugar a los pocos juegos existentes como la serpiente...

Aquellos años parecían lejanos sabiendo que hacía no mucho de que los móviles inteligentes habían tomado el relevo a las simples Blackberrys y a los celulares normales. ¿Acaso sus propios hijos tendrían algo incluso más complicado que esos smartphones? No lo sabía pero podía imaginar que así sería muy probablemente.

Sabía que sólo se llevaba cinco años con Irene, eso implicaba que no se sentiría extraño con ella cuando hablaran de ese tiempo pasado lleno de móviles simples. "¿Verdad?", pensó confuso puesto que ya había hablado con gente algo menor y había observado que la complicidad no había sido tan marcada como esperaba. Sin embargo, esperaba no parecerle una de esas personas que se pasan el día rememorando el pasado y lo sencillo que era todo en algunos aspectos como la indisponibilidad fuera de horario.




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