Rompiendo Esquemas (fanfic Eric Nam) [contenido sensible]

XXXV - Cuando todo queda a la vista

A la mañana siguiente había ido a la reunión con el abogado con las palabras de su hermana aún resonando en su cabeza como si de un mantra se tratara. La risa había teñido su conversación al final y eso la había despejado lo suficiente como para sentir que la carga en sus hombros era algo menor ahora… Patricia no se había equivocado en su predicción, al parecer estar casada con un abogado le daba ciertos conocimientos de abogacía más acurados que los de la propia Irene con su traducción de la Lex romana.

El abogado estuvo muy interesado en añadir todo su relato a la declaración jurada así como sugirió realizar aquel test psicológico para dar validez al posible cuadro traumático de ella como víctima. Tanto Samuel como Ruth Worthington se mantuvieron firmes en su apoyo durante la reunión y dejaron claro al abogado que era tan importante darle una sentencia como proteger a las víctimas.

Víctimas en las que le incluyeron sin rescindirla sólo a un casillero denigrante y claustrofóbico tal como ella esperaba que hubiera sucedido. No, ellos dos la siguieron tratando como si fuese a formar parte de su familia, como si no vieran en ella a la víctima que había firmado esa declaración y la denuncia sino a la mujer que ellos conocían y apreciaban. Irene estaba sorprendida por su empatía pero mucho más por la entereza con que Ruth hablaba de la desilusión que sentía por su hijo.

No era que no se viera el sufrimiento que le suponía condenar a su propio hijo sino que, a pesar de verse, se apreciaba que ella se hubiera sentido mucho menos orgullosa de sí misma y su familia si no le estuviese poniendo coto a sus fechorías. A los ojos de Irene aquella dama era una madre coraje, el ejemplo de mujer que quería llegar a ser en el futuro para sus hijos. Aunque, de ningún modo, deseaba que sus futuros hijos salieran con una moralidad tan desdeñable, tan corrompida como la del progenitor de Samuel…

No, la sola idea le horrorizaba, ella trabajaría en educar a sus hijos en la máxima tolerancia y respeto para con los demás. La única persona que debía tener derechos sobre su cuerpo era uno mismo y nadie debía ser arrebatado de aquellos derechos por mucho que supuestamente te amara. Así le habían educado a Irene desde pequeña aunque reconocía que muchas veces había sido la primera en juzgar mal, autoflagelándose después por su mala conciencia.

Tras terminar aquel trámite y asegurarse de guardar en su agenda la presentación en tribunal de la causa hablada, se marchó más segura de aquella sala de juntas en aquel carísimo bufete. Samuel trató de convencerla para que le dejase devolverla a casa sana y salva pero ella desestimó la oferta arguyendo que tenía una importante cita. No era cierto mas sabía adónde quería ir antes de realizar lo que en su mente se había esbozado desde temprano en la mañana.

No eran ni las once del mediodía cuando cruzó la puerta roja de la siempre atestada boutique de Lily, aquel local la recibió con un fuerte golpe de olor a sándalo que la maravilló del mismo modo que acostumbraba. Cerró la puerta tras ella con la sensación de que se había introducido en un bazar de Marruecos o en el mercadillo cercano al Támesis. A los lados había mil y un sombreros, telas, motivos florales para decorar el pelo, vestidos de patrones sorprendentes, zapatos dignos de la mismísima reina y todo ello sin un precio ostentoso o marcas exageradas en costo.

No, Lily, su amiga china guardaba en esa tienda tan variadas prendas y telas para patrones como culturas hay en el mundo. Entre aquellas paredes podías encontrar hermosos trajes tradicionales tanto de años de antigüedad como nuevos e impolutos así como ropa para todos los gustos, formas y usos que uno pudiera imaginar… Así como al fondo guardaba un área con sus propios diseños que maravillaban a cuantos enamorados de la moda pisaban el recinto.

Si desde afuera el local parecía pequeño, desde dentro con toda aquella variopinta mercancía ocupando el máximo espacio posible uno se sentía agobiado a la vez que estupefacto de que todo aquello cupiese en aquella caja de zapatos mas no había nada más que preguntar a Lily para hallar aquello que uno estaba buscando. Era un lugar sacado de otro mundo o quizá en una anticuada y menos pulida visión de las rebajas en una tienda de marca según se veía en Confesiones de una compradora compulsiva… Tal vez porque la dueña tenía esa misma pulsión además de un gusto indiscutible, qué sabía ella.

La cuestión es que Irene había acudido allí con un único propósito, su mirada revisaba cada palmo de tela expuesto en los pequeños carritos a la vista en busca de una joya que pudiera ganarse su ojo y su alma. La risa de Lily la alcanzó cuando observaba con detenimiento una toca de tul verde aguamarina que parecía más propia de Ascott que de una boutique como aquella.

– ¡Irene! – La sonrisa de la morena achicó sus ojos hasta convertirlos en finas rendijas. – No te esperaba, ¿qué tal estás? Ya me ha dicho Krestina que no te veremos por la cafetería en un tiempo…

Aisss, Krestina siempre tan ella – revisó entre sus dedos el tacto de un hermoso sari en tono salmón deslumbrante que le hizo sonreír ante su belleza y suavidad. – Es cierto, Lily, no iré a la cafetería más que como cliente por un tiempo. ¿Qué tal estás?

– Bien, ¿y tú? – La emoción estaba marcada en su voz y en sus ojos avellana al mirarla directamente, eso reconfortó a Irene.

– Bien, ahora que estoy aquí, es refrescante estar más libre. – Lily iluminó aún más su rostro y la mujer le hizo una seña para que se acercara hacia ella.




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