Rompiendo Esquemas (fanfic Eric Nam) [contenido sensible]

XL - Sin remedio

Irene salió aquel miércoles con mucha energía de su apartamento, vestía cómoda con una falda corta vaquera, una blusa floreada y bailarinas crema a juego. Sólo se había dado la crema hidratante como maquillaje y cargaba además de su pequeña mochila crema una bolsa de deporte en su mano con la ropa deportiva necesaria para atender Pilates. Sabía que tardaría en coger el ritmo de sus amigas y el resto de compañeros de actividad mas nunca le había asustado aquello.

Dicho y hecho, su primera sesión de retorno no hizo sino sentarle de maravilla pues le ayudó a recuperar la consciencia de su propia postura de espalda perdida por el excesivo tiempo sentada frente al ordenador y sin deporte mayor que caminar hasta las mesas. Las dos locas de Dulce y Estefanía no se cortaron un pelo haciéndola reír con sus rostros exagerados al verla realizar ciertos ejercicios en la sesión. Por no hablar de sus continuas bromas en el vestuario tanto previas como posteriores.

Al final, al salir las dos se despidieron de ella con un fuerte abrazo y le dejaron claro que una vez de regreso no podía abandonarlas… No era la pretensión de ella, que bromeó en su lugar con que dejaran de hacer excusas para escaquearse del trabajo y volvieran a sus quehaceres en lugar de atosigarla a ella. Ni Dulce ni Estefi se ofendieron más bien le dijeron con fingido enfado que para eso no volviera provocando la risa de las tres.

Irene se dirigió de Little Five Points, donde residían sus amigas e iban al gimnasio, hacia la cafetería recorriendo desde calles más juveniles con comercios desenfadados hasta otras más convencionales, acomodadas. Lo hizo con una sonrisa en su rostro, relajada tras haber podido dedicarle a su cuerpo mucho más tiempo del que le había dedicado en el último año. Se sentía radiante y cómoda en comparación con el día anterior.

Nada más entrar en la cafetería la morena y joven Isabella le sonrió plena y fue de inmediato a la cocina a por Krestina, quien salió como una bala tras secarse las manos en un trapo hasta llegar a ella. Irene se rió cuando sintió el fuerte abrazo de la encargada quien más que abrazarla parecía querer retenerla entre sus brazos como a una prisionera. Una vez se apartó de ella la encargada se puso a escrutarla con una sonrisa inquisitiva como pretendiendo sacar de su aspecto las claves de un enigma.

Irene aunque se sintió algo incómoda no se movió y dejó que su amiga y jefa por tanto tiempo la observara y sacara las conclusiones que creyera oportunas. No le pasó inadvertido que en una de las mesas estaba Marguerite con su mejor sonrisa y vestida con un vestido satinado blanco hasta las rodillas y sin mangas, se la veía tan guapa como siempre. «Si alguna vez llego a ser madre de familia con trabajo quiero ser como ella, estar espléndida y sonriente siempre además de ser una admirable y annegada mujer moderna. Yo quiero ser así a su edad…» pensó sonriéndole.

Una mano de dedos finos y palma fina se paseó ante sus ojos y la devolvió a Krestina quien no dudó en poner cara de enfado y señalarle a la barra para que se quedase ahí mientras le servían lo que deseara. Irene negó con la cabeza y suspiró siguiendo su recomendación sabiendo que sería muy insistente si no le daba la información que parecía querer saber. No le molestaba, sabía que se lo debía por dejarla en la estacada con Isabella y la jefa, aunque no se la veía molesta.

– ¡Ya te vale, Irene! Mira que cederle toda tu atención a Marguerite mientras yo te estoy abrazando, ten amigas para esto. – Se oyó la risa genuina de la francófona por detrás de ellas y le respondió con diversión:

– Te acompaño en el sentimiento, Kres. – Irene se rió y la siguieron las dos rubias junto a Isabella.

– Encima de que vengo a darte trabajo… Y me echas en cara que no te preste toda mi atención, si quieres puedo salir por esa puerta y te dejo sin un almuerzo completo, ¿te parece bien? – La rubia de ojos verde arcillosos abrió la boca con exageración como si estuviera atónita.

– Y encima me amenazas… ¿Dónde ha ido mi amiga y compañera Irene? – Irene se rió y negó con diversión antes de susurrar:

– A Pilates – le guiñó el ojo – y no sabes lo terribles que estaban mis músculos, estaban duros, me ha costado seguir la sesión pero ahora estoy en el cielo… – Hizo una pausa y agregó aún más bajo, como si estuviera a punto de desvelar un secreto imperdonable: – En el cielo de las cafeterías con dos ex compañeras fantásticas, para más inri. – Las risas de Krestina e Isabella no se hicieron esperar y fue la morena quien cogió su mano sobre la barra con un gesto dulce como ella era.

– Es un honor haber servido contigo, Irene, no lo olvides. – Señaló con un tono desenfadado pero sonrojada entera antes de soltar su mano y devolverse hacia la cafetera. – ¿Un expreso?

– Un cappuccino, por favor, Isabella.

– No se hable más, continúa con Krestina, a ver si puedes aliviarme la carga. – Subió los ojos hacia el techo y Krestina se quejó frente a mí:

– ¡Oye, Bella!, ni que fuera mala encargada. No peso más de ciento cinco libras, estoy en mi peso ideal para tu información, splendida.

El uso en tono perfecto del término en italiano “guapísima” por parte de Krestina hablaba de lo poco enfadada que estaba en realidad. Era sorprendente, siempre lo había sido ver cómo se desenvolvía la encargada con la joven Isabella quien era tímida y dulce hasta que cogía confianza. La unión era interesante, la morena no se cortaba ya con ellas y no paraba de querer hacerla rabiar todo el rato entre servicio y servicio aún cuando sabía que Krestina sacaba su lengua afilada a la mínima oportunidad.




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