Rompiendo Esquemas (fanfic Eric Nam) [contenido sensible]

Escena Extra XIII - Su plan [D]

Miró el celular, inquieto por la falta de respuesta tras casi todo el día esperando una señal de ella… Le preguntaba por el bienestar de ambas, por ella y por la pequeña Luna quien desde el instante cero parecía haber encontrado una fiel defensora en la castaña pese a la reticencia a acogerla en su hogar. Al verla tomarla en sus brazos con aquella delicadeza y protegerla en el vehículo con tal esmero, no pudo evitar recordar su ensoñación con él persiguiendo a unos niños en bicicleta con rasgos parecidos a la castaña.

Se le ardía el corazón sólo de pensar en verla coger entre sus brazos a un bebé tuviera la sangre que tuviese, igual que se lo había hecho ver con Luna. No comprendía cómo era posible que Irene se hubiera ganado con tal sencillez el afecto de la huidiza minina. Le pareció que compartían las mismas vibraciones con haberse escapado de sus manos dos veces con él, era como si ellas con cruzar miradas hubieran podido comprenderse.

¿Quién sabía? Quizá había sido así, él no tenía más idea que el resultado final siendo testigo de cómo las manos de la española tomaban aquel cuerpecillo con sumo cuidado y la jalaba a sus brazos sin apenas una queja. Tuvo en ese instante el presentimiento de que la gata había encontrado a su dueña por mucho que la susodicha negara que se fuera a hacer cargo de ella,

Su sonrisa amplia y con hoyuelos apreciando cómo la pequeña se ajustaba contra ella segura de que no le haría daño y ronroneaba relajada recibiendo sus caricias tras la intervención veterinaria lo declaraba sin lugar a dudas. No hubo necesidad de nada más para saber que se habían prendado la una de la otra, sin límites como quien se prenda del bebé de un conocido o, incluso, amigo. Se había creado un vínculo inigualable frente a sus ojos y él sintió envidia de que aquella miniatura hubiera alcanzado su corazón con tal facilidad.

Sabía que no debía sentirla, que esa unión era muy distinta a la que él había estado formando con ella a través del tiempo y que para el acceso a su corazón había habido que romper muchas más barreras que una simple desconfianza previa. Podía sentirse orgulloso porque lo había logrado, lejos de lo difícil que se lo había puesto había tenido la suerte de tocar sus sentimientos. Cada vez que los ojos castaños se escondían azorados tenía la certeza de que un pedazo de su corazón le pertenecía pese a sus muchos reparos por dejarse llevar.

Era suficiente, conocer por su mirada que no era un hombre más que pasaba por su vida sino alguien importante hacía muchísimo más serio aquel avance mínimo. Cuanto más la iba conociendo más tenía la sensación que la mujer que le había prendado aquejaba temores y dolores de amor que trataba de ocultar tras su apariencia. Ya no se trataba sólo de sus ojos y gestos sino de que esquivaba conversar acerca de Samuel y cuando lograba que lo hiciese, la culpabilidad teñía sus entornadas pupilas.

Eso sin contar los juicios que sabía que estaba viviendo, algo en su mirada esquiva le decía que, por lo menos, en el más controvertido ella era una de las piezas primordiales. No se dejaba ayudar, no quería ayuda aún cuando sus ojos clamaban por ella con desesperación. ¿Qué, cuánto y de qué modo podía haber sufrido para no querer auxilio y pedirlo a gritos con los ojos?

Era complicado, por supuesto que lo era, para ella y para todos los demás porque no había pasado por alto que su mejor amiga también era consciente de aquel detalle. Se lo hizo saber aquel día antes de entrar en la cantina, le estudió con detenimiento la mirada antes de abrir la boca y compartió con él su preocupación fuera de la vista de ella. No dijo nada más que si la quería de verdad debía cuidarla de todos, sobre todo de la propia Irene.

Resultó imposible entonces comprender la magnitud de aquella preocupación mas el tiempo le aclaró que Katherina estaba en lo cierto y que el mayor peligro de la castaña era ella misma. Sus sentimientos le daban pavor, en el completo concepto de la palabra, y prefería lo conocido a lo bueno por conocer, huía de la intensidad. Si la dejaba huir, escaparía el resto de su vida oculta entre la comodidad del pasado.

Tal vez no pudiera saber aún qué la había dañado tanto, no podía forzarle a que abriese su caja de pandora y liberara lo que la revolvía internamente. No obstante, podía hablarle de lo que sí veía y allanarle el camino hacia una mayor confianza en él si Irene aceptaba comenzar a reconocer que ya no eran simples amigos. Reconocer que ambos se correspondían en una unión mucho más intensa que la amistad, que no tenía remedio.

Pensarlo era lo más sencillo, enfrentarse a ella y posar su corazón en las manos de ella para que pudiera sopesar lo que necesitara, con el peligro de que lo estrujara más de lo que ya estaba; esa era la tarea más dura que se pudiera afrontar. Nadie que hubiera salido herido tras realizar esa labor solía contarlo, resistir al golpe que se recibiera hería el propio orgullo. Dañaba al corazón y lo marcaba para los posibles nuevos amantes.

Eric deseaba confiar en que bajar los escudos que alzaba su propio subconsciente como instinto de supervivencia y dejarse ver vulnerable ante Irene pudiera colaborar en que viese su aprecio. Que le viera a él y no la apariencia vacua con la que había nacido y crecido, no lo que proyectaba sino lo que era en el sentido íntegro como persona, como humano. Quería que ella le viese como él la veía muchas veces, sin artificios, solo ella.

¿Sería capaz de realizarlo? ¿Tendría el suficiente coraje como para dejarlo en sus manos y no luchar por protegerlo? ¿Merecería la pena su sacrificio o tendría que asumir que era una baja colateral, cicatrizar las heridas y limitarse a ser su amigo? ¿Sería aquello posible una vez expuesto? Para todas aquellas cuestiones tenía una sola respuesta, “lo haría por Irene, sin dudarlo.”




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.