Rompiendo Esquemas (fanfic Eric Nam) [contenido sensible]

Especial Navidad 2020 - Familias que saben a roscón (Navidades Irene 2017)

El sábado por el mediodía había sido escoltada por sus comadres hasta el aeropuerto tras una noche en la que las cuatro habían estado recordando sus navidades en familia y las costumbres que cada uno valoraba más. En el caso de Kath, el regreso a Texas sería al día siguiente para quedarse hasta el primero de enero con su extensa familia llenando el hogar de sus abuelos. Las bromas, canciones y cotilleos no faltaban con tal elenco.

Por otro lado, Dulce se volvía a México con la suya para el día de Navidad y por primera vez Adam la acompañaba en aquella visita anual. Su plan era presentarlo a toda la familia desde bisabuelos a sobrinos, todos estaban deseando ser jueces de la relación de su único miembro yanki, como la apodaban para incordiarla. Y luego estaba Estefi que viajaba el mismo domingo como Dulce hasta México D.F. para visitar a su familia tras dos años sin poder hacerlo por la irregularidad de su condición en Estados Unidos.

De hecho, había sido en febrero que había recibido su visa de trabajo al alcanzar un puesto fijo como pediatra en la misma clínica en que habían atendido a Irene en su último ataque. Al llegar había estado en régimen de interna residente en un hospital infantil privado por lo que apenas había podido ser considerada una estudiante legal. Gracias a su progreso en su carrera y que el año pasado en su segundo equipo médico estadounidense le habían puesto ya en una posición estable, su condición había cambiado.

Las cuatro estaban inmersas en importantes cambios en sus vidas. Estefi ya estaba encaminando la posibilidad de acceder a la green card, Dulce iba a hacer oficial del todo su relación con su vikingo, Katherina acababa de romper su larga relación con David y como Irene, ambas se enfrentaban con sus diferentes matices al desengaño más puro. Quizá los eventos se atraían entre sí, o tal vez solo fuera una tonta idea de la parte agorera y desengañada de la española.

Lo que le había quedado claro al despedirse de sus amigas era que podía contar con ellas sucediera lo que sucediera al igual que ella se había ofrecido en reciprocidad absoluta para sus alegrías y penas. La noche anterior habían estado viendo una de esas parodias de filmes de terror puesto que había un pacto silencioso cuando alguna rompía con un hombre o estaba enfadada con el mundo. Por supuesto, todas respetaron esa regla: había dos locas entre ellas en modo aguafiestas para el romance.

Disfrutaron de una velada alejada del mundo celebrando las cercanas fiestas en anticipo en la compañía inestimable de quienes mejor se entendían entre sí antes de dejarse engullir por las emociones que los reencuentros causarían. Aquellas horas habían sido el impulso necesario para enfrentar las posibles riñas que el roce o la excesiva atención pudieran crear. El regreso con la familia tenía sus pros y sus contras siempre.

En esos días previos al viaje se le había juntado todo lo sucedido con Samuel con la voz nerviosa y preocupada de Patri, quien había fracasado tratando de ocultar que algo estaba inquietándola. No podía evitar pensar en lo peor, en que algo grave le había pasado a ella o a su marido Fernando y su familia… Su hermana nunca había sido de exageraciones con las preocupaciones como la mayor sino de darle la relevancia exacta y por ello, que ella estuviera así era si cabía más grande.

Se subió al avión con la sonrisa que las bromas y comentarios de sus amigas habían dejado mas a medida que las horas de vuelo pasaban la creciente inquietud se fue adueñando de su rostro de nuevo. Agradeció en silencio que el vuelo fuera directo pues la idea de haber tenido que hacer trasbordo en un aeropuerto extranjero se le atragantaba de solo plantearla. Se habría perdido entre embarques con la dispersión de su mente y habría añadido un nuevo gasto a su tarjeta además de la pérdida de Luna y sus objetos.

Suerte que no era así y que lo único incómodo que hubo de sufrir fue un compañero de asiento que parecía querer aplastarla y esperar para recoger la maleta facturada. Como cada navidad llevaba la de regalos, una grande negra en la que si ella fuera flexible entraría de un empujón, y la de su ropa que cabía en la cabina con ella, donde cargaba lo que precisaba para pasar del veintitrés de diciembre al dos de enero. Trece días en los que disfrutar de todo lo que antes se alargaba hasta el seis.

En la salida estaban sus padres cuyos rostros se iluminaron nada más verlas, los nervios pasaron a un segundo lugar debido a la calidez que su corazón acusó. Mientras que José le quitaba la maleta mayor de la mano y hacía carantoñas a la minina escondida en su transportín, Elena la envolvió en su abrazo con tanta fuerza que pensó que sus costillas se fracturarían. Cerró los ojos y por unos instantes dejó que sus nervios se calmasen en el calor y aroma familiar.

Percibió la mano de su padre en su hombro y se soltó de su madre para abrazarle antes de encaminarse al automóvil del primero con todos sus bártulos. No hubo necesidad de decirlo porque sus miradas hablaban de cuánto le habían extrañado y tras haber compartido las vicisitudes del viaje, Elena comenzó a detallar los planes de las siguientes jornadas. No se le escapó avisarle que la mañana siguiente saldrían en dirección a Bilbao para pasar las festividades con todos sus familiares.

Era costumbre antes de irse a residir a Atlanta que la familia al completo pasara las Navidades junto a los abuelos y tíos hasta el mismo seis de enero. Aún recordaba los primeros años en que sus hermanas se regresaban a Madrid por Nochevieja y Año Nuevo para disfrutarlas con sus amistades y algún noviete y ella se quedaba a dormir con su abuela aquella noche para reducir la ausencia de ellas. Hasta que a los dieciocho le habían dado permiso para volver ella también a Madrid y pasar aquella fecha con su grupo.




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