Rompiendo las olas

Capítulo 2

Salimos los dos juntos de casa media hora después. Vestíamos nuestros neoprenos y nos untábamos protector solar en el rostro. Cargábamos nuestras tablas de surf en los costados de nuestras caderas. La mía era de color rosa con palmas y flores tropicales dibujadas con pintura de aerosol por mí misma, mientras que la de Darel era del color de sus ojos, y en el centro tenía un lobo solitario con expresión sombría, otra de mis obras de arte. Caminábamos descalzos por la arena que a esa hora de la mañana era fría y relajante. Darel chasqueaba sus dedos con nerviosismo tarareando una canción por lo bajo. Era lo que hacía cuando quería hablar de un tema y no sabía como hacerlo. Lo conocía, sabía que algo se traía entre manos.

—Dime. Puedes hablar de una vez.

—¿Q-Q-Qué quieres que te diga? —Me miró como si lo hubiera pillado con las manos en la masa.

—Lo que sea que estés tratando de preguntar y no sabes cómo. —Lo observé de medio lado, noté como cerró sus ojos con frustración, y se mordió el labio inferior con cierta sensualidad o eso fue lo que me pareció. Aparté la mirada de inmediato, no pretendía tirarme a sus brazos por un simple «Estás bonita.»

—V-V-Vi una noticia en la televisión y m-m-me acordé de ti. —Se pasó la mano por su cabello dejándolo aún más alborotado que antes.

—Ajá. —Lo incité a hablar. Esperaba que su noticia fuera que Chris Heamwoth estaba soltero. Me hubiera mudado a Bayron Bay solo para verle todos los días. Un amor platónico nunca le hizo mal a nadie.

—E-E-Es sobre Axal. —se encogió de hombros y me desesperó su intriga.

—¡Dilo de una vez, Darel!

—¿Q-Q-Quieres competir conmigo en la A-A-Axal Competition? E-E-Eres la única persona en la que confío y q-q-quiero que el premio sea n-n-nuestro. Y-Y-Yo quiero dárselo a tu padre por lo que tú ya s-s-sabes. —La Axal Competition era una competencia deportiva que se realizaba aquí en Rossnest Island todos los años. Miles de personas de todo el mundo viajaban a la isla por el gran acontecimiento. Se competía por parejas y el premio era una rica suma de 50 mil dólares. Nadar, correr, andar en bicicleta y surfear eran algunos de los deportes que clasificaban.

Lo que más me había sorprendido era el propósito por el que Darel quería hacerlo.

—¿Aún sigues creyendo que fue tu culpa? —Lo enfrenté molesta. Ya habíamos hablado de esto.

—N-N-No puedo evitarlo. Si yo...

—Si tú nada, Darel. Yo puedo tener también la culpa. Fue mala suerte. Fueron un conjunto de factores que no estaban a nuestro favor, y que nos impidieron evitar el ataque.

—T-T-Tú no tienes culpa. —Hizo una pausa antes de volver a clavar en mí su mirada celeste. —¿A-A-Aceptas o no?

—¿Qué te hace creer que mi padre aceptará el dinero? Eso en el caso de que ganemos.

—L-L-Lo aceptará. Q-Q-Quiere volver a caminar. —me confesó y el corazón se me aceleró al instante. Papá nunca había dicho nada al respecto, pero todos sabíamos que deseaba con todo su corazón que las cosas volvieran a ser como antes. —E-E-Existen piernas biónicas, si ganamos, p-p-podemos comprar una. —Que Darel se preocupara por mi padre, no hacía más que recordarme porqué estaba enamorada de él. Por su entrega; por el amor que siempre había profesado hacia mi familia, por todas las cosas que hemos tenido que enfrentar juntos, y porque sabía que lo necesitaba cerca de mí.

—Lo haré. —susurré y Darel se acercó a mí para abrazarme mientras dejaba su tabla de surf en el suelo. Me levantó en los aires apretándome contra su cuerpo dejando un cálido beso en mi mejilla. Una vez que me soltó me quedé temblando en la arena, con la sensación de sus labios en mi piel. No sé si notó mi desconcierto o el rubor de mi rostro, ya que un tartamudo “Gracias” se escapó de su boca. Aunque eso era normal en él.


 

No logramos atrapar ninguna ola, pero la felicidad por aquella decisión referente a la competencia se palpaba en el aire. Fuimos juntos al mercado, mojados, cansados y con una sonrisa radiante.

—N-N-No te he dado tu regalo. —Darel se llevó las manos a la cabeza, y buscó en algún sitio de su neopreno en el que no me quería ni imaginar que había estado mi presente. —T-T-Toma. —Una delicada cadenita de plata con un colgante en forma de concha de mar se deslizó por sus manos, ahogué un suspiro cuando la vi de cerca.

—¡¿Cuánto te costó?! —chillé y todas las personas se giraron hacia nosotros. No podía creer que me estaba regalando algo tan bonito, y que se había gastado su dinero en mí. De todos los regalos que podía haberme imaginado, ese no era uno de ellos.

—N-N-No sabía que te importaban e-e-esas cosas. —me miró con los ojos entrecerrados, sabía muy bien a qué me refería.

—Sabes que no lo hacen, pero esto parece caro y me niego a aceptarlo. —Por más que por dentro me estaba conteniendo para no besarlo.

—L-L-Lo encontré en la calle. —Se encogió de hombros, y la decepción reflejada en mi rostro era más que evidente.

—Gracias. Se lo podías haber dado a otra persona. ¿Qué pasará si aparece la dueña? —respondí con enojo. ¿En serio me regala esto? Era como encontrar basura en la calle y dármela porque sabía que me pondría feliz.

—N-N-No aparecerá. L-L-Lo más probable es que haya pertenecido a una t-t-turista. —me confesó convencido.

—Ajá. Igual gracias. —Cerré mi puño para guardar el presente. No pensaba ponérmelo nunca en mi vida. «Es basura.» Ni siquiera se había preocupado por comprarme algo decente. Joder, me hubiera conformado con una barra de Tim Tam, pero por lo menos algo que hubiera comprado pensando en mí.




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