Rompiendo las olas

Capítulo 4

—¿Esto es tuyo? —Recogí del suelo unos calzoncillos blancos con el logo de Start Wars por todos lados. Los levanté para verlos con mayor claridad y retuve una carcajada que estaba a punto de escaparse de mis labios antes de que el tal Yoisel los arrebatara de mis manos.

—Sí. —Estábamos recogiendo todo el desorden causado, y por más que odiaba admitirlo, ver el rubor de las mejillas del biólogo aliviaba mi enojo. —Mejor no me ayuden. —terminó diciendo con molestia. Se agachó para meter toda su ropa interior en una de las maletas en lo que mi madre llegaba con una escoba para recolectar todos los vidrios rotos.

—L-L-Lo sentimos mucho. —Volvió a repetir Darel por trigésima vez, puse los ojos en blanco y negué con la cabeza. Aún estaba molesta con él.

—Son lindos tus calzones. ¿Dónde los compraste? Estoy segura de que Darel quiere uno de esos. —comenté para molestarlos a los dos. Se lo merecían por arruinar mi día.

—Muy graciosa. —gruñó el biólogo remangándose su camisa blanca hasta los codos, para luego apartar sus cosas de la entrada.

—N-N-No me gustan sus calzones. —admitió mi mejor amigo con tono despreocupado y tanto mi madre como yo reímos a carcajadas. Cosa que no le hizo mucha gracia a nuestro huésped.

—¿Dónde está mi habitación? —Clavó su mirada café en mí antes de cargar dos de sus maletas en cada mano, dejando a la vista las venas de sus brazos y sus músculos bien trabajados bajo tensión. Tenía cierto temor de que uno de los botones de su camisa se estrellara contra mi rostro por eso aparté la vista de su pecho al instante.

—Es la de arriba. Nadel, acompáñalo, por favor. —me pidió mi madre mientras Darel y ella se concentran en recoger minuciosamente los cristales, sabían que las ruedas de la silla de papá podían pincharse si se encontraban con algún vidrio.


Guié al biólogo por el pasillo, le enseñé el salón, el comedor y la cocina antes de subir juntos por la escalera de madera adornada por una alfombra gris que contrastaba con la imagen minimalista y chick en la que se había inspirado mi madre para decorar toda la casa.

—Es esa. —Señalé la puerta blanca al final del pasillo. —Tienes el baño a dos puertas más al lado. —Le indiqué sin mirarlo siquiera.

—Ajá. —me respondió con descortesía. «Un Gracias podía haber estado bien.»

—Si necesitas cualquier cosa, la habitación de mis padres es la primera de la planta baja. —Le informé como solemos hacer con todos los huéspedes.

—¿Tienen internet? —Arqueó una ceja antes de pasar por mi lado y hacer una maniobra para abrir la puerta de la suite.

—Sí. Todo lo que necesitas saber está el la mesita de noche de la habitación. —Asintió complacido y cerró la puerta de golpe. «Un anciano gruñón hubiera sido mejor que él.»

 

 




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