Rompiendo Paradigmas

02: Primer día de trabajo.

Leslie Belmont.

Antes de comenzar las clases, me aventuré a buscar una habitación para habitar. Al principio, tenía la idea de un basement lo que en latinoamérica se traduciría como un sótano aunque aquí las personas lo utilizaban como un departamento debajo de sus casas. Lamentablemente estaba alrededor de $800 - $1,500 CAD cuando mi presupuesto debía ser igual o menor a los $500 CAD mensuales, por lo que después de estar buscando accedí a una habitación a escasos minutos de la universidad donde estudiaría, ahorrándome lo del transporte público dada la cercanía. 

En él, habitaban tres personas de diferentes nacionalidades que posterior a mi mudanza pude irlos conociendo. Era una surcoreana de 26 años, un francés de 29 años y un ruso de 28 años. Todos con características muy particulares debido a su procedencia, pero amables dentro de lo que cabía. Si, cada quién tenía sus ocupaciones pero casualmente por las noches que llegaban todos en la noche, acostumbraban a jugar videojuegos, especialmente los dos varones, mientras que la surcoreana tenía sus rituales de skincare. 

Cuando el momento de entrar a la universidad llegó, me sentí nerviosa. Nuevo país, nueva escuela, nueva cultura, pero sobre todo, nuevo idioma. Si, lo entendía, pero al ser un país multicultural, los acentos eran diversos. No obstante, mi motivación permanecía incluso cuando pasaron unas semanas y no lograba tener algún amigo. Si, todos eran muy amables, inclusive los profesores quienes te brindan la confianza de repetir alguna explicación si llegase a trabarme. Posterior a eso, debía dirigirme a mi trabajo de medio tiempo en la cafetería de la universidad. 

Me presentaron con el que se suponía era mi gerente: Mike Rios.

—Mira, tu responsabilidad—hablaba mientras me daba el tour interino de la cafetería mientras lo seguía de forma apresurada—a veces es atender la caja, atender a los clientes, recibir, ordenar o incluso pagarle a los proveedores que nos traen mercancía. 

Asentí con la cabeza mientras me entregaba mi uniforme y seguía caminando de manera apresurada.

—Limpieza, muy importante. Hay que limpiar el área de trabajo de 15 a 20 minutos antes de que el turno termine para que puedas retirarte a tiempo. Si lo recibes sucio, me lo reportas para que pueda hablar con el responsable. Como el trabajo es por hora, los horarios se hacen semanalmente. Se hace corte los viernes y los sábados elaboro los horarios siguientes por lo que tienes que hacerme saber de tu disponibilidad a más tardar el jueves o de lo contrario acomodaré el horario de acuerdo a tu semana previa, ¿de acuerdo?

Asentí nerviosa. 

—La Ley migratoria permite trabajar hasta 20 horas a la semana, pero al trabajar dentro del college tienes la posibilidad de trabajar a tiempo completo. Si es que se adecúa a tus horarios académicos, claro está. ¿Alguna duda? 

Se detuvo, volteó a verme mientras me miraba de abajo hacía arriba. Arqueó la ceja.

—¿Cuánto pagan? 

—¿Tienes experiencia?—se cruzó de brazos. Negué. —$15 CAD la hora, después de seis meses asciende a $18CAD. Si te desempeñas bien te puedo ascender de puesto y, por consiguiente, de salario. Por lo pronto, eres Barista. Empiezas hoy. 

Se marchó pero inmediatamente regresó cómo si por poco se le olvidará algo. 

—Por cierto, el college tiene un convenio con la preparatoria que se encuentra a unas calles de aquí. Los profesores tienen un 30% de descuento en su consumo por lo que los verás muy seguido por aquí. Kim te va a capacitar en todo lo que necesites, ¿está bien? Yo estaré haciendo el inventario. Cualquier cosa me buscas en la bodega. 

Se retiró y me quedé sola en la barra. Busqué un baño y me cambié poniéndome una playera azul y gorra de igual color. 

Estaba nerviosa, y mis pasos eran tímidos. Me he acercado al área de cocina preguntando por Kim, uno de los cocineros me dice que está en la bodega y que en un momento regresaba. La esperé, y cuando llegó no evitó regañarme por la larga fila que se estaba amontonando por su deseo de querer ser atendidos. Posterior a eso, empezó a darme órdenes de cosas que se suponía debería de saber hacer pero al darse cuenta de mi nula experiencia en el ramo se desesperó e hizo todo ella sola. 

—¡¿Cómo que no tienes experiencia?! ¡¿Ni en tu país?! 

—Si, pero nada relacionado con la comida—respondí angustiada.

—¿Por lo menos sabes trabajar bajo presión? —negué. Se tocó la frente en modo estamos perdidos. Agarró los tickets de las órdenes, me las pasó pidiéndome llevarlas a la cocina entregándolas a los cocineros. 

Cuando regresé a la barra, la fila había desaparecido. Kim soltó un largo suspiró para después hacerme una seña que me acercara a ella. 

—No entiendo cómo es que Mike te contrató si no sirves para nada.

—¡Oye! Más respeto. —respondí ofendida.

—Bueno, ¿entonces qué sabes hacer, además de estorbar?

—¿Podrías tener más tacto, por favor? —Kim suspiró fastidiada—Era maestra en mi país y jamás trabajé hasta que me gradué. 

—¿Por qué no?

—Mis padres no me dejaban. Decían que era una distracción para mis estudios. No querían que lo dejara.




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