Rompiendo Paradigmas

06: Ataque de ira.

Fernando Belmont.

AD_4nXcJtob_ZiCmv851zH7FI-pxPK3R4qgdPOBpMQ9dJAkNdbr-XC0ABUo9y3rrG6yqdMF1Ym2_A7mX_e9utIq0WBv4EcP3Mmg1l8MdRsFhNoZqHHJV165Lgkozfn8FppFDz-noLJK01hxbcc337gAskF1fkmxl?key=ZC76VnwjUiUj08JGDIgLJg

—¿Quieres mi opinión? Creo que tu hermana…

—No, no la quiero—interrumpí—. Todos aquí se creen con el derecho de juzgar a mi hermana cuando ustedes tienen cola que les pisen.

Todos permanecieron callados, especialmente mi tía Alexia. Estábamos en la celebración de día de muertos en la casa de mi tía Alicia. Jamás esperé contestar de esa manera, siempre había sido respetuoso e incluso me callaba cosas que no debía callar por el respeto que mamá decía que debía tenerles. Tal vez no estar de acuerdo con ellos, pero sí respetar las diversas opiniones, aunque, ¿qué hacía cuando se sentían con el derecho de juzgar a mi hermana? 

—Tranquilízate, Fernando. No estamos juzgando a tu hermana, pero debes entender que lo que hizo no está bien. Había otras maneras… —defendió Rodrigo.

—¿Así como dijeron que mi mamá era una manipuladora después de lo que pasó y aún así los perdonó? ¿En serio? Ustedes no son nadie, repito, NADIE, para hablar de nadie, mucho menos de mi hermana. 

Se paró mi tía Alicia, me agarró del hombro para tranquilizarme y sacarme de ahí. Me zafé. 

—¡No! ¡No! Está bien. Que se quede. —habló Alexia—Nosotros no decimos nada para no herirlo porque es un tema de adultos, pero si quiere saberlo, que se quede. De una buena vez vamos a aclararlo, ¿te parece?

Provocó. Me quedé callado. 

—¡Perfecto! Por si no sabías, había una herencia. Mi mamá dijo en vida que quería que fuera para todos, y cuando el notario mencionó que era de tu hermana, lo primero que hizo fue venderla y completar para su viaje a Canadá sin tomarnos en cuenta a ninguno de los que estamos aquí presentes. Es más, ni siquiera a tu propia madre, que si lo recuerdas, también es la suya. 

—Se fue y los dejó desamparados tanto a ti como a tus papás, sin olvidarnos de Amelia—completó mi tío Rodrigo. 

Me quedé pensando, voltee a ver a mi mamá. Se quedó callada. Papá, en cambio, se quedó dudoso volteándola a ver para que dijera algo, cosa que no hizo. 

—Que bonito es juzgar sin conocer, ¿verdad? —contesté más tranquilo pero con un toque de sarcasmo.

Se quedaron callados. Ambos tíos mantuvieron un semblante confundido. 

—Leslie no nos dejó desamparados. Ella trabajó durante años doblando turnos para juntar el dinero necesario para irse, incluso  privándose a ella misma de fiestas y salidas. Yo soy testigo de todo lo que le costó conseguir el dinero. Además, me sorprende que se sientan con ese derecho de opinar cuando ustedes fueron los primeros en decir que había que llevar a la abuela al asilo. ¿O qué? ¿Ya lo olvidaron? ¿Ya olvidaron cuando ella quería que la visitaran y lo único que obtuvo de ustedes fueron migajas? Ahora sí les importa la abuela, ¿verdad? ¿Pero qué hay cuando ella estaba en vida? Ahí si no, ¿verdad? —reí irónico. 

 

Me retiré de ahí enojado, frustrado y muy molesto. De nuevo, había tenido otro ataque de ira. Papá corrió detrás de mí. Estaba tan cansado, fastidiado y muy decepcionado. No podía creer que mi familia tuviera ese concepto de mi hermana. ¿Acaso no era más fácil preguntar en vez de hacer suposiciones sin sentido? ¿Acaso no sabían que esa casa Leslie se la dejo a mis padres? Pero, peor aún, mamá no se molestaba en desmentirlos. ¿Cómo es que no podía defender a su propia hija con sus hermanos?

—¡Hijo!—gritaba papá detrás alcanzándome en el jardín frontal de la casa—Espera, tranquilo. 

—No papá—suspiré, me agarré la cabeza tratando de calmarme—. Lo siento, lo siento. Es solo que… me enoja, papá. Me enoja que ellos se metan en la vida de mi hermana, que opinen de cosas que no saben y encima que…

—No te preocupes, tú sácalo. —contestó tranquilo y paciente. 

—Me siento cómo si fuera el único que defiende a Leslie. Mamá no hace nada para detenerlos y me siento cansado…

—Hijo, entiendo. Ven, vamos a caminar.

Me agarró del hombro y empezamos a caminar por el vecindario a plena luz de noche. El clima era tranquilo, con aire fresco. Los niños se encontraban jugando y las madres los veían desde las banquetas mientras se tomaban un café con pan. 

—Mira, yo entiendo que lo que ustedes pasaron no fue nada fácil. Tu mamá…—se quedó pensativo buscando las palabras correctas—toda su vida se ha enfrentado a eso, y no le ve sentido pelearse con ellos porque ya sabe como son. No es correcto, lo sé. Pero tu mamá sigue ahí por el recuerdo de su madre. 

—No la entiendo. Toda mi vida se la pasó diciéndome que no me deje de nadie, que defienda a mis hermanas… 

—Lo sé, y tampoco es muy coherente, pero debemos entender que es su familia. Tal vez nosotros lo vemos así porque somos capaces de todo por defendernos los unos con los otros, pero lamentablemente la familia de tu mamá no es así. No quiero hablar mal, pero ellos… ¿Cómo decirlo? Son capaces de humillar o hablar mal de alguna inseguridad o defecto de alguien con tal de hacer reír a los demás. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.