Leslie Belmont.
Seria, callada y pensativa fueron las tres palabras que más me describían en esos momentos. Él sabía perfectamente la respuesta. Lo amaba, pero no podía pedirme eso. Canadá había sido uno de mis más grandes anhelos. Apenas me estaba adaptando al país como para hacerlo. No quería ser egoísta, pero por primera vez quería hacer algo por mí.
¿Cómo se suponía que respondería? Por un lado, estaban mis sueños que poco a poco estaban siendo logrados, pero, por otro, estaba el hombre que más amaba, pidiéndome elegir entre ambos. Regresar a México no estaba en mis planes más que para unos días.
—Noah… te amo. —apenas respondí.
—Pero tu respuesta es no, ¿verdad?
Me miró triste, desilusionado. Bajó la mirada soltando mi mano. Se enderezó.
—Bueno, es evidente que ninguno de los dos dejaría sus sueños por el otro.
No, no, por favor no lo digas.
—Noah… no es eso. Entiéndeme. Canadá…
—Es tu sueño, lo sé. Jamás te haría escoger entre tu sueño y yo.
—Pero lo estás haciendo.
No buscaba una discusión, pero aquellas palabras me daban la impresión de que terminaría conmigo. No quería, me negaba, pero tampoco podía mentirme a mi misma teniendo una vida que no quería por complacer a la persona que amaba.
—Noah, yo jamás te hice elegir entre…
—Entre tú y Sarah, ¿verdad?
—Noah, por favor. —supliqué—¿Qué tiene que ver Sarah en todo esto?
Era evidente que me dolía. No porque no superara lo que pasó entre Sarah y él, sino por el hecho de que, después de todo este tiempo me lo haya echado en cara cuando yo, en ningún momento lo hice. Siempre lo acepté. Desde el momento en que acepté ser su novia, acepté su pasado y todo lo que eso conllevaba. Incluso, su relación con ella. No tenía por qué hacerme daño algo que sucedió antes de qué él fuera mi novio. Al contrario, debía aceptarlo. Así como él aceptaba mi pasado y las personas que pasaron por mi vida antes que él.
—Leslie, te amo. Pero debes entenderme. No es fácil para mí saber que no tengo futuro con la mujer que más amo.
Una lágrima se resbaló por su mejilla. Con su mano se la quitó.
—Entiéndeme tú a mí. —supliqué—Dejé a mi familia, mis amigos, mi trabajo. Todo, por un mejor futuro. Dejé a mis hermanos, quienes están lidiando con cosas que no deben por limpiar mi nombre de personas que me tienen en lo más bajo.
Se quedó callado. Suspiré tratando de calmarme. Un nudo en la garganta y la voz quebrada comenzaron a traicionarme.
—Cuando fue tu momento de crecer y seguir tus sueños, estuve ahí; te apoyé, te impulsé. Jamás te pedí nada. ¿Por qué cuando decido seguir los míos, me juzgas? Es injusto.
No me contuve. Las lágrimas salieron una tras otra. El nudo en la garganta fue cada vez más grande y Noah, lo único que hizo fue quedarse callado en la misma posición de víctima.
—En ningún momento te estoy juzgando. Al contrario, te apoyé aceptando tener una relación a distancia cuando bien sabes que no soy partidario de ese tipo de relaciones. Además, ¿para qué mentirnos a nosotros mismos? Está más que claro que no regresarás a México, y yo no abandonaré mis sueños por seguirte aquí.
¡Auch!
Noah Arredondo.
Su semblante cambió mostrando una posición erguida. Se limpió las lágrimas, se levantó de su asiento para posteriormente decirme que me retirara. Desconcertado, me levanté del asiento. Me sentí ofendido, pero debía respetar. Al final de cuentas era su casa, compartida, pero suya. Invadir su espacio era lo menos que deseaba, pero por cómo se estaban poniendo las cosas, era mejor dejarlo así. Nos conocía, y sabía que tarde o temprano podríamos explotar.
Leslie me miraba siguiendo mis pasos que iban en dirección a la puerta principal. Antes de tocar la perilla para girarla, me volteé.
—A veces, por más que dos personas se amen, no es posible que estén juntas.
—Menos si una de ellas renuncia a la primera—contestó cortante.
Me quedé callado. Suspiré.