Leslie Belmont.
Maquillaje corrido, ojos hinchados y un vestido desaliñado, arrugado así como sucio, caracterizaban mi aspecto la mañana del domingo al medio día. Era mi día de descanso por lo que no me preocupaba mi trabajo. Estaba de vacaciones en la escuela, lo que eso significaba, menos demanda en la cafetería de la escuela. Por lo consiguiente, sería más tranquila la jornada laboral. Cuando bajé a la cocina, Dean, Chandler y Seo-hyeon estaban desayunando café con pan. En cuanto me vieron, los chicos gritaron del susto mientras se abrazaban. Seo-hyeon me miraba de arriba a abajo mirando mi mal aspecto. Los ignoré. Me dirigí al refrigerador sacando una botella de cerveza de medio litro. La abrí con un tenedor.
—¿Estás bien?—preguntó Seo-hyeon preocupada. Me encogí de hombros.
—¡Por dios, Leslie! Halloween ya pasó. —exclamó Dean. Chandler le dio un codazo a lo que él otro se quejó.
—Por lo que veo, no te fue nada bien.
Seo-hyeon me guió a uno de los sillones de la sala tomándome de los hombros. Se sentó en la mesita de centro para que quedáramos frente a frente.
—Leslie…
—Terminó conmigo. Él…
No terminé la oración cuando me solté a llorar. Entre sollozos desesperados, dolidos comencé a contarle lo que sucedió la noche anterior así como los años que teníamos juntos, lo que habíamos pasado. En cambio, ella me miraba con compasión. Dean y Chandler se acercaron sentándose uno en cada lado.
—¡Perdón! Lo siento tanto. En verdad, no quiero llenarlos con mis problemas. Sé que lo menos que quieren es ver a una patética chica llorando… —me disculpé desesperada, hablando cada vez más rápido. El hipo comenzó a adueñarse de mi cuerpo.
—No, tranquila—interrumpió Seo-hyeon—. No tienes porqué disculparte. Es normal sentirse así después de una ruptura.
Dean se paró en la cocina y regresó con un plato un enorme pedazo de rol de canela junto a un bote de helado de chocolate.
—Tal vez no sepa como hacerte sentir mejor, pero te traje uno de tus deliciosos roles de canela. A Chandler siempre lo pone de buenas, y eso que es el gruñón de la casa.
—¡Oye!—Chandler se quejó dándole otro codazo.
—¿Qué? Es cierto. —se encogió de hombros—Es raro verte sonreír. Siempre estás con tu cara de pocos amigos.
Sonreí entre llanto. Seo-hyeon me pasó un poco de papel para que me limpiara las lágrimas.
—Una ruptura siempre es dolorosa—habló Seo-hyeon—. Y estás en todo tu derecho de llorarle todo lo que quieras, pero perderte a ti misma por no perder a alguien, es algo que jamás debes de hacer. —suspiró—Tal vez no lo veas ahora, pero hiciste lo correcto; te elegiste a ti por sobre todo el amor que le tienes a él, y a veces, dejar ir es mucho mejor que aferrarte a una persona que ya no aporta nada a tu vida; no porque él no valga la pena, porque apuesto a que es un hombre maravilloso que dió y aportó mucho por su relación, pero cuando dos personas ya no tienen los mismos objetivos, lo más sano es dejarse ir para que cada quien los cumpla en solitario, porque créeme, que si alguno de los dos hubiera cedido en el sueño del otro, la frustración los hubiera hecho pedazos a ambos.
La miré aún con los ojos cristalinos e hinchados debido al llanto, pero ya no sollozaba. Por alguna razón, aquellas palabras lograron tranquilizarme. Era cierto que me dolía todo lo que pasaba y estaba dispuesta a hacer muchas cosas por él, pero irme de Canadá no sería una de ellas. Me sentía triste, devastada, pero por más que me doliera, Seo-hyeon tenía razón. Él soñaba con México y yo con Canadá. A pesar de sentirme orgullosamente de mi tierra, mi nación y mis raíces, mis metas eran otras. Seguirlo a México tarde o temprano me destrozaría y con ello, nuestra relación.
—Leslie… —expresó Chandler—no te conozco lo suficiente, pero lo poco que he conocido de ti es que eres una mujer entregada, enfocada, responsable, pero al mismo tiempo, tierna, divertida y muy amable. Estás cumpliendo tus sueños en un país que, aunque no sea fácil, créeme que es un proyecto que a largo plazo te va a dar más de lo que esperabas.
Se quedó callado.
—A lo que voy es… —prosiguió—El que tu novio te haya dejado, es lo mejor que te puede pasar.
Dean le dió un codazo. Éste se quejó.
—Perdón, no lo quise decir de esa forma. Me refiero a que vives en una de las mejores ciudades del país, tienes un trabajo, estudias, eres buena persona… —posó su mano en mi mejilla limpiando una lágrima que estaba a punto de llegar a mis labios—Ya no hay nada ni nadie que te limite a perseguir tus sueños.
—Suena feo, —habló Dean—pero la mejor forma de venir a Canadá es o solo o acompañado, pero nunca con una relación a distancia, porque puede pasar esto. El venir acá con un vínculo así, te consume y no te permite disfrutar de las cosas que Canadá tiene por ofrecerte.